Partida sin aviso

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Todos los primos ayudaban a cargar canastas tejidas llenas de flores y pétalos decempasúchil,botellas con vino, comida mexicana y las fotos de los seres queridos que ya se habían adelantado en el camino.

La abuela supervisaba con la vista que sus nietos no rompieran nada y después tomaba los paquetes para dedicarse a buscarles un lugar. Miguel tomo la fotografía de su Mamá Imelda y Coco y su Papá Héctor. La observo por un largo momento.

Acaricio con cuidado los rostros de aquellas personas que ya no estaban con ellos, pero que traer su memoria de vuelta le producía la sensación de alegría y tranquilidad, sonrió y tendió la foto a su abuela que la acomodo en el enorme altar.

Soco se acercó a Elena, sosteniendo la foto de Mamá Coco, su abuela la tomo y le acomodo el largo flequillo por detrás de su oreja antes de acomodar la foto de su madre en el altar. Miguel se acercó por detrás y las abrazo a ambas.

El olor al mole de olla que preparaban su madre y tías empezó a llegar hasta sus narices, el ruido de las mesas y sillas siendo arrastradas por los hombres de la casa también llegaron hasta sus oídos. De pronto los hermanos se dieron cuenta del hambre que tenían.

Dieron una última mirada al altar que ya estaba listo con las fotos de los parientes así como las cosas que amaron en vida. Dieron media vuelta dispuestos a formarse para recibir su ración de mole cuando Elena los detuvo.

-Niños esperen.

Soco se contuvo de burlarse de que hubieran llamado a su hermano niño a pesar de que ya era un adulto. Miguel sonrió al ver el deseo reprimido en el rostro de ella. Elena les hizo una señal indicando que la siguieran y los hermanos confusos caminaron detrás de ella hasta una habitación que estaba al lado.

-Les tengo un regalo-comento ella mientras buscaba algo cerca de su máquina de coser.

Soco se acercó un poco mientras Miguel se recargaba en el umbral de la puerta. Elena camino hacia Soco con los brazos extendidos, enseñándole el nuevo vestido morado que acaba de coser para su nieta.

La pequeña sonrió, al admirar el vestido confeccionado solo para ella, agradeció en secreto que aunque la falda era amplia para darle libertad de movimiento, no estaba ampona ni estaba diseñada para bailar folclores.

En realidad el vestido era muy sencillo, con las mangas que llegaban por debajo de los codos, adornado solo por encaje, pero eso era lo que en realidad le gustaba de aquella prenda.

-Es para que lo uses en Día de Muertos- explico Elena- no más vestido verde folclórico.

Los tres se rieron ligeramente.

-Pruébatelo- ordeno Miguel- para ver cómo te queda.

Soco lo tomo con cuidado y se lo puso por encima de la blusa roja floreada de blanco y los jeans ajustados. Tomo la falda y como si fuera a bailar jarabe tapatío por la pequeña habitación, comenzó a mover los brazos para lograr que la tela volara.

Miguel y Elena sonrieron, Soco agradecida corrió hacia su abuela y le dio un fuerte abrazo.

-¿Y qué paso con mi regalo?-pregunto el muchacho burlón.

-Tu regalo es verme presentable el Día de Muertos este año- respondió Soco alegre.

Los dos se retaron con la mirada unos segundos y después comenzaron a reír.

-Ve a tu cuarto a cambiarte Coco- ordeno él con suavidad- blusa, pantalón y vestido no combinan juntos.

Soco giro los ojos y al pasar cerca de su hermano le dio un golpe amistoso en las costillas.

Coco 2: Recordando lo olvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora