Capítulo 10

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Jueves 27 de Septiembre

Steph

Ayer por la tarde había ido a casa de los gemelos por el trabajo que nos habían dejado en clase, avanzamos todo con la ayuda de los demás, fue interesante ya que pensé que todos eran de otro rango.

Las caras engañan y yo lo aprendí a la mala.

—Bebé.—Gritaron a mitad del pasillo.—Rojo.

Giré un poco, sujetando mi mochila. Azul corría hacia mí con esos aires de coquetería que—yo creo—siempre tiene.

—¿Acaso estás sorda rojo bebé? Prácticamente te estuve llamando desde que entraste al colegio.

—Oh, lo siento Azul, realmente no te noté.

—Hieres mis sentimientos y yo que pensé que podríamos ser una pareja.

Colocó la mano en su corazón dramáticamente, como si en realidad le doliera.

Me hizo recordar cuando niña, estaba jugando con mi abuelo materno y empezó a agarrarse el corazón de forma frenética, al día siguiente estaba muerto. Claro, en ese entonces tenía cinco años y no sabía el significado de un infarto.

—Y otra vez me estás ignorando, Rojo bebé.—Suspiró.—¿Sabes? En el grupo nos shippean dos de cuatro.

—¡Azul! ¿Quiénes son los locos que piensan que me metería con una desgracia coqueta andante?

—Negro y Plateado.

—Ya veo, lástima, me gustaba Negro.

—¡¿Qué?!

El timbre suena, como siempre me despido con una mano y me voy corriendo hacia mi salón de clases. Sería incómodo tener que verlo por más tiempo, pero sobretodo si llega a hostigarme por más tiempo del necesario.

No sé en qué me he metido.

*¨*¨*¨*

Las dos primeras horas de clase fueron realmente aburridas, las ciencias sociales no son mi fuerte, Dorado(Ethan) se me acercó junto a Plateado(Jasson) parecían un poco nerviosos en su caminar.

El profesor había salido por cambio de horas y lo agradecía internamente, ahora vería al sexy profesor de Religión que podría convencerme de amar más a Dios—Ojalá—, en un salón privado.

—Bebé.—Los dedos de Plateado iban y venían.—Esto es algo incómodo para nosotros ya que nunca habíamos tenido a una chica en el grupo pero...

Dorado suspiró frustrado y prácticamente me gritó frente a toda la clase.—¿Te gusta negro?

Los miré intercalándolos, al parecer Azul es un soplón que no soportó ni una insignificante bromita sino que ellos creían fielmente que es cierto, ¿Habrán apostado?

—¡Rojo!.—Gritaron ambos, empecé a escuchar vocecitas por todas partes.

—Me puede gustar quien sea y a ustedes no tendría que importarles, están haciendo un drama por las palabras de Azul.

El profesor llegó y los chicos regresaron a sus asientos, mientras me derretía internamente por él lanzándole palabras calientes desde mi mente. Como he dicho, un profesor de Religión, no creo que si quiera volteara a verme, y si lo hiciera solo sería para definir dudas sobre su curso. Maldita sea mi posición de estudiante—suspiro—,  para resumir ésto no es de Dios.

Luego de haber pasado la mitad de la clase prestándole atención, hubo una sensación de incomodidad en mí que no se iba, sentía como el aire me faltaba poco a poco, esto no me gusta, desde que llegué a este pueblo siento esto.
En la casa, cuando miro por mis ventanas, cuando camino, la sensación de sentirme vigilada cuando estoy en el colegio me siento aterrada si estoy sola. Disimuladamente miro a todos mis compañeros pero nadie me mira, de un momento todo desaparece, como si hubiera salido niebla.

Esto no me gusta.

—Señorita Layian, ¿Podría decirme cuales eran los doce apóstoles?

¿Los doce? Apenas y me sé tres.

El sexy profesor me mira insistente, siento mis orejas rojas y trato de taparlas con mi cabello y aunque sé que no servirá de nada miro al cielo esperando que la bendita respuesta me caiga.

Y como si fuera divino se me ocurre algo.

—I'm very sorry teacher, i don't speak Spanish. Better luck next time.—Y levanto mis dos pulgares mostrándole una sonrisa bien grande.

Algo incrédulo vuelve a su registro para luego mirarme de nuevo.

—Muy graciosa Layian, mejor suerte a mi próxima clase.

Silenciosamente recojo mis cosas escuchando algunas risitas ocultas, salgo del salón y no sé exactamente dónde dirigirme.

Voy vagando por los pasillos arrastrando mis pies y bufando de mi mala suerte, maldiciendo al profesor. El tiempo pasa de corrido gracias a que sigo caminando y hablando entre dientes insultando hasta a mi compañero de mesa por no decirme ningún nombre.

Escucho un paso atrás mío.—¡Dejen de seguirme chicos! Necesito estar sola, necesito pensar. Plibek's.

Corro para que pierdan mis pasos, ellos no tiene nada que ver éste es mi problema así que tengo que resolverlo sola, no necesito su ayuda.

Después de un largo tiempo un sonido agudo hace que deje de lamentarme para ponerme alerta, pareciera que estuvieran arrastrando algún metal, miro hacia atrás pero no hay nada, sigo caminando con precaución y el sonido vuelve. Me sostengo de la pared temblorosa dándome valor sigo caminando a paso apresurado, no sé dónde estoy, no había visto estos pasadizos nunca ya casi no hay luz.

¿Por cuánto tiempo exacto estuve deambulando?

Lo más desesperada busco alguna salida pero esto es el final, el sonido de diferentes pisadas y risas me llega a erizar los vellos de mis brazos.

—¡No es gracioso!

Los pasos y la risa siguen por un buen tiempo hasta que se detienen de golpe, trato de regular mi respiración exagerada y de pensar claro. Esto es la broma de algún idiota.

Cuando creo que ya me he tranquilizado me doy cuenta que estoy escondiendo mi cabeza entre mis piernas, llorando. Saco mis manos de a poco y las apoyo contra el suelo, alzo la cabeza para encontrarme con la puerta de al frente semi abierta, todo está oscuro y no logro diferenciar nada, pero hago un esfuerzo y escucho otra respiración.

Lloro aún más fuerte, ya no quiero estar aquí, quiero estar en casa, con mi padre abrazándome diciéndome que soy fuerte y que mi mente está jugándome una pasada, que estoy loca.

La puerta hace otro ruido agudo, alzo la cabeza y entre la oscuridad veo un ojo viéndome fijamente, la puerta se sigue abriendo pero no soy capaz de quedarme por más tiempo con la poca cordura que me queda me levanto y empiezo a correr por donde vine, no es hasta que la luz me choca que caigo de rodillas pero no me importa, me pongo de pie otra vez y sigo corriendo mientras lloro. En los restantes minutos seguí cayéndome pero me trataba de levantar como fuera posible, no quería que me alcanzara.

En algún momento supongo que el timbre sonó porque los profesores y alumnos empiezan a salir de las aulas, cuando veo mi clase, a mi profesor y a mis compañeros viéndome es que dejo de correr y caigo al piso de golpe.



N.A

Sé que no he actualizado en casi dos semanas pero lo recompensaré.

Es promesa.

Bailando con bestiasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora