Capítulo 8

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Una extraña sensación en el estómago me hizo levantarme de la cama con brusquedad e ir directa al cuarto de baño. Apoyada contra el retrete, expulsé el alcohol que ingerí ayer. La garganta me quemaba y los ojos se me volvieron vidriosos.

Me senté en el suelo sujetándome la cabeza, tratando de detener las vueltas vertiginosas que hacía el suelo. Después me cepillé los dientes varias veces para quitarme el amargo sabor a vomito de la boca.

Encontré mi reflejo en el espejo. Tenía una pinta horrible. El pelo enredado y unas ojeras que se podían ver a kilómetros de distancia. Ni siquiera podía mantener los ojos completamente abiertos... Me cepillé el pelo para quitarme los enredos que tenía, hasta dejarlo con un aspecto más o menos presentable. Con un poco de agua fría en la cara conseguí despertarme del todo.

Regresé a mi dormitorio. Apoyé el hombro contra el quicio de la puerta y observé cómo Hunter dormía a un lado de mi cama. Anoche se quedó nuevamente conmigo después de verme en condiciones vergonzosas. Y aún así, aquí estaba. Por alguna razón que desconocía, había vuelto a dormir conmigo por segunda vez. La única prenda que cubría su cuerpo era una fina manta de color blanco.

Se removió y abrió los ojos, despacio.

Su sonrisa se extendió en cuanto me vio.

—Buenos días —saludó, desperezándose—. ¿Te encuentras mejor?

—Mejor de lo que merezco.

Ayer me pasé con la cerveza y me comporté como una niña tonta. Y como de costumbre, debía darle las gracias al queridísimo marido de mi madre. Connor siempre aparecía en el momento menos adecuado para joderme, como si ese fuera el único motivo por el que levantarse cada mañana.

—¿Se puede saber qué pasó anoche? —preguntó. Se incorporó y apoyó la espalda contra el cabecero. Se restregó los ojos para terminar de despertarse—. ¿Por qué empezaste a beber de esa manera?

Me senté a su lado en la cama, con las manos sobre mi regazo. No sabía muy bien qué decir exactamente.

—Mi madre y su marido van a venir la semana que viene —solté.

—¿Y qué pasa? ¿No quieres que vengan?

—Yo... No quiero hablar de eso ahora, Hunter.

No iba a hablar de mi vida privada con un desconocido.

—Gracias por traerme anoche a casa —añadí.

—Para ser realistas, lo hiciste tú sola —sonrió—. Si no te apetece hablar ahora del tema, quiero que sepas que estaré encantado de escucharte cuando estés preparada. Anoche dejé una nota en tu escritorio con mi número de teléfono.

Asentí, sin apartar la mirada de sus ojos.

Se inclinó hacia mí, destapándose y dejando su erección matutina a la vista. Dibujó una sonrisa en modo de disculpa, pero yo no podía dejar de mirarla. Los primeros rayos de sol incidían en su rostro, otorgándole un aspecto tranquilo y despreocupado que me encantaba.

Hunter intentó levantarse, pero yo lo detuve. Mis dedos se movieron por su torso, sintiendo los abdominales bien prietos. Mis uñas dejaron marcas rojizas sobre su piel, hasta llegar a la cintura del bóxer. Hunter contempló cada movimiento con una media sonrisa.

Me senté a horcajadas sobre su regazo y acaricié su voluminosa erección por encima de la tela. Hunter gimió.

Introduje la mano bajo el calzoncillo.

Lo toqué. Estaba caliente y suave.

—Joder, Maddie —gruñó junto a mi cuello—. Es un sueño tenerte así encima...

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