❛28❜

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Eran pasadas las cinco de la tarde, nunca había tenido un fin de semana más muerto, ahorita estaba en mi cuarto full concentrado jugando el nivel 8 de Súper Mario en el Nintendo de mis primitos. Porque ajá, el Play y el Xbox son vainas de sifrinos. Yo me quedaba con lo clásico.

Eso significaba: uno como es pelabolas le toca el nintendito pues qué más.

Podría estar durmiendo, cómo no, relajao. Pero no podía. Me estaba matando el pensar en qué sería de mi vida social en el próximo par de años que me faltaban en la universidad. Qué sería de mí sin mis jalabolas.

Me estaba reprochando a mí mismo el ser tan marico. Ahora que había peleado con mis convives, no sabía qué vergas iba a ser de mí, me preguntaba si me iba a convertir en un guevo caído asocial como los que estudian con nosotros.

—Coño e la madre. Mardita sea esta jodía, nojoda.

De repente el vibrar de mi teléfono en el bolsillo me asustó y me hizo ignorar uno de los coquitos negros inmortales que pasaban, impidiendo que brincara y haciéndome perder una vida. Por suerte me quedaban cien más, porque ajá, lacra que jugó Súper Mario alguna vez se hace respetar si sabe agarrar la famosa vida infinita.

Puse pausa cuando se reinició el nivel y revisé los mensajes.

Nunca antes me había alegrado tanto que me llegara un mensaje del marico de Hoseok.

Hoseok tu Solecito marico:
Qué haces? 05:29pm

Min Lacreaux:
La paja en nombre tuyo 05:31pm

Hoseok tu Solecito marico:
Me alivia que no estés arrecho conmigo 05:32pm

Min Lacreaux:
Yo no he dicho nada, pajúo 05:35pm

Le escribí así para cagarlo o tal vez hacerlo picar. En realidad no estaba arrecho con él, después de todo y como dije antes, este jalabolas siempre ha sido el más fiel y no se lo podía negar. Por lo menos siempre me iba a quedar Hoseok, aunque a partir de ahora fuera un renegado de la sociedad de los lacras, bueno, siempre me podía juntar con él a echar vaina y hablar paja de nuestras vidas, a echar chismes, a lambucearnos la comida entre los dos y a reírnos de la patria. Y mientras tuviera eso, lo demás —y los demás— me importaba una verga.

Las siguientes horas pasaron en eso, yo pasando el último bendito nivel y hablando paja por mensajes, mi primito diciendo que ya se iban y desconectándome el aparato cuando estaba a nada de matar a Bowser y encontrarme con la princesa, yo maldiciéndolo en un susurro, y después volviendo a mi miserable fin de semana absorto de aburrimiento.

Luego Hoseok me mandó un mensaje invitándome a salir con ellos el 31. Como era costumbre de nosotros de salir en grupo a la calle en la víspera de año nuevo, darnos el feliz año entre nosotros y después regresar a nuestras casas a jartar. Y a darle también el feliz año a la gente de uno, claro.

Me reí cuando me acordé desde cuándo lo hacíamos y el porqué. Resulta que surgió hace como cinco años o más, cuando Hoseok nos dijo que no encontraba cómo hacer para no llorar todos los 31 si su familia no pelaba un año sin poner la gaita de Faltan cinco pa las doce, entonces estuvimos de acuerdo en que uno no podía no sentir ganas de llorar, nosotros también viendo a las mujeres y a los carajitos llorando como mongólicos por el año que se nos fue. Así que cuadramos para salir entre nosotros, joder por ahí, y después regresar cuando ya todos se hayan limpiado los mocos y hayan superado su momento de berrear, chillar y ser llorones y pajúos.

Sin embargo, por primera vez no sentía ganas de salir. No tenía cara para verlos a todos otra vez después de aquel show. Le escribí que posiblemente no vaya a ir, que no me esperen. Se sorprendió tanto como yo mismo.

Se acercaba el 24, y como en esos días iba a estar sin oficio en mi casa, exceptuando pintar la casa, montar las lucecitas, limpiar, ir a comprar que si los ingredientes para la cena navideña y esa paja, quería ponerme a hacer algo productivo. Y considerando que en enero íbamos a volver a clases en las primeras semanas, considerando la amenaza de mis papás porque me pusiera las pilas en los estudios, iba a hacer algo que creía improbable: iba a estudiar. Me iba a organizar un poquito en esta semana, mis tareas pendientes, mis materias casi raspadas e iba a aprovechar estas vacaciones para ponerme al día y medio estudiar.

—Coño, qué peo estar arrecho uno con sus panas...

—Aaay, pobrecita vale, está en depresión sin amigas, ¿no tienes con quién chismear de guevos? Coño, qué vaina...—chalequeó mi primo, de salio como siempre, ya que lo que había dicho era para mí.

—Te voy a dar un solo coñazo, plasta. ¿Por qué eres tan metio, verga, te pica ese culo?

—AJÁ Y ENTONCES, YOONGI. LE VOY A DECIR A TU MAMÁ PARA QUE TE ENJUAGUE ESA JETA CON CLORO Y JABÓN LAS LLAVES. HAY QUE VER ESTOS MUCHACHOS, AH. ESO ES LO QUE APRENDES EN LA CALLE, MÁS NADA.

Se me había olvidado que en estas fechas siempre venía la familia. Y siempre venía la tía ladillosa hija de puta metiche y salía como ninguna. Qué peo.

Lacra meets Pajúo ↠ yoontae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora