Capítulo 9

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El lunes por la mañana, nada más despertarme, fui al cuarto de baño, sin darme cuenta de que Noah estaba dentro; él acababa de salir de la ducha por lo que cuando abrí la puerta, vi su cuerpo en todo su esplendor antes de que pudiera cubrirse con la toalla.

—Nena, podrías llamar —refunfuñó.

—Lo siento —dije—. No me había dado cuenta de que estabas aquí. Aunque tampoco sé por qué te pones así. Ni que fuera la primera vez que te veo desnudo. ¿Acaso ya no recuerdas aquella noche en la fiesta de Steven Duncan?

—Me gustaría poder olvidar esa noche, gracias.

Sonreí.

—¿Cómo te lo has pasado con Trevor?

Empecé a desnudarme y entré en la ducha. Abrí el grifo y dejé que el agua caliente terminara de despertarme.

—Bien —respondió mientras se lavaba los dientes—. No hemos parado de follar. Incluso echamos a su compañero de cuarto porque no podía estudiar con tantos gemidos y golpes —escupió—. Me ha pedido que me quede con él en la residencia el fin de semana que viene.

—Entonces ¿vais en serio?

—Todo lo serio que se puede ir en pleno siglo XXI siendo gay. No, en realidad no hemos hablado del tema. Ahora mismo tampoco me hace falta definir la relación. Yo también quiero vivir mi vida de soltero al máximo —dijo en tono de burla.

—¿Me oyes reír? Porque me estoy partiendo el culo...

Mi tono sarcástico le sacó una carcajada.

—¿Cómo vas con Hunter?

—Bien. Creo. Supuestamente hemos quedado hoy.

—Guau. Tres días seguidos. Seguro que es un récord para él.

Se me escapó una sonrisa.

—Supongo que sí.

—¿Se ha vuelto a quedar a dormir?

—Sí.

Terminé de enjabonarme y me coloqué bajo la cascada de agua para aclararme.

—¿No decía que no dormía con ninguna mujer para no ilusionarla?

—Eso me dijo. Pero después de verme borracha no quería dejarme sola y se quedó conmigo. Y la verdad es que se lo agradezco. Anoche no me apetecía estar sola.

La noticia de que mi madre y su marido iban a venir a Nueva York me había hecho más año de lo que pensaba. Sabía que tarde o temprano volvería a ver a Connor, pero siempre lo veía como algo lejano, algo que si podía iba a tratar de evitarlo.

—¿Y por qué te emborrachaste?

Aparté la cortina. Cogí la toalla que Noah me tendió. Me envolví con ella a la altura del pecho y me eché el pelo hacia atrás para quitarme el exceso de agua con otra toalla.

—Mi madre me llamó para decirme que este martes Connor y ella vienen a la ciudad y quiere comer conmigo.

—¿Con Connor? No. No puedes comer con él.

—Él no va a estar. Tiene reuniones de trabajo.

Noah apretó los puños con fuerza a sus costados.

—¿Y cuánto tiempo van a quedarse en Nueva York?

—Ni idea —exhalé—. Espero que no mucho.

—No me gusta que Connor esté tan cerca de ti.

A mí tampoco me gustaba estar en el mismo estado que él.

Ni se te ocurra Donde viven las historias. Descúbrelo ahora