Capítulo 4

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Lunes 24 de Septiembre

Steph.


—¿Estás segura de que puedes ir sola?

—No iré sola, Sam vendrá a por mi.

—El primer día de clase siempre es horrible, no dejes que nadie te moleste.

—Viví con Tristán durante 17 años papá, sé como defenderme y si eso no te convence tengo el gas pimienta que me regalaste.—Arrugó su frente, pero igualmente abrí la puerta.—Y si todavía eso no te convence tendré a un mastodonte que por si no fuera poco lleva las mismas clases que yo.

—Supongo que ese mastodonte soy yo, no se preocupe Señor Layian, ella estará bien.

Me reí de su ocurrencia, le di mi mochila y la cargó todo el camino. No tenemos licencias por ser menores de edad y no podrían llevarnos nuestros padres, así que la opción—Única—es caminar hasta la parada de autobús.

Estaba notablemente nerviosa, he sido la nueva solo una vez en mi vida y ese día mi hermano estuvo conmigo hasta que hice amigos. Sam se encarga de decírmelo cada cinco minutos y eso me pone peor.

—Te va a gustar, ya verás.

—¿Será diferente a mi otra escuela?

—No lo creo.

La charla se había acabado, subimos al bus y me di cuenta de algunas cosas, como por ejemplo: Había tomado confianza con Sammuel, el colegio no estaba tan cerca, algunos de los chicos me veían sin disimulo y que Sam es algo celoso.

Las miradas que me dedicaban taladraban mi cuerpo pero había una en particular que me daba escalofríos, no giré a verlo, me daba miedo.
Sam miró a todas esas personas y puso un brazo alrededor de mi cintura. Quería gritarle que me sueltara, sin embargo, esa sensación de miedo y de ser vista se había ido.

El bus paró, y supuse que ya habíamos llegado así que bajé tratando de que no me pisaran o que algún codo volará por mi cara, ya me había pasado antes.

—Bienvenida al instituto de Satanás.

—Exagerado.

Sonreí mirando a todos lados, la escuela no puede ser tan mala como parece.

Nos adentramos en el colegio y nos sentamos en una carpeta de dos, la clase estaba media vacía.

Nadie interesante.

Sam miraba su celular frunciendo el ceño, con mi dedo toqué su frente y fui dándole leves masajes para que desaparezca.

—Te vas a volver más feo.

Le aseguré, cosa que pareció asustarle—O al menos eso fingió—ya que puso una cara de espanto que automáticamente cambió por una sonrisa.

Pasaron las horas sentada en esa silla, me aburría. Hasta ahora he llevado dos cursos que definitivamente no aprobaría sin tener que rezarle a los dioses nuevos y antiguos. La boca del profesor no dejaba de moverse y sus ojos no se despegaban del libro, mientras que con la mano libre lanzaba y atrapaba una manzana, alcé la mano y toda su atención fue hacia mí por un momento me sentí intimidada, le pedí permiso para ir al baño y salí con paso elegante ante la mirada de todos, raros.

Sam estaba espantado, gesticuló un pequeño "te acompaño" pero es imposible porque el profesor no lo permitiría, están algo paranoicos aquí.
De camino al baño no podría pasarme nada, quizá perderme un poco pero igual llegaría al salón, otra vez.

Me guíe por algunos pasillos y temí perderme un poco, pero llegué. Siendo sincera no tenía ganas de hacer nada, simplemente quería un minuto de paz, sentía que me abrumaban.
Escuché dos voces, venían hablando de algo en particular, no tenía ganas de escuchar su conversación hasta que mencionaron a Sam. Me encerré en el último baño y subí mis piernas al retrete para que no me vieran.

—Melissa la matará antes de que ella puede decir su nombre.

—No me preocupa Melissa, me preocupa su ingenuidad y la de su familia, los padres de Sammuel son unos interesados, eso significa que su familia tiene dinero. Recuerda lo que pasó con Gya.

—Tienes razón, ojalá y sea un poco más inteligente que Gya.

Las chicas se fueron dejándome con muchas dudas, tendría que averiguar quién esa chica de una manera sutil.

Y si ese es su objetivo, he sido una estúpida.
Una estúpida que se vendió por palabras disfrazadas, por un rostro tierno.

Apoyé mi cabeza contra la pared fría y dejé soltar ese suspiro que he cargado por días pero mi manera de liberar tensión no funcionó. Me sentía traicionada, inútil e impotente. Iba a bajar mis piernas cuando escuché de nuevo unos pasos, la persona no duró más de diez segundos en entrar y salir del baño. Ciertamente me dio curiosidad, ¿Acaso se habrá confundido?

Con la certeza de que ya nadie estaba, abrí la puerta y me arreglé la falda, fui a acomodar mi cabello frente al espejo pero una nota de color rosa llamó mi atención.


•Un gato murió por su curiosidad, tenía demasiada información•

BAE.


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