CAPÍTULO 3

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Condujo por la única autopista que cruzaba el bosque cercano a la ciudad y en un espacio terroso estacionó el coche

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Condujo por la única autopista que cruzaba el bosque cercano a la ciudad y en un espacio terroso estacionó el coche.

Se adentró en la oscuridad con solo una linterna en mano que no alumbraba demasiado en aquella espesura, pero no necesitaba la linterna para ver por dónde iba, sino para ubicar un extraño agrupamiento de árboles, donde un par se habían pegado tanto al crecer que ahora parecían un solo, lo único que los delataba era la diferente especie de ambos.

Cuando los encontró dejo la linterna a un lado y comenzó a escarbar en la tierra cerca de las raíces de dichos árboles hasta que se topó con una tapa de metal. La abrió rebelando un oscuro hoyo con una escalera para descender.

Hizo una mueca de asco al percibir el hedor del interior y bajo por las escaleras con la linterna en la boca. Alumbró a un lado de la escalera, en dirección a una pequeña mesa en la cual había varias velas usadas junto con un extraño collar de cuero que estaba en la mesa, similar a una correa para perro, pero con una canilla incrustada, después alrededor para ubicar donde estaba lo que buscaba.

Iluminó lo necesario como para revelar que la cueva subterránea escondía a tres hombres inconscientes y encadenados entre su propia porquería, así como un cofre cerrado con un candado simple del lado opuesto al de los sujetos.

Caminó directo al cofre para abrirlo, dentro contenía varias herramientas típicas de un carnicero. Comenzó a sacar los cuchillos de arriba para buscar más a fondo.

—Aquí la había olvidado —exclamó sacando una credencial de conducir del fondo del baúl.

Días atrás la habían detenido por pasarse un alto y al tener que mostrar su credencial descubrió que no la traía. Esa cueva olvidada era el único lugar que le faltaba revisar.

Guardo la tarjeta en el bolsillo de su pantalón, regreso todo a su lugar y se encaminó a los sujetos.

Los pateó para que despertaran y tan pronto como entreabrieron los ojos habló.

—Espero que pronto le den una cálida bienvenida a su próximo compañero, no quiero que se sienta excluido —soltó sonriendo—. Olvide traerles comida, quizá la próxima vez no lo olvide. Tengan linda noche.

Tomó la linterna y salió del lugar sin esperar una respuesta. Sabía que los tipos estaban en tan mal estado que eran muertos en vida, cuerpos esperando a ser ejecutados.

***

Eran las ocho de la mañana cuando Nerea bajó de su automóvil para ir a su trabajo que quedaba a la vuelta de donde se había estacionado. Sacó su teléfono de la pequeña bolsa que llevaba y tras soltar un largo bostezo, revisó la hora para corroborar que estaba llegando a buena hora.

Entró al lujoso edificio sin tomarse la molestia de saludar a alguien al paso y atravesó recepción esquivando a las personas que caminaban de un lado a otro.

Noche OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora