❛02❜

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Como todos los días del mundo, yo iba llegando tarde a la primera hora de clases. Pero como yo soy de fresco, no me importaba un coño porque siempre arreglaba con el profesor para que no me hiciera un acta. Casi me fui de jeta cuando crucé en el pasillo, justamente hoy la mamagueva que limpia se antojó de echarle cera en exceso al piso.

— ¡Épale, Yoongi!—escuché que gritaron mi nombre desde atrás, así que antes de entrar al aula me volteé.

—Háblame, causa—saludé a Namjoon, que venía en mi dirección.

—Verga, loco, ¿desde cuándo tú estudias así?—preguntó en tono de chalequeo mientras señalaba el verguero que yo traía encima.

Porque ahí estaba yo, por primera vez en la vida cargando con dos trabajos, una lámina, un ensayo y los planos que mandó el viejo.

Ahí le expliqué al marico, mientras nos acercábamos a la puerta del salón, que me habían puesto un ultimátum después de que raspé cuatro materias el semestre pasado, si seguía así en la universidad me mandaban a alistarme en la Guardia. Bien bueno.

—Esto no es raro, usted llegando a esta hora, hijo...—se quejó el profesor cuando entré relajado como si no estuviera llegando casi que una hora tarde.

—Lo que pasa es que había una cola arrechísima en la avenida, señor profesor... no es mi culpa que cada vez estemos peor en esta vaina—metí la excusa.

—Primero, de cuándo a acá usted tiene carro para inventarse lo del tráfico. Segundo, ¿qué le he dicho de las groserías en mi clase?

— ¿Me va a dejar sentarme?—pregunté ladillado.

Accedió e hizo una seña para que me fuera a sentar, en el último pupitre, como siempre. Porque me daba arrechera sentarme adelante donde se sentaban aquellos que vivían pendientes de que si hoy hay examen, que si no hay, que la sanción, que la defensa, que la investigación. Por eso me sentaba atrás donde estábamos los que nos la pasábamos chalequeando a los demás, hablando paja y maldiciendo una que otra vez a algún profesor o a Maduro.

Pero cuando iba yo caminando por la fila e iba a poner libremente mis cosas en la silla, resulta que un especial me había agarrado el puesto.

—Más o menos tú... párate, hijo—ordené empujándole el pie con el mío para que me parara bolas.

— ¿Cómo?—respondió cuando se dio cuenta de que alguien le hablaba.

Entonces ahí me apareció en la mente la imagen de la cara de este carajito. Ya lo había visto el otro día en el trabajo, es uno de los tres chamitos de primer año que fueron aquel día. Me acordé de que en esa sección hay algunos coquitos que ven las mismas clases que yo por ser "avanzados" o no sé qué otra vaina.

Cómo no acordarme de aquel muchacho pajúo.

—Que te quites de mi puesto, muchacho marico.

—No sabía que habían puestos fijos aquí...—habló sin dejar de sonreír como el propio marico. Hasta parecía que yo le gustaba de tanto que me sonreía, a vaina.

—El mío sí es fijo, pues. O te quitas o te quito...—amenacé al ver que el carajo no tenía intenciones de levantarse.

—Tampoco te arreches, está bien... siéntate.

Recogió sus cosas y se paró para cederme la silla. Se fue a sentar a otro pupitre más allá y cuando me le quedé viendo el chamo todavía sonriendo y con cara de pajúo.

—Ay vale, chamito...

Lacra meets Pajúo ↠ yoontae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora