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Los tres comenzamos a movernos, hasta quedar mas cerca de esos dos. La chica rubia le había dado un golpe fuerte con sus alicates, justo en la frente de la estudiante diez. Cuyo nombre, por cierto, no sé cómo se llama. Creo que Sidni o Sidney o algo así. La chica cayó al suelo, con un hilo grueso de sangre bajando por su frente.

Guaoh, que hardcore. — Susurró Dylan, después de soltar un silbido, que hizo que la rubia se diera cuenta de nuestra presencia.

Idiota.

Los dos salimos de nuestro escondite, y antes de que Matt saliera del suyo también, le hice una seña para que no se moviera de su sitio. La rubia, sonrió ampliamente al vernos.

— ¡Pero si son el dúo suicida! ¿Que tal os va la vida, amores míos? — Hice una mueca de asco, ella siempre tendía a hablar con ese tono agudo que me ponía los pelos de punta.

— ¡Pero si es la masoquista de los alicates! ¿Que tal te va la vida arrancando extremidades, cariño? — Ella empezó a reírse, de la manera que siempre hacía; doblando ligeramente la espalda hacia atrás mientras elevaba ambas manos y sacaba la lengua.

— Tan adorable como siempre, mi querido Dylan. — Le vi sonreír de lado al chico, cosa que hizo que me entrasen náuseas.

Siempre tuve la sensación de que entre esa rubia y mi compañero, pasaba algo. Pero ese algo seguramente era demasiado perturbador como para que me lo contase, ya que le pregunté más de una vez sobre ella, y todas las veces contestaba que solo eran amigos, cercanos. Y quizás demasiado.

No quiero pensar que Dylan pueda llegar a volverse otra vez como ellos por la influencia de esa chica masoquista, pero viendo lo bien que se llevan, me da miedo.

— Bueno, si me disculpan, yo seguiré con mi trabajo. — Nos guiñó un ojo, abriendo los alicates y acercándose a la Sidney o como se llame.

Como la herida, estaba tumbada de lado, retorciéndose y quejándose del dolor, la rubia le pegó una patada en el estómago para que se girase, y así, poder sentarse encima de su estómago de repente, haciendo que soltara un grito ahogado e intentase apartarla.

— Querida, no te muevas, vas a hacer más difícil mi proyecto… — Masculló, sacando dos dagas, una la aguantó con los dientes mientras que con la otra la clavó en la palma de la mano de la chica, que soltó un fuerte grito que fue interrumpido por el brazo de la rubia.

Colocó su antebrazo en la boca de la chica para callarla, y sonrió cuando notó los dientes clavarse en su piel. Le encantaba ver cómo su sangre salía de heridas recién hechas, le encantaba el dolor, y le encantaba escuchar a los demás chillar y gemir de dolor.

Esas personas que ahora llamamos masoquistas y sadomasoquistas, pues ella es de esas.

— ¿Necesitas ayuda, cariño? — Mi mirada se clavó en Dylan al escucharle preguntar eso a la rubia, llamada Tania.

— Oh, ¿quieres ayudarme? Claro que puedes. — Contestó, apartando la daga de su boca, y el chico sonrió de lado y entre abrí mis labios, tomando aire, me dispuse a replicarle, pero sus ojos conectaron con los míos.

Pude notar el brillo juguetón en sus ojos, cosa que hizo que me calmase un poco. Aunque al verle avanzar hacia Tania, mi pulso comenzó a acelerarse. Dylan se agachó justo al lado de la cabeza de Sidney, y después de pellizcarle la nariz de una forma adorable, saca su navaja, deslizando la punta de la hoja desde el pómulo derecho bajando hacia su barbilla hasta llegar a su cuello. Miles de recuerdos invaden mi mente de nuevo, y los gritos de antiguas víctimas resuenan en mi cabeza, haciéndome estremecer.

— La estudiante diez, tiene muy buena piel. — Tania sonrió ante el comentario del pelinegro y se crujió los dedos antes de tomar la mano de la víctima, y mirar detenidamente sus dedos.

¿Cuál es tu nombre? #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora