Prólogo

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Cuánta soledad. Eleven se ha ido, no sé cuando volverá. A veces suelo oír su voz, tierna y pasiva. Su cabeza rasurada y su vestido rosa. Es lo que más anhelo ver.

Ella nos salvó, lastimosamente, utilizó toda su fuerza y se llevó al Demogorgon.

"Adios, Mike" Retumbaba en mi mente. La última palabra que pronuncio antes del grito final. Bueno, mejor dicho, que pude oír de ella.

Nunca le olvidaré. Eleven, te trataré encontrar.

¿Qué era Eleven de mí? La única persona que me entendia perfectamente, me escuchaba, se reía, podía ser yo, sin ningún filtro. Era mi mejor amiga.

Miré el reloj. Joder, ya me tenía que dormir era la 1:07 a.m. , pero no podía. Aunque ya hubiesen pasado once meses y unos días desde aquel día en que nos dejó.

No podía pegar el ojo, así que tomé mi chaqueta. Traté de bajar por mi ventana como normalmente veo que lo hace Steve, bajando de la ventana de Nancy.

Bajé, pero olvidé algo, mi supercom. Mierda, ¿por qué soy tan capulla?
Traté de subir, pero en el intento me hice una cortada en la mano, al instante comenzo a sangrar.

Me bajé de inmediato, y tomé mi bicicleta para así llegar a la casa de los Byers.

Después de unos minutos, aproximadamente unos trece. Llegue a la morada de los Byers.

—Will...—susuré, tocando su ventana— Vamos, Will. ¡Abre!

Will se levanta, confundido. Abre la ventana para encontarse con mi cara. Él se separó lo más rapido que pudo.

—¿___?— dijo él rascando un poco su cabello castaño claro. Probablemente miel.

—No, el demogorgón.-—dije entrando a su habitacion—Will, ¿me podría quedar a dormir?

—Hm—tragó en seco y aclaro su garganta— c-claro.— Tartamudeó.

—Tranquilo, ni que te fuera a violar.—dije riendo y encendiendo la lámpara de su escritorio.

Al ver con más claridad, noto un rubor en las mejillas de él. No le dí importancia. Porque sabía con claridad que no era su tipo, sabía que ninguna tía era de su tipo.

—¡___! Estás sangrado.— Will se preocupó, y sí. Estaba sangrando, mucho a decir verdad.

—Sólo pásame una venda, Byers.— dije, sonreí para que se tranquilizase.

Will corrió a su escritorio y sacó de su cajón un pequeño kit.

Lo abrió y comenzó a hechar un poco de alcohol en un algodón. Tomó mi mano suavemente y puso el algodón en la herida, dolía mucho, pero después le quitó y puso una venda.

—¡Will Byers, mi enfermero personal, esto es un gran honor para ti!— él sólo se rió.

— Ya, vamos a dormir.— apagó la luz y cerró la ventana— Descansa.

—Igual, idiota.

Cerre mis ojos, a decir verdad Will era muy tierno. No me gusta, eso es obvio. Nunca me ha gusta un chico, a ciencia cierta.

Me dormí, ya era una obligación. Necesitaba levantarme para ir a la escuela, no me gusta pero no me disgusta, me da igual ir aquella cárcel.

La mañana siguiente.

Me desperté, volteé a ver si Will todavía se encontraba allí. Sí, pero estaba sudando, moviendo los ojos rápidamente y su respiración era agitada. Le desperté, soltó un gemido de dolor.

Despertó, al verme sus ojos se cristalizaron y me abrazó. Yo le acepté, acaricié su cabello. Estaba muy asustado.

—Tranquilo, estás conmigo. No te va a pasar nada,—seguí acariciandole su cabello— ¿se puede saber que ha pasado?

—Nada, estoy bien.

Dijo separandose.

—Will, sé cuando mientes. No seas estúpido, puedes confiar en mí.

—Tuve otro sueño en el otro lado, pero esta vez era diferente...—comenzó a temblar su piel se erizó, se veía el miedo en sus ojos —Había una cosa mucho más grande que el...

—¿Demogorgón?—le interrumpí.

—¿Lo has visto?—yo negué con la cabeza, el se incorporó y se levanto de mi lado.— Gracias por estar aquí.

Yo asentí, Will y yo eramos de la misma estatura y casi del mismo grosor.

—Will...

—¿Sí?

—Me prestarias ropa. No he traido nada.

—Claro, capitana.

Reímos, él me trajo una camisa blanca manga larga y unos pantalones jean.

—Gracias, te lo devolveré cuánto antes—dije levantadome camino al baño.

—¡No hay de qué...!—cerre la puerta antes de que terminara.

Me cambié lo más rápido,pude que ya vayamos tarde.

—¡Will, vamos tarde. Muévete!— dije saliendo del baño y corriendo a la entrada, Will corría detrás mío—Voy a buscar mi bicicleta.

—Corre, tortuga.—dijo Will riendo.

—Cállate, cabeza de coco.—  Fui corriendo y la tomé. Me monté y pedaleé lo más rapido posible, junto con Will.

Después de unos minutos llegamos. Al fin. Llegamos.

Los pasillos estaban desérticos. Mierda, sí que era tarde. Entremos a clase. Todos nos miraron.

—¿Saben que hora es?— preguntó el profesor Clarke— Por favor, tomen sus acientos.

Le miramos apenados y nos sentamos.

De pronto la puerta de el salón se abre y deja ver a una chica que jamás habiamos visto.

Bohemian Rhapsody (Max y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora