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Kim Taehyung era un ángel de quien sabe cuantos años, pero aparentaba ser un joven de 22 años. Habían pocos en su especie, ya que a lo largo de los años, algunos que otros habían muerto por diversas causas. Los ángeles ayudaban a personas, pero no a cualquiera, sino a aquellos que alguna vez mostraron cariño o amistad. Era simple, si uno de sus amigos se encontraba en una situación de peligro, y nadie le brindaba ayuda, el era el único en hacerlo. Al ser una creación de Dios, este cumplía con los mandamientos, y, por supuesto, era muy atractivo a la vista de cualquiera. No tenían misiones especiales tipo: Encontrar al elegido para salvar al mundo del demonio. No tenían objetivo. Solo vivían para servir y para ser de ayuda. Tae estaba más que conforme, porque a lo largo de los años, había prendido muchas cosas que le eran de ayuda para algunas situaciones. Pero nada es bueno para siempre, y eso lo descubrió la primera vez que se enamoró. Le advirtieron mil y una vez que eso estaba prohibido, pues su amor no sería correspondido. Él, hizo caso, se convenció de que enamorarse era malo, y que no traería más que tragedia y dolor. Quiso creer que lo que sentía hacia ese joven que se dedicaba a cultivar el campo era solamente una amistad muy fuerte. Un lazo extremadamente raro que se había creado entre él y aquel granjero. Pero, al escuchar los sentimientos que sentía una de sus migas hacia él, no tuvo dudas. Había hecho lo prohibido, y no se sentía tan mal. El estómago se le llenaba de mariposas cada vez que había algún tipo de comunicación entre ellos dos. Ya podían ser abrazos, palabras, incluso miradas, que al ángel no se le iría esa felicidad que sentía cerca suyo. Esto nunca lo admitió en voz alta, claro. Ni tampoco mintió, ya que nadie le preguntó acerca de ese tema.

Era un día cualquiera. Era pleno verano y hacía más calor de lo normal, pero eso no le impediría que fuera a ver al dueño de su corazón. Caminaba por un camino de tierra, para llegar a la casa en medio del campo. Sonrió en antelación. Era el cumpleaños del granjero, y le tenía preparada una sorpresa. Su comida favorita, la coreana. Le costó mucho conseguirla estando en América, pero todo por su amado. Le encantó la cara que puso la primera vez que la probó, diciendo que nunca había comido nada igual. Cuando ya estaba a unos cuantos metros de la entrada, escuchó un ruido dentro. La sonrisa que había llevado todo el camino se borró, y se reemplazó por una cara de preocupación. No sentía que necesitara su ayuda, así que temió lo peor. Alguien lo había matado antes de que pudiera decir nada. Con ese terrible pensamiento en mente, abrió la puerta de una patada, no quería llegar tarde para lo que sea que haya ocurrido. Buscó con la mirada algún indicio para aclarar sus sospechas, pero no encontró nada. Dió pasos apresurados dirigiéndose a la cocina, sin éxito. Escuchó movimiento en el piso de arriba, y fue a investigar. Subió las escaleras de dos en dos, con ese nerviosismo ante lo desconocido en el pecho. Llegó al pasillo, y optó por acercarse a la puerta más cercana: el baño. No encontró nada. Suspiró. La tensión aumentaba cada vez que avanzaba y solo se escuchaba más silencio. Segunda puerta: el cuarto de los padres. No había nadie. Tampoco lo vió a fuera de la casa. ¿Qué estaba pasando? Tercera y penúltima puerta. ¿Sería esa? Se quedó quieto con la mano a centímetros del pomo. Era un manojo de nervios. ¿Debía entrar? ¿Realmente se encontraba en peligro? Fuese como fuese, quería estar seguro. No se quedaría tranquilo sabiendo que algo no iba bien, y que podía comprobarlo ahí mismo. Agarró el pomo con fuerza, pero esperó. Como si al escuchar otro ruido fuese su luz verde para pasar. Se dejó de tonterías y abrió la puerta de golpe. Lo que vio, le sorprendió.

-¡¿Quién mierda eres tu?! ¡¿Qué haces aquí y cómo has entrado?! ¡Fuera!

-¿Jungkook?

Lo único que pudo decir.

Jungkook era su todo. Jungkook era el motivo por el cual sonreía. Por el cual se levantaba cada mañana. Por el cual daría todo. El le hizo sentir cosas que nadie más le había enseñado, sentimientos que no sabía que existían, una felicidad que nunca se imaginó. Le enseñó todo un mundo sin saberlo. Le abrió los ojos a un futuro donde lo único que podía tener era felicidad. Le enseñó lo bonito que era cuando el corazón iba a mil por hora, y lo único que podía hacer al respecto era sonreír. Pero ese mismo Jungkook, era el que estaba en la cama desnudo, junto a un hombre de piel pálida el cual desconocía de su existencia. Se sentía destrozado. HEcho pedazos. Su mundo derrumbándose delante de él.

The Rapper [Yoonseok/Sope]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora