CAPÍTULO 5

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"Valles oscuros, torrentes sombríos,

y bosques nebulosos,

cuyas formas no podemos discernir,

por las lágrimas derramadas

desde enormes lunas que crecen y decrecen,

una y otra y otra vez,

a cada instante de la noche,

cambiando continuamente de lugar,

y oscurecen el resplandor de las estrellas..."

El reino de las hadas, Edgar Allan Poe.

Entró a casa buscando algo de comer y, entonces, notó el poco alimento que le quedaba

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Entró a casa buscando algo de comer y, entonces, notó el poco alimento que le quedaba. Tomó la porción de carne que le quedaba guardada en un recipiente para comenzar a comerla cruda y, tan pronto como acerco el trozo a ella, su cuerpo entero reaccionó haciendo que sus ojos se tiñeran de negro y sus colmillos crecieran.

Limpió su boca con el dorso de la mano cuando terminó de comer. Respiró de manera profunda con los ojos cerrados para intentar apaciguar su instinto y poder volver a la normalidad.

Tiempo atrás solía enfurecerse consigo misma por perder el control siempre que estaba hambrienta o cuando el olor de un cadáver fresco era bastante fuerte, pero eso no la llevaba a ningún lado, seguirse enojando por ser como era no la haría una humana normal, así que ahora solo se limitaba a conocerse y tomar todo lo que podía a su favor.

Lavó el recipiente de plástico y cuando lo estaba secando miró el reloj.

—Apenas van a ser las ocho, es demasiado temprano para ir por suministros —pensó en voz alta—. Esperare mínimo unas dos horas.

Buscó su celular entre su tiradero y tras hallarlo debajo de una sudadera se puso a perder el tiempo en internet.

Pasaron cerca de tres horas para que ella saliera de casa nuevamente.

Condujo por la ciudad hasta el lugar donde solía dejar estacionado un segundo vehículo que tenía.

Estacionó su costoso coche en el estacionamiento de una farmacia y entró al negocio mirando en los aparadores como si buscara algo y entonces cogió un par de cosas al azar para ir a pagarlas.

—Qué raro encontrarte aquí a estas horas fenómeno —habló alguien a su espalda.

Nerea volteó sobre su hombro. Le bastó con ese corto vistazo para ver a su compañera Alexia y entender que algo malo le estaba pasando. Tenía los ojos llorosos, el rímel corrido, estaba despeinada y traía sus zapatillas en la mano, le resultó fácil entender que estaba muerta de miedo. La única pregunta que no logró responder era el porqué estaba así en una farmacia a media noche, podía pensar en varias situaciones, pero, ¿cuál era la certera?

Noche OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora