Domingo 23 de septiembre
—¿Qué les pareció el pueblo?
Esa señora nunca deja de hablar y me mira como si esperara algo de mí.
—Es bonito, algo frío.
—¿Y a ti qué te parece Steph?
Arrugué la nariz, no me gusta como suena mi nombre en sus labios y tampoco me gusta como me mira "el niño bonito", supongo que es igual que su madre.
—No he visto casi nada, solo una cafetería.
—Sam puede darte un tour y presentarte algunos amigos. ¿Verdad?
—No creo que a ella le agrade la idea, padre.
Sam respondió por mi, todos me miraron, a pesar de la tensión iba a darles una negativa sin embargo mi padre les dijo que me encantaría conocer a más chicos de mi edad ya que había pasado la semana encerrada. El niño bonito puso una sonrisa burlona y desde ahí saqué dos conclusiones, que me iba a molestar un buen tiempo con eso y que mi padre había abierto demás la boca.
Cuando todos terminaron de comer recogí la mesa y lavé los platos, trataba de imaginarme en algún lugar tranquilo en el que todo me fuera bien y no tendría que preocuparme por nada. Creo que divagué mucho porque al abrir los ojos ya no tenía nada que limpiar.
Iba caminando de puntitas para no llamar la atención de nadie ya que las escaleras estaban en una esquina de la sala, que es donde se encuentran.
—Steph, muéstrale a Sammuel tu habitación.
Giré mi cuerpo, mi padre sonreía y a los invitados parecía encantarles la idea. No podía, mi habitación es mi pequeño espacio personal, cuando abría las puertas era mi mundo al que entraba. No dejaría que cualquier idiota entrase en el.
—No.
Parecían levemente sorprendidos, toda la noche han hecho lo que han querido conmigo pero no dejaré que tomen decisiones por mí. No entrará a mi habitación si sigue siendo un idiota.
Sammuel se paró del mueble y se dirigió hacia mí, sujetó mi muñeca y me jaló al segundo piso.
—¿Dónde es?
—Entre que te jodan y no te importa.
—Lo siento ¿Vale? Pensé que eras una niña rica que caería con cualquier idiota.
Asentí y caminé a mi habitación con él pisándome los talones.
—Esa es mi cama, esas mis ventanas, ahí están mis libros, música y cajas al costado de mi ropero.
Sam entró y pareció inspeccionar el lugar, cogió mis discos y los entreveró.
—¿Green Day?.—Preguntó
—Mi banda favorita.
—La mía también.
No le creí y el pareció darse cuenta ya que sacó su celular y colocó "Nuclear Family", siguió buscando hasta que se aburrió e inició con las cajas.
—¿Él es tu novio?
Alzó una ceja y me mostró el retrato.
Ahí estábamos Tristán y yo, me tenía cargada entre sus brazos, el fondo era la playa. En la foto parecíamos felices, nuestras caras estaban bastante cercanas. Muchos creían que nosotros eramos novios pero solo era una muy buena relación de hermanos o eso creía antes de que me dejara.
—Es un muerto.
Pareció pensar pero no le tomó importancia.
Se tumbó en el piso y abrió mi ropero, viendo todo lo que contenía: Polos, pantalones, poleras, shorts, vestidos y ropa interior.
—¿Tienes que ver eso?
—Te estoy estudiando Steph, silencio.
Reí por unos segundos, sé que no saldrá nada bueno de esto.
Mi primera impresión fue que era un idiota pero no sabía que grado de idiotez tenía, en conclusión uno muy alto.
Unos minutos más bastaron para que se apoyara en mi cama, me acerqué a él quedando extendida sobre el colchón mientras lo miraba hacia abajo.
—Eres desconfiada, te gusta la fantasía pero no los romances malos, eres débil pero no le permites ver esa faceta tuya a nadie y si lo hiciste antes te arrepientes, amaste a dos chicos en tu vida y no lo digo por tu hermano.—Señaló la fotografía.—Eres sexy cuando te lo propones, así que pienso que nadie te quitó a tu chico, eres sarcástica y un poco mandona, graciosa y bromista con amistades permanentes. Eres una de las mías Steph, una popular donde pises, llamas la atención de gente equivocada y eso no te gusta, tu aspecto hace que te tilden de tonta aunque no lo eres, las que tú creíste amigas hablaban mal a tu espalda por no poder ser como tú y es por eso que tienes más amigos hombres que mujeres, cuando le sonríes a un chico piensan que le está coqueteando cuando solo eres amable, prefieres evadir en ves de corresponder sentimientos. No somos tan diferentes, como piensas.
No dije nada solo lo miré a los ojos y supe que no mentía, él sabe como me siento. Y quizá él pueda
—Te puedo ayudar
No me bastó más para lanzarme a sus brazos.
—Entre idiotas nos tenemos que ayudar.—Su voz chocó contra mi cabello.—Conocerás a más como nosotros, amigos de verdad, te lo prometo.
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Bailando con bestias
Teen FictionCuando llegué a ésta ciudad creí que nada podía asustarme pero no pude estar más equivocada. Él empezó a ser mi peor miedo, sus regalos, sus cartas grotescas y amenazantes, me persigue a todas partes, tiene una estatura intimidante y cree poder pose...