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—Marico ¿puedes creer esa guevonada? Este año se nos jodió la caujara...

—Verga loco, ya no se puede ni comprar un mardito paquete de bombas de agua en esta jodía—seguí quejándome del precio del paquete que sostenía en mis manos.

—Compraremos huevos para ponerlos a pudrir y será lo único que le tiraremos a la gente, pues—propuso Namjoon, dejando el paquete que había agarrado en el estante.

Los dos salimos del abasto donde teníamos planeado comprar los materiales necesarios para joder y echar vaina en estas épocas de carnaval. Ya eran casi las seis de la tarde y el sol se estaba poniendo, por lo que decidimos ya dejar la vaina y regresar a nuestras respectivas casas, aparte de ladilla también nos agarró el miedo por el hecho de estar en una calle principal donde hay más motorizados que transeúntes.

—Chamo... ¿y si le choreas las vainitas a alguno de tus primos? Digo, esos son carajitos y todavía les consienten los caprichos de jugar carnaval—comenté.

—No sí, será pa que mi tía me zampe severo coñazo, mira que esa es la rica que es bien pipirinais y bien delicada. A esa ni la volteo a ver, sapegato—reprendió viendo para arriba con miedo.

Ahora me tocaba seguir pensando en cómo hacer para conseguir las benditas guevonadas para mojar a la gente, no importaba la situación del país, la tradición no se podía perder.

—Bueno marico, hasta aquí llego contigo. Pila porque mañana es la defensa del beta que nos mandaron en parejas, lógicamente que vamos a raspar porque a mí se me olvidó hacer los planos que Hoseok me encargó... pero te aviso porque soy buen pana.

Me reí por el comentario de Namjoon, todavía no entendía cómo estos dos lograban pasar el semestre, luego me acordaba que yo era igualito y se me pasaba.

—Coño, gracias, mano... nos estamos viendo, convive.

Se despidió y cambiamos los rumbos, yendo en caminos separados cada uno. Me puse a patear una piedrita y también a evitar pisar las madres grietas que habían en la acera, mosca no fuera a pisar mal o tropezarme, cayendo como el mismo pendejo. Deseaba en voz baja con cada paso que ojalá me apareciera un billete de cien mil enfrente, pero por supuesto nunca pasó.

De pronto choqué con una persona y el cielo se me iluminó.

Y se me paró... el corazón... y algo más.

—Ay...—siseó la chama con la que tropecé.

Tenía el pelo corto hasta los hombros, una cara demasiado bonita, limpia y perfecta como para ser de estos lares, y un cuerpazo que no jugaba carrito. Estaba buena pero tenía una expresión de inocencia que parecía que no lo sabía.

Y si no lo sabía yo se lo podía decir.

—Disculpa vale, no me fijé... ¿te duele algo?—pregunté cuando me percaté de que se estaba agarrando el brazo como con dolor, y cómo no, si de vaina me la llevo por delante.

—Estoy bien...

Subió la mirada y me sonrió en lo que me vio. Si de por sí ya me parecía linda, ahorita que me sonrió me parecía bellísima. Bendito sea Simón Bolívar padre de la patria grande por alegrarme el día con esta belleza que me mandó.

—Para mí estás más que bien...—declaré en tono presumido y sacando a relucir el chancero que llevo dentro—princesita bella...

Con el piropo que le lancé puso una cara de repulsión monumental. Incluso iba a preguntarle si es que el fantasma de Chávez se le apareció enfrente de mí por la expresión que hizo.

Y entonces me percaté de que era una sifrina en grados impresionantemente altos.

Y entonces le puse su misma expresión.

—Ay no, dale para allá, bicho malandro. Tipo que yo no cuadro con chinos tierrúos como tú. Chao contigo.

Se acomodó la ropa indignada y me pasó por un lado para caminar lejos de mí. Yo volteé y me le quedé viendo, el indignado debería ser yo, que no me venga a joder.

—Bueno, merwebo chica—grité lo suficientemente alto como para que me escuchara y una vez que lo hizo me respondió sacándome el dedo, aún dándome la espalda—. Cayeras en un hueco, coño e' tu madre.

Lo último sí lo dije susurrando, porque la gente dice que si alguien más escucha tus deseos, no se cumplen. Entonces ajá.

Me volteé luego de finalizar mi trabajo de desearle a la gente que se cayera en cloacas y terminé llegando a mi casa. Tenía decidido jartarme unas panquecas bien criminales, pero cuando entré a la cocina sonó mi teléfono anunciando un nuevo mensaje. Revisé de quién era y leí lo que decía.

Y releyendo varias veces el aviso de que estudiara para lo de mañana e incluso el nombre del punto que me había tocado fue que se me prendió un bombillo en la cabeza.

—Ya sé con quién voy a cuadrar pa' que me ayude a joder la vida de la gente—declaré riéndome sólo y viendo el nombre del contacto.

Lacra meets Pajúo ↠ yoontae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora