Capítulo VIII

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Habían sido largos e interminables días en los que Loki no dejaba de estar inquieto y nervioso, así también como irascible y sensible. Se pasaba largas horas caminando en círculos por toda la amplia habitación. Se sentía demasiado atrapado, y lo enloquecía la sensación de claustrofobia que lo invadía y lo estremecía, no lo soportaba, quería salir...debía salir antes de que perdiera la cabeza, locura era lo próximo que padecería si no escapaba de ese encierro. Fenrir echado en algún lugar apartado gemía angustiado por su dueño sin quitarle sus ojos dorados de encima, y Thor, por su parte, preocupado, no dejaba de susurrarle a su amado palabras de consuelo y de aliento cada vez que conseguía agarrarlo y hacer que descansase de tanto andar sin sentido, pero éstas cada vez eran menos eficaces, Loki ya no lo escuchaba. El rubio príncipe se levantó y suspirando con fuerza se acercó al cuerpo delgado del menor, y antes de que se le escapara, lo abrazó y lo mantuvo quieto en el lugar, ejerciendo algo de presión con sus fuertes brazos, pero sin dejar de hacerlo con cariño.

—Shhh. No pierdas la cabeza. Intenta por lo menos relajarte un poco. —Dijo con suavidad y calma sobre su oído, estrechándolo contra su cuerpo.

— ¡Como pretendes que me relaje! —Loki reaccionó abruptamente, ofendiéndose con el rubio, quien tuvo que aferrarlo para que no luchara y se soltara. — ¡Déjame! —Forcejeó inútilmente durante largos segundos. Thor se mantuvo firme esperando que el otro se calmara y dejara de forcejear inútilmente.

—En vez de comportarte así, concéntrate y ayúdame a encontrar una forma de escapar de este lugar y no terminar en las garras del Rey. —Dijo con voz entre juguetona y autoritaria. Loki se removió entre sus brazos y suspiró relajando todo su cuerpo contra Thor. Éste se sentó e hizo que el menor lo imitara guiándolo para que se sentara sobre sus piernas. Con suavidad el de ojos azules comenzó a acariciar la espalda del otro consiguiendo que todo el cuerpo de Loki se relajara por completo y se apoyara sobre su pecho, su cabeza reposó sobre su hombro y su nariz acarició el cuello descubierto sacando una risilla por parte del rubio. —Pronto saldremos de aquí. Solo debemos encontrar la forma de salir sin ser descubiertos, ni vistos. —Su mano subió por la espalda del mago hasta su nuca y luego continuó hasta los cabellos lacios y negros. Los peinó y los acarició con cuidado extremo.

Por largos minutos quedaron inmóviles, escuchando sus latidos, acompañándose mutuamente en silencio, con sus respiraciones en sincronía. Así, Loki consiguió calmarse, al fin dejando de sentir su corazón alterado y acelerado, el aroma de Thor lo adormecia, lo acariciaba con sedosidad. Se permitió cerrar los ojos y dejar de pensar en el lugar en donde se encontraban actualmente, apartando el horror del encierro y la detestable sensación de cautiverio. El estar allí lo retraía a la época pasada, a cuando era tan solo un niño confundido y triste, solo y abandonado. Pero al estar en los brazos de Thor, su rubio príncipe, del cual se había enamorado profundamente, se sentía ese mismo pequeño niño de piel azul, que indefenso era cuidado por su guardián amigo.

Todo estaba en una calma abrumadora, un silencio insoportable y una sensación de lo más intranquila surcó y caló hasta los huesos de Loki, que comenzó a temblar de forma involuntaria. El rubio apretó con más fuerza el débil cuerpo tembloroso, besando su frente. Pero el rugido agresivo de Fenrir lo sobresaltó, giró su cabeza y observó cómo el animal parado en sus cuatro patas, con el lomo encrespado y sus fauces fruncidas y babeantes, se mantenía alerta y en tal posición hacia el espejo. En ese momento Loki, que aun permanecía inmóvil en sus brazos, se incorporó con tal rapidez que no pudo detenerlo, imitando al de cabellos negros, poniéndose de pie. Con Fenrir a su espalda gruñendo con insistencia y de forma amenazante, Loki caminando hacia atrás, paso por paso, alejándose de él y del espejo.

—Ahí viene... —Susurró, con su labio inferior temblando levemente. Ya no había donde más ir, su espalda golpeó dolorosamente contra la pared y sus paso se detuvieron sin poder seguir hacia el infinito, donde pretendía ir. Chasqueó los dedos y la bestia peluda en la que se había transformado el pequeño Fenrir, corrió a su lado, manteniendo su amenazadora postura. Thor sintió el piso temblar, las paredes comenzaron a desprender el polvo que tenían acumulado y los libros comenzaron a caer. Intentó dar los pasos que había de distancia entre Loki y él, pero el sismo no le permitía dar pasos seguros, provocando que tambaleara cada vez que intentaba moverse. No pudiendo acercarse, extendió su mano hacia su amado, imaginando lo que estaba pasando, sus dedos estirados hacia Loki, y aún así faltaba un par de metros para tocarlo. El brazo tembloroso del joven de ojos verdes se extendió de igual forma, intentando ambos alcanzarse, unir sus manos y aferrarse uno al otro.

El Espejo. [Thorki]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora