Creo que eran más o menos las cuatro de la mañana, pasaditas.
Me encontraba terminando de arcomodar un par de acordes de una canción que nunca saldrá más allá de mi cuarto y justo cuando me quite los cascos atiné a escuchar como la puerta del balcón era abierta, escuchar el murmullo de una ciudad que nunca duerme y luego silencio de nuevo cuando los rieles sonaban al cerrar.Suspiré y sin siquiera verlo, supe que de nuevo estaba con insomnio y se había salido al balcón a pensar escuchando música triste, abrazando un peluche que ya no tenía el aroma que le gustaba.
Me levanté y deje que el programa rederizara, mientras iba a ver de nuevo al chico, tenía que ir a revisar que no se hubiese llevado la navaja. Pero no quería ser brusco, así que decidí hacernos un té de manzanilla para tomar mientras hablábamos del tema.
Añadí un par de sus galletas favoritas y me encamine al balcón.Cuál fue mi sorpresa al encontrarme al pilar menor, hecho un ovillo en la esquina de los barrotes y con los pies descalzos al aire. No llevaba audífonos, pero parecía no haberme escuchado para nada. Tuve que tocarle el hombro y dio un salto tan brusco que se mareó y se tuvo que sostener de los barrotes para no caerse.
-¡Wow! Tranquilo, solo soy yo- reí un poco cuando se estabilizó y me mostró una sonrisa débil detrás de su rostro enrojecido por el frío.
-Perdón, ni te escuché llegar- musitó con esa vocesilla que podía acunar a cualquiera y volvió a dirigir su mirada hacia la acera donde caminaban un par de personas.
-Crei que eras Noah, perdón. Traje su té favorito, no el tuyo-
Le dije mostrando la bandeja en mis manos con las dos tazas de té y el plato de galletas, mientras tomaba asiento a su lado haciendo una flor de loto y poniendo la bandeja en mis tobillos, de modo que el pudo tomar una taza sin problemas, y como es su costumbre dejo que el vapor que salía de esta le calentara un poco la cara antes de probar el líquido.-El está muy lejos ahora...- dijo una vez que dio el primer sorbo, dejando la taza de nuevo en la bandeja. Y decidí callarme porque parecía que quería decir algo más.
-No lo encuentro tan fácil, ¿Sabes?- continuó, sin despegar su mirada de la acera a unos veinte pisos abajo. -A veces solo está leyendo cosas de BNHA, otras fumando en ropa interior en el baño. Otras... Me lo encuentro en su cama, musitando su nombre con la navaja en las manos...- cerró los ojos, y yo conocía bien ese gesto. Reconocía la imagen de la cabra llorando con cortes recientes, y le dolía verle de esa manera.
-Dime...- decidí romper el silencio abrumador en el que nos habíamos sumergido, acompañados del sonido del viento y algunos coches pasar por la autopista cercana. El chico no había hecho más que tomar un poco del té, dejando que el viento le acariciara. Hoy no era una noche excesivamente fría.
-...¿La extrañas?-Parece que esa pregunta le tomó muy por sorpresa, y sus ojos abiertos me miraron con una expresión tal que parecía que se acababa de enterar de una noticia horrible. Sus labios heridos por mordidas, que a ese punto no sabía si eran suyas o del chico que cuidaba, se fruncieron e hicieron que sus dientes encajaran en una de las marcas que ya tenían, en sus ojos se acumularon lágrimas, y estás hicieron que el iris gris en ellos brillara con la luz artificial de la ciudad. Y puedo decir que vi a un ángel derramar un par de lágrimas, mientras su nariz se fruncía y su rostro se enrojecia más, apretó la taza en sus manos y sus pies se hicieron puntas por la tensión.
-La odio. - soltó por fin, me dejó la taza en los tobillos y se abrazó a si mismo. Su pequeño cuerpo se sacudía violentamente por los sollozos que le daba el llanto, y sus delegados brazos parecían en peligro de romperse por la fuerza inflingida.
Me quite la bandeja de encima y cargué al pequeño, no fue difícil acunarlo en mis brazos. La diferencia de altura eran suficientes para que él pudiera quedar acurrucado entre mis brazos y mi pecho, donde el pequeño canela se me acurrucó a llorar.
Mi corazón se estrujó. Tenía a un angel con el corazón roto, declarando a todo pulmón que odiaba a la persona que aún amaba. Que ya no podía cuidar de la catedral que sostenía, que era el pilar más débil y que por él se iba a caer todo. Que no servía ya, que había fallado, que le había fallado.
-Canela... Tranquilo por favor, no es culpa tuya- pude musitar con un nudo en la garganta, mientras sentía como su pequeño cuerpo se sacudía violentamente, y me daba la impresión de que si aplicaba demasiada fuerza en el abrazo, se me iba a romper en mil pedazos ahí mismo.
Lloró hasta quedarse dormido.
Lo cargué de nuevo al cuarto que compartían los pilares, y me encontré a un Noah con los audífonos puestos, la navaja en la mano y la playlist de música triste aún sonando. Lo revise superficialmente cuando dejé a canela a un lado, parecía no tener heridas recientes. Tomé la navaja y me la guardé en el pantalón.Los pude ver acurrucarse el uno en el otro, y me dio la sensación de que ahora solo se tenían el uno al otro. Que esa chica a la que yo le tenía resentimiento los había lastimado tanto, que yo empezaba a compartir la opinión de su mejor amiga. Esa que a escuchar solo su nombre mencionado por algún pilar hacia caras de asco.
Pero ella no comprendía todo lo que les ataba a su recuerdo, y como podían perdonarle todo el daño solo con unas pocas palabras.
-Yo también la odio.- Mi voz sonó áspera. Pero no podía evitarlo, estoy tan molesto con ella que no me importaría decírselo a la cara. Les hizo demasiado daño por un impulso con el cual ellos habían luchado tantas veces. Y ella se había rendido a la primera, y luego había tenido el descaro de molestarse con ellos por estar así de mal y cometer un estupideces
Cuando tú les rompiste el corazón.
-Saavier mayor