d i e z.

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Llevamos como una hora en comisaría, esperando a que salgan los policías, que están en una habitación al final del pasillo, seguramente interrogando a la masoquista de los alicates.

— ¿Vais a contarme qué coño está pasando y cómo mierdas sabéis vosotros tanto sobre este tema? — Matt rompió el silencio con una pregunta llena de odio y asco.

Normal. Yo casi estaría como él si me ocurriese una situación similar, pero es lo que hay.

— No. — Contestó Dylan antes de que pudiera decir algo. Suspiré, esperando al siguiente ataque de ira de Matt.

— ¿Me estais jodiendo? ¿Cómo podéis pedirme que os ayude cuando me estáis ocultando más de la mitad de las cosas que necesito saber? Tíos, estamos en una puñetera comisaría y vosotros seguís jugando a ser los protagonistas de una maldita novela de misterio. — Estiré mis brazos, haciendo caso omiso a lo que dijo el chico. — Sabíais de toda esta mierda y no se os pasó por la cabeza denunciarlo a la policía.

Sonreí. Y sin mirar la cara de Dylan, sabía que él también había curvado sus labios en una sonrisa ladina que al parecer enfureció más a Matt.

— Oye, cálmate, ¿quieres? Como has dicho antes, no sabes nada. Entonces tampoco sabes porqué no lo decimos a la pasma. — Soltó mi compañero antes de que el otro volviera a hablar. —No seas así, tenemos todo bajo control.

Mentira.

— Si fuera así dudo que hubierais dejado a la loca esa torturar de esa manera a la pobre chica. — Espetó.

Fue entonces cuando decidí que sería mucho mejor contarle todo, así sería más fácil que nos siguiera el ritmo en este macabro juego; juego que inició Lisa hace dos años. Lisa era una chica que a simple vista dirías que está muy centrada en los estudios, pero si miras a través de sus ojos, verías a una chica de pasado cruel y pensamientos perturbantes. ¿Os imagináis? Una simple chica de 13 años con una mentalidad demasiado desarrollada para su edad y unos instintos asesinos que sería digno de ser de una película de terror.

— Chris. — Mis pensamientos fueron interrumpidos por la voz de Dylan, el policía ya nos había llamado y pasamos al interior de su oficina.

— Bien, ¿se puede saber qué hacíais vosotros en la biblioteca aún sabiendo que no se podía pasar? — Dylan alzó una ceja, divertido. — Yo no me río, señorito Dylan.

— Me encanta lo bien que actúas, Henry, hasta me había creído que estabas enfadado. — El oficial rodó los ojos y lanzó el boli a la mesa para después estirar sus brazos, rompiendo esa postura de alguien serio a una despreocupada.

— Tíos, no me parece bien que volváis a involucraros en esto.

— Son ellos, qué quieres que te diga, ya sabes las últimas voluntades de Lisa, no podemos negarnos. — Esta vez fui yo quien habló.

Matt observaba aquella escena sin saber qué coño estaba pasando mientras que Dylan conversaba con tranquilidad con el oficial Henry.

— Oye, que tengo que hacer mi trabajo, soltad alguna excusa de las vuestras y largaos de aquí, la chica ya la tenemos vigilada, solo que… Falta avisar a los padres de la víctima. — Ambos asentimos.

— Bueno, pues que escuchamos gritos de la biblioteca y al entrar nos encontramos a esas dos, fin.

— Vaya por dios, bueno, sirve, ya lo ampliaré yo. — Matt dió un golpe en la mesa con ambas manos y se levantó de golpe.

— No me creo que hasta la policía esté a favor de toda esta mierda.

— ¿A favor? — Henry me miró, y yo solamente asentí. — ¿¡Es él?! Oh dios mío, ¿es el chico que dijo Lisa? Ay, pero que fuerte. — Y pasó de ser un policía a un típico adolescente de 15 años al enterarse de algún problema de su ídolo.

¿Cuál es tu nombre? #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora