Viernes 28 de septiembre
Steph
Abro los ojos de golpe, estúpida, como duele esto.
Tapo mis ojos como si eso fuera a opacar el dolor, claramente despertarme de golpe no ha sido buena idea. Trato de diferenciar figuras en mi habitación aunque no es nada fácil, todo está a oscuras, me paro y abro las cortinas de una de mis ventanas, la más cercana, sin embargo afuera está oscuro.
No entiendo, ¿Madrugada o noche?
Para cuando volteo veo la silueta de una persona, mi padre lleva unos lentes y pijama, también trae una taza en la mano.
—Pensé que despertarías mañana, ¿Cómo estás?
Lo miro tratando de entender sus palabras, mi padre nunca ha sido una persona misteriosa es más siempre ha sido más que directo. Los segundos pasan en silencio no es hasta que regreso mi vista hacia el paisaje del bosque en completa oscuridad que mis recuerdos me transportan otra vez al pasillo de la escuela.
Corro hacia el interruptor de luz y me veo al espejo, tengo un golpe en la frente y el labio algo hinchado.
—No está tan.—feo, horrible, escandaloso.—Mal.
—¿Mal? ¡Cuando fui al colegio estabas desmayada, nadie sabía que te había pasado! ¡La policía interrogó a ese profesor que te sacó del aula y se lavó las manos diciendo que no sabía que eso pasaría!.—Suspiró tocándose la frente.—¿Qué pasó Steph? Sabes que puedes confiar en mí.
Le quité la taza de las manos y empecé a tomarlo lentamente mientras miraba mis ventanas. No creo que sea bueno decirle, no me va a creer además pienso que solo se trató de una broma, una broma de mal gusto.
—Tus amigos se han quedado a dormir, lo permití porque no parecen tan imbéciles. Me fío más de ellos que de Sammuel, no lo quiero en ésta casa.
—¿Cómo...?
—Preocupados, solo duerme Steph, mañana será un día diferente.
*¨*¨*¨*
Escucho murmullos y por lo que parece no se van a callar en un rato más, me destapé y por el rabillo del ojo empecé a verlos amenazantes.
Los chicos estaban ahí, mudos, como si las palabras que decían hace menos de un minuto no tuvieran valor ahora.
Ridículo.
—Te... Tenemos, ah, que, umh...
—Verde, no estoy de ánimos ahora, por favor.
Todos se mantuvieron callados, es un silencio incómodo, apuesto a que he tenido momentos más incómodos que éste.
Como aquella vez que me escapé un fin de semana junto a mi hermano, Tristán, sólo para ver a la abuela. Como consecuencia una larga charla de reprendimientos donde no pudimos decir ni una sola palabra, una semana sin salir y un mes sin celulares.
Al parecer ésto no es igual a eso.
ESTÁS LEYENDO
Bailando con bestias
Teen FictionCuando llegué a ésta ciudad creí que nada podía asustarme pero no pude estar más equivocada. Él empezó a ser mi peor miedo, sus regalos, sus cartas grotescas y amenazantes, me persigue a todas partes, tiene una estatura intimidante y cree poder pose...