Cuentame un cuento

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-Si la sostienes así será demasiado incomodo cuando quieras tocarla.

Ella abrió de más los ojos morenos de la sorpresa, Miguel adivino sus oscuros pensamientos.

-No seas mal pensada chamaca- dijo entre risas- solo tienes seis años y ya eres más pervertida que un joven de dieciocho años.

-Tú tienes dieciocho años-replico la pequeña niña.

-¿Lo ves? Acabas de probar mi punto.

Socorro se hecho a reír, Miguel sonrió y arrimo su banco de madera a la cama donde estaba sentada la pequeña.

-Toma- le extendió la guitarra- quiero ver si realmente me pusiste atención.

Los ojos de Socorro parecieron brillar cuando su hermano le ofreció su más preciada posesión, la guitarra blanca con lindos acabados y que ella sabía que alguna vez perteneció a su tatarabuelo Héctor, la tomo con cuidado como si estuviera transportando un objeto de millones de pesos.

La acomodo en su regazo y miro a su hermano mayor esperando su aprobación, él asintió con una sonrisa. Ella comenzó a rasgar las cuerdas de la guitarra y comenzó a canturrear la canción que él había escrito años atrás.

-Ay mi familia, oiga mi gente, canten a coro nuestra canción.

Presionaba las diferentes cuerdas en el brazo de la guitarra para conseguir dar las notas, Miguel empezó a reír al darse cuenta que la guitarra aún era bastante grande en comparación del pequeño cuerpo de su hermana.

Ella le batallaba un poco para presionar las notas correctas y rasgar la guitarra al mismo tiempo, pero al menos la melodía se podía reconocer. Miguel empezó a acompañarla en el canto.

-Amor verdadero nos une por siempre...

-En el latido de mi corazón...-interrumpió ella.

Ambos comenzaron a cantar dándole a la melodía más interpretación.

-Ay mi familia, oiga mi gente, canten a coro nuestra canción.

Amor verdadero nos une por siempre... En el latido de mi corazón...

Un golpe fuerte se escuchó en la puerta de madera.

-¡Ya cállense, estoy intentando dormir! ¡Algunos trabajos mañana temprano!- les grito su prima desde afuera.

Miguel y Soco (aquí en México aparte de Coco, también se les llama Soco a las mujeres que se llaman Socorro) se miraron entre sí, burlones y comenzaron a reír, valiéndoles chorizo la recriminación.

-Tal vez si ya es hora de que te duermas- le dijo Miguel al fin.

Los ojos de Soco parecieron apagarse, pero aún así le entrego su guitarra con cuidado, ella la apreciaba tanto como Miguel lo hacía. Él sonrió, se levantó del banco de madera y dejo el instrumento recargado en la pared.

Se volvió hacia su hermana y comenzó a arroparla con las cobijas.

-Cuéntame un cuento- pidió ella desde antes de que Miguel se incorporara.

-No vas a poder levantarte mañana Coco.

-Cuéntame un cuento- repitió ella como si no hubiera escuchado.

Miguel suspiro y se sentó sobre el mullido colchón.

-¿Cuál quieres que te diga?-

-Cuando fuiste a la Tierra de los muertos y visitaste a Papá Héctor y a Mamá Imelda-se apresuró a decir la chiquilla con una sonrisa.

-¿Otra vez?

-Si no lo haces no me duermo.

-Chantajista.

Ella se encogió de hombros burlona.

-Bien ¿Por dónde empiezo?

-Por el inicio tonto.

-Cuida tu lenguaje jovencita, aún sigo siendo el mayor.

Ella no respondió, en cambio lo miraba con unos ojos soñadores.

-En la casa estaba prohibida la música muchas décadas antes de que tú o yo naciéramos, a causa de un acontecimiento que sucedió hace tiempo...-

-Papá Héctor dejo a Mamá Imelda y Mamá Coco para convertirse en músico-interrumpió ansiosa la chiquilla.

Miguel se rio.

-Pero aun así el deseo y amor de Héctor por la música terminamos heredándola de alguna manera tú y yo, ya estaba cansado de que me prohibieran seguir mi sueño, así que en la noche de Día de Muertos fui a la tumba donde estaba guardada la guitarra...-

-La tocaste y por alguna razón ya estabas en la Tierra de los muertos-volvió a interrumpir ella con una sonrisa.

-¿Entonces para que te la cuento si tú ya te la sabes, niña?

Soco se hecho a reír, Miguel la empujo sobre la cama juguetonamente y después continuo con su relato.

Le describió con detalle los lugares que había visto, los enormes y pequeños alebrijes, las ciudades construidas hacia arriba, el como él tenía el riesgo de convertirse en esqueleto si no lo bendecían antes del amanecer.

También volvió a contarle como eran sus parientes que ya se habían adelantado en el camino, le narro como era su Papá Héctor y su Mamá Imelda. Las primeras veces que él le narraba esa historia cuando Socorro era mucho más joven se cuidaba mucho de no mencionar la equivocación que había cometido al pensar que Ernesto de la Cruz había sido su tatarabuelo.

Tampoco le contaba que su verdadero tatarabuelo fue asesinado por su ídolo impidiéndole arreglar el error que había cometido al abandonar a su familia y que estuvo a punto de desaparecer de la Tierra de los Muertos.

Le parecía en ese entonces que Socorro era muy pequeña para asimilarlo con madurez, además sabia de sobra que a ella le encantaba esa historia por ser una ''fantasía'' que a su hermano se le había ocurrido especialmente para ella y en el fondo él quería que la niña siguiera pensando que era un simple mito.

Al final se la había contado tantas veces que él ya no necesitaba hacer memoria para recordar que cosas le había contado a la chiquilla la noche anterior para no darle siempre diferentes versiones cada vez que relataba esa historia, se la contaba de memoria, como si una parte de su cerebro se hubiera convencido que esa era la verdadera versión del relato.

Por fin la historia había llegado a su fin y la pequeña empezaba a sentir los ojos demasiado pesados.

-¿Cómo era él?

-¿Quién?

-Papá Héctor, ¿Cómo era él realmente?

Miguel sintió un pequeño nudo en la garganta al sentir que traicionaba al amigo que lo había ayudado a entender que la familia era primero y que no la olvidara en el intento por perseguir su sueño cuando le respondió:

-No lo sé Coco, él murió mucho antes de que yo naciera.

Socorro no pareció estar muy convencida de esa respuesta.

-Ya duérmete-le ordeno su hermano con suavidad al levantarse de la cama y apagar la pequeña lámpara de noche.

Camino hacia la puerta de madera, pero al salir escucho que ella lo llamaba.

-¿Miguel?

-¿Qué sucede?

-¿Vas a seguir aquí mañana?

Él la miro por un momento antes de responder:

-Si Soco, seguiré aquí mañana.


Coco 2: Recordando lo olvidadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora