Tras pasar por el restaurante y haber comprado algo de comida china, fuimos a casa. Dejamos las bolsas en la isleta de la cocina y cada uno fue a su habitación para ponerse algo cómodo.
Estaba exhausta. Desde esta mañana no había parado de trabajar, ir de un lado a otro con tacones, hablando por teléfono y organizando la reunión con la junta de Hugo Boss, y todo eso sin contar la estresante tarde de producción para tener las fotografías listas lo antes posible. Si no fuera por Peter, aún seguiría trabajando.
Los tacones me estaban matando los pies. Lo primero que hice nada más entrar por la puerta de la habitación fue lanzarlos por los aires. El frío suelo era reconfortante. Me quité la ropa que llevaba y la dejé sobre la cama. Saqué del armario un pantalón corto y una camiseta de tirantes. Después salí con la ropa y la eché en el cesto de la ropa sucia.
Noah también se había cambiado. Ahora llevaba solo una camiseta de tirantes y sus bóxers para dormir, sentado en la cocina y ojeando el teléfono. Seguramente estaba escribiendo a su nuevo amiguito.
Estábamos en pleno julio y hacía un calor de mil demonios. Y con el aire acondicionado estropeado, nos cocíamos aquí dentro. Me acerqué a las ventanas para abrirlas. Al menos la poca brisa que corría lo hacía más soportable.
—¿Cuánto nos queda para arreglar el aire acondicionado?
Noah se levantó y se acercó al tarro donde depositábamos dinero de vez en cuando para pagar al técnico del aire.
—¿Cuánto costaba? —me preguntó cuando terminó de contar.
—500 dólares.
—Tenemos 335... Todavía nos queda un poco.
Joder.
—Si la temperatura sigue subiendo de esta manera vamos a creer que estamos en el mismísimo infierno —bufé, haciéndome aire con la mano.
—Para que luego haya gente que diga que el calentamiento global no existe —dijo, haciendo una mueca.
Me levanté y abrí el frigorífico para coger algo de beber. El frescor que emanaba hizo replantearme seriamente si debería dejarlo abierto mientras cenábamos, pero deseché la idea al pensar en cómo afectaría a la factura de la luz. Saqué una botella de agua y la llevé junto con los vasos a la mesa de centro del salón. Noah llevó la bolsa con la comida.
Encendí la televisión. Estaban echando el último capítulo de The Big Bang Theory. Era una de las series favoritas de Noah, y la verdad era que a mí también me hacía mucha gracia las ocurrencias de Sheldon o la adicción de Jenny al alcohol.
—Qué pena que se acabe ya —comentó Noah.
Me llevé pollo Kung Po a la boca. Cerré los ojos, disfrutando del sabor. Hacía mucho tiempo que no comíamos comida china; cada vez que nos sobraba algo de dinero tras pagar las facturas, lo invertíamos para el arreglo del aire acondicionado. Sin embargo, como hoy era un día especial, merecíamos una cena especial.
—Al final no has ido a ver a la Doctora Brown.
—Lo sé —exhalé—. Pero con todo el tema del anuncio no me he acordado, y tampoco he tenido tiempo. Además, no creo que me haga falta ir. Me encuentro mucho mejor.
—Pero una visita tampoco te haría daño —insistió—. Así también podrías hablar de cómo te ha hecho sentir que Hunter no apareciera anoche.
—¿Qué insinúas?
—Pues que, aunque no quieras admitirlo, Hunter te gusta. Aunque solamente sea un poco. Por eso sé que te ha dolido que no se pasara por aquí anoche.
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Ni se te ocurra
Fiksi RemajaMadison Clark, una mujer atormentada por su pasado en Washington, decide marcharse a Nueva York a cumplir su sueño de ser fotógrafa. Empieza trabajando para Olivia White, una de las mejores publicistas del estado. Un día conoce a Hunter Adams, un h...