Esta vez tenía todo el tiempo del mundo para ir a casa de mi jefa ya que no había especificado en su mensaje la hora exacta a la que debía llegar. Tampoco podía demorarme demasiado porque eso supondría consecuencias graves... Olivia odiaba esperar. Según me contó Kim, antes de que yo empezara a trabajar en Love's Fashion, despidió a una de las tantas secretarias que había tenido a lo largo de su carrera solo porque se le retrasó la regla... Yo al principio no me lo creí. Luego, con el tiempo, comprendí que podría ser verdad.
Cuando llegué a Manhattan, caminé por las atestadas calles para llegar cuanto antes a casa de Olivia. Hacía calor. Utilicé la carpeta como abanico. Mi móvil empezó a sonar en el interior del bolso. Mi madre. Presioné el botón rojo. No me apetecía hablar con ella.
Olivia White vivía en un bloque de pisos en Harlem. Tenía una casa enorme a juzgar de no haber estado nunca en su interior, pese a las veces que había tenido que venir para entregarle los trabajos que pedía, por lo que se podía apreciar desde la puerta, parecía inmensa. Su casa era su palacio impenetrable, solía decir. Accioné el timbre y una dulce melodía me envolvió. Poco después apareció, con un camisón de satén blanco que parecía más caro que todo mi atuendo al completo, con el pelo perfectamente arreglado en un moño alto.
—Buenas tardes, señora White. El trabajo.
Cogió la carpeta y le echó un vistazo por encima.
—Gracias —respondió—. Entra.
Me quedé pillada unos segundos. ¿La majestuosa Olivia White quería que entrara a su palacio impenetrable? ¿Acaso se acercaba el Apocalipsis y yo no lo sabía?
Justo como imaginaba, la casa era espectacular. El techo tenía una altura impresionante, el suelo laminado de madera de roble con las paredes blancas otorgaban más iluminación natural gracias al enorme ventanal que había en el salón. Su recibidor parecía una auténtica galería de arte; había una gran colección de cuadros diferentes, desde Picasso hasta Pollock, y alguna que otra escultura. También distinguí algunas obras de Viola Peters, seguramente compradas con el único propósito de incrementar su estrategia de marketing para ganarse la confianza de Viola.
Atravesamos un largo pasillo para llegar a una majestuosa cocina digna de revista, equipada con los mejores electrodomésticos del mercado. La encimera de granito negro contrastaba con los armarios blancos.
—¿Quieres algo de beber? —me preguntó, abriendo una de las dos puertas del frigorífico de acero inoxidable—. Hace mucho calor en la calle. Deberías hidratarte.
—Un vaso de agua, gracias.
Su amabilidad me extrañó. Nunca antes había sido tan amable.
Me tendió un vaso.
—Necesito tu ayuda —dijo mientras se echaba una copa de vino tinto—. Necesito que me ayudes a elegir un vestido para esta noche.
Espera... ¿La gran Olivia White pidiéndome ayuda?
—Tengo una cita y no sé qué ponerme —aclaró.
—¿Tiene algo pensado? —quise saber.
—Subamos a mi habitación.
Su habitación estaba en el segundo piso, compuesta por una cama deshecha en el centro, con dos mesitas de noche a ambos lados. Por las ventanas panorámicas entraba mucha luz, iluminando el lugar sin necesidad de encender ninguna lámpara. Frente a ella, había un sillón tapizado en esmeralda y una pequeña mesita, donde alcancé a ver unas cuantas revistas de Love's Fashion. Seguramente ahí es donde se sentaba para relajarse después de un laborioso día de trabajo.
Abrió una puerta doble, dejando a la vista una gran variedad de vestidos de diferentes colores y larguras. Nunca había visto uno así en la vida real, parecía sacado de un cuento de hadas. Tenía varios estantes exclusivamente para los tacones. Tenía cientos, de diferentes marcas y estilos. También tenía uno dedicado a los sombreros, que estaban perfectamente colocados en hileras.
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Ni se te ocurra
Teen FictionMadison Clark, una mujer atormentada por su pasado en Washington, decide marcharse a Nueva York a cumplir su sueño de ser fotógrafa. Empieza trabajando para Olivia White, una de las mejores publicistas del estado. Un día conoce a Hunter Adams, un h...