❛03❜

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— ¿Será que ya me puedo ir?—pregunté por tercera vez, con la ladilla a mil.

A estas alturas se me hacía más interesante la mosca afuera de la ventana que las mismas palabras de la coordinadora, que no se cansaba de repetirme lo mismo y ya llevaba media hora en la oficina de Control de estudio.

— ¿Entendió?

—Sí, sí...—respondí, aunque sinceramente lo único que había escuchado era que si llegaba tarde dos veces más hablaban con mis señores padres.

Del resto no le paré bolas al discurso innecesario de veinte minutos o más.

Le hice una seña a ver si me podía ir y me respondió con otra señalando la puerta, sin quitarme la vista de encima, así como cuando te quieren echar maldeojo, bueno. La verdad es que esa señora me había agarrado rabia el primer día de clases, de una. Nada más porque un sapo le fue a decir que me encontró chanceando con la hija. No era mi culpa que la caraja estuviera demás de buena y que desgraciadamente fuera hija de la mandamás.

Malaya suerte que me tocó a mí.

Es más, sería menos desgracia que fuera la mismísima hija de Maduro.

— ¿Qué pasó marico, por fin te suspendieron de esta vaina?—interrogó Namjoon una vez que me alcanzó por el pasillo.

—Ya quisiera yo... ya quisieras tú... ya quisiéramos todos...

Íbamos en camino a la puerta principal de la universidad, ahí se juntaba nuestro combito de puras lacras. Echábamos vaina de cualquier cosa, nos buceábamos a las chamas que se ponían a caminar por ahí, jodíamos a los coquitos que justamente se ponían a estudiar sentados en una mesa cerca de ahí, y quedábamos al lado del pana que vendía comida afuera.

—Marico, a que no adivinas qué—hablé hacia Namjoon.

—Qué fue.

—Justamente hoy traigo unas ganas arrechas de tomarme un nestea. Y justamente tú que eres mi pana estás aquí.

Lo miré todo amable y marico con tal de convencerlo para que me brindara un vaso de esa joyita de bebida. El del kiosco vendía uno que no jugaba carrito.

—No seas pajúo tú.

—Anda ahí, guevón. Tú eres mi pana del alma, vale, no me vas a dejar así aguantando sed.

—Hoseok, sácate ahí la paca, porque yo no le pienso brindar—mandó al otro que se comenzó a reír como si le hubieran contado el chiste del año.

—Ya juró. Busca manera de gastar tu plata, nojoda, la que según tú te ganas, no seas pichirre.

—No me vas a creer que ya los gasté...—murmuré con la intención original de que no me oyera, pero lógicamente lo hizo y todos se echaron a reír.

—Naguevona, vas a tener que dejar el vicio con las barajas, vas a terminar mendigando agua en la esquina.

Siguieron chalequeando y sacando posibles hipótesis acerca de cómo iba a terminar yo si seguía gastando mi sueldo en pendejadas. Mientras que yo seguía viendo afuera de la reja del portón, donde la gente con plata iba y se jartaba de hasta cuatro vasos de nestea, y uno aquí de vaina que babeando.

Tenía la mirada perdida como un gafo en el puesto de nestea, como si así fuera a hacer que un vaso mágicamente fuera a volar hasta mis manos.

— ¡Despáchame uno, por favor!—escuché que me gritaron en la patica de la oreja, qué abuso.

Volteé a ver pero me llevé la sorpresa de que era el mismo pajúo del cyber y el mismo que se sentó en mi puesto hoy, ahora estaba aquí al lado mío buscando que le pararan bolas. A este marico como que le gusto que me anda persiguiendo.

— ¡EPA, UN NESTEA!—volvió a gritar con más fuerza.

Me dieron ganas de reír que el chamo que vendía el nestea ni lo volteaba a ver. Así de nulo es.

— ¡Jimin, este no me para bolas, nojoda!—gritó viendo a otro que estaba por ahí, rindiéndose y dejando de llamar.

Al parecer lo habían mandado a comprar pero tan nulo era que ni para eso servía. Pobrecito.

—Épale pana, pásate uno ahí para este carajito—tuve que intervenir en el beta, llamando la atención de mis convives que habían estado hablando.

Me atendió y me pasó el vaso lleno de esa bebida, que bendito sea el sin oficio que lo inventó. Entonces se lo pasé al chamito que quería que lo atendieran sin tener buenos resultados.

—Toma, busca manera de avisparte—sugerí de mala manera y con seriedad, mientras él agarraba el vaso.

—Gracias—respondió sonriendo, después volvió a pedir otro una vez que tenía la atención del vendedor.

Los pagó y ahora tenía dos vasos de la majestuosidad líquida. Pero lo que me extrañó fue que uno de esos me lo dio a mí.

—Como a ti te gusta que te brinden... bueno—comentó y se fue, sin quitar la sonrisa.

—Naguevoná de leche que tienes tú, mardito—declaró Namjoon a modo de juego.

— ¿Ahora tienes un culito en primer año, entones?—burló Hoseok, riéndose también.

— ¿Qué culito, tú eres loco?... yo tampoco entendí qué le dio a este marico. Pero hay que aprovechar.

Y me jarté esa vaina sin ningún remordimiento, cuando a la gente le da la gana de gastar sus riales en ti, aprovecha, no seas pajúo.

Lacra meets Pajúo ↠ yoontae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora