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El chico pelinegro se encontraba en su cuarto, leyendo como era de costumbre.
Cuando de pronto una peliblanca llego a perturbar su silencio.

-Hey! Anon, ¿que hay, hermano?-
-Ya callate, Pi. No pedí que vinieras, ¿acaso oíste tu nombre?- le respondió de muy mala gana el chico mas alto, su hermana solía llegar justo cuando el quería silencio, y ella no era de guardarlo.

-P..pues no...- contesto la chica, bajando la mirada.
-¿Entonces? ¿Algo esta mal?-
-no..-
-¿Estas herida?-
-n..no...-
-¿entonces? ¿Para que entras a mi cuarto si no es nada importante?- Le dijo el chico, por primera vez mirándola, pudiendo ver las pequeñas lágrimas en sus ojos.

-Tsk, no seas una llorona- bufo, volviendo a su libro -No llores por algo tan patético, no seas patética- le dijo, sin notar el daño que le hacia con cada una de sus palabras.

-H..hermano... D..dime que me quieres...- hablo la peliblanca, con voz quebrada y sin mirarlo
-¿Quererte..?- la miro, dejando a un lado su libro y parándose frente a ella, poniendo su mano en el hombro de la chica. -Por favor, ¿Como preguntas eso? La respuesta es obvia- Rió, regresando a sentarse.

-V..vale...-

La niña, de tan solo 14 años, corrió fuera del cuarto. Esperando que su hermano la siguiese y preparada para una pelea.. Pero.. No sucedió, el no fue por ella...

Pequeños relatos de una mente perturbadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora