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Fue la primera vez que entre a la casa de aquel señor y vi aquel desastre en su hogar con admiración y a la vez con miedo preguntándome si es así como estaré, pues al igual que el... estoy solo, me siento solo y no hay nadie con quien pueda hablar.
Me siento tan destruido, tan cansado y solo quiero huir.

Ese viejo escritorio con una lámpara atornillada en la esquina, alumbraba notas escritas a mano, notas de pensamientos que exclamaban que lo salvarán, que necesitaba a alguien.

No era un loco... pero tampoco demostraba ser cuerdo.  Yo de tener el tiempo y el dinero que aquel anciano tenia iría por la camioneta ideal para llevar a mis amigos y personas que quisiera que lo fueran para gozar de una aventura en el mar.  No se trata de comprar amistades si no de invertir en el sentimiento de alivio al salir de aquella polvorienta y descuartizada casa.

Si mi alma es aquella casa y mi subconsciente aquel anciano, quiero no dejarme perder en la oscuridad de mi ser, cambiar aquellas notas de salvación por fotos de viajes antes de morir en esta soledad que yo solo autoproclame.

Guía para cobardes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora