Jueves 27 de septiembre
Mika
Azul ya me había contado sobre la pequeña plática que tuvo con Rojo, desde que Verde lo escuchó había estado analizando todos los parámetros de la cordura para ver si eso podría ser cierto.
La verdad sé que no es cierto y solo lo dijo para zafarse de Azul, a veces puede ser algo insistente.
En momentos como estos es que lamentaba no estar en la misma clase de los gemelos y ella.
—Tengo dos conclusiones.—Susurró Verde llamando nuestra atención.—Ella realmente está loca o muy desesperada.
Golpee mi frente y Azul rodó los ojos.
—Infantil.—Dijimos al mismo tiempo.
—Ordenen sus cosas chicos, terminamos la clase de hoy.
Al sonar la campana fuimos unos de los primeros en salir del aula, íbamos empujándonos como siempre cuando una chica golpea suavemente mi hombro para en unos metros más adelante desplomarse en el piso.
Me acerqué corriendo hacia ella, a su alrededor la gente se amontonaba y murmuraba cosas, una chica de cabello rizado le dio la vuelta sujetando su cara, los alumnos se empujaban para ver quién es y me aventaron fuertemente hacia atrás.
—Es Steph.
Las personas se fueron alejando sutilmente, dando pasitos hacia atrás sin dejar de verla.
Sus piernas están encimadas como si hubiera tratado de taparlas al caer, tiene raspones en diferentes partes, su falda roja está manchada de tierra y un poco alzada, su blusa blanca estaba algo rota, el blazer negro ahora era de un plomo intenso en la parte baja y su corbata estaba a nada de deshacerse. Los profesores entraron a la escena, la veían como nosotros lo hacemos, examinándola. El profesor Romero se agachó y sujetó su espalda y sus piernas, alzándola. Sigiloso, me acerqué tocándole el hombro.
—Yo llevo a Rojo.
Sin que diga nada se la arrebato de sus brazos y la llevo a la enfermería, los chicos van siguiéndome pero no los quiero cerca.
Apresuro el paso, casi estoy corriendo tan rápido como puedo, cuando llego la acuesto en una camilla y cierro con seguro la puerta. Se supone que ella estaba con Dorado y Plateado.No la cuidaron.
—¡Negro!
—¡Abre la puerta, negro!
Sus gritos hacen que me salga de mi zona de concentración, empiezan a alterarme. Cojo una silla y la atranco en la perilla, por lo menos no podrán abrirla en un rato más.
Con los ruidos atrás de mí, observo a Rojo, hay sangre cubriendo sus piernas. No pensé que eso también le sucedería. Dios, se parece tanto a ella.
—Que te hicieron Rojo...
Curo todas sus heridas con alcohol y vendo su brazo izquierdo, el sonido de la puerta siendo golpeada sigue mientras acomodo sus cabellos perfilando su rostro, ella no se mueve, su respiración parece puramente superficial. Sigo limpiando su labio, al parecer se ha caído un par de veces de cara, reviso su cuerpo más a fondo y paro cuando ya no veo nada.
—Negro, por favor abre ya no se escucha nada ahí, adentro. Su padre ha venido y no creo que le haga gracia que no le dejes ver a su hija.
Suspiro forzado, Plateado tiene razón.
Abro la puerta dejándoles entrar y me siento de nuevo en la silla al costado de la cama de Rojo.
Nadie dice nada y así es mejor, después de unos minutos llega un hombre de cabello castaño, de la misma estatura de los gemelos y unos ojos azules intensos.
—Sammuel Sedroa.
Creo que todos ya sabemos que pasó.
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Bailando con bestias
Genç KurguCuando llegué a ésta ciudad creí que nada podía asustarme pero no pude estar más equivocada. Él empezó a ser mi peor miedo, sus regalos, sus cartas grotescas y amenazantes, me persigue a todas partes, tiene una estatura intimidante y cree poder pose...