~Este cap será un poquito (muy) diferente, de todas formas, espero que lo lean bc es importante(?)~
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Castiel escuchó el chirrido de la puerta de madera, abriéndose lo más pausado posible para evitar hacer ruido. El rostro preocupado de Dean apareció frente a él, y vaya que había extrañado verlo, no se había dado cuenta de cuánto hasta que lo vio esbozar una pequeña sonrisa, invitándolo a que pase. Entró con pasos lentos, observando el interior de aquella casa a la que nunca había tenido la oportunidad de entrar.
Sintió la tibia mano de Dean, tomándolo de la muñeca para guiarlo con cautela hacia una puerta al otro lado de aquel pasadizo que llevaba hacia el sótano, ingresaron y cerraron la puerta detrás, Castiel pudo escuchar el ruido de la televisión en el piso de arriba y la voz de Sam, el hermano pequeño de Dean que veía de vez en cuando en su auto.
— ¿Qué mierda haces aquí? —Dijo, tratando de susurrar, pero sin lograrlo.
— Yo...
— ¿Sabes qué? Ni siquiera quiero saberlo —Movió su cabeza de un lado a otro, empezando a caminar en el reducido espacio—. Espera aquí, te traeré algo de ropa.
Comenzó a subir las escaleras, susurrando un "no toques nada" antes de desaparecer. Castiel sintió un fuerte dolor en el pecho, ni siquiera él sabía qué hacía ahí, pero no podía aguantar más la indiferencia de aquel muchacho que había entrado hace tan poco en su vida y se había largado de la misma forma inesperada. Sus ojos empezaron a escocer, no quería llorar, no quería que él lo viera llorando. Apretó sus ojos con fuerza, tratando de calmarse.
Observó a su alrededor, un único mueble se encontraba en el centro de la pequeña habitación, una mesa frente a él bastante desordenada y un televisor antiguo conectado a una consola de videojuegos. A los alrededores aparecían posters de súper héroes y una que otra mujer con pocas prendas, algunos autos y un estante lleno de cómics viejos.
Un ruido proveniente de las escaleras lo sobresaltó.
— Está bien, Cas —Dejó las prendas sobre el sofá—. ¿Qué quieres? ¿Que me maten?
— No —Los ojos de Dean lo miraban tan intensamente que se acobardó—. Me dejaste de hablar.
La incomodidad apareció en el rostro del menor, quien bajó la mirada, metiendo ambas manos en sus bolsillos.
— ¿Qué pasa, Dean?
— No quiero hablar de esto, solo...cámbiate. Te vas a enfermar.
Castiel lo miró por unos segundos en silencio, pero conocía bien a Dean como para saber que no hablaría sobre el tema. Por lo menos no ahora. Así que tomó las prendas y empezó a desvestirse en cuanto Dean se dio la vuelta, procuró cambiarse lo más pronto posible, ya que se sentía avergonzado y vulnerable estando a medio vestir en la misma habitación que él.
— Lo siento —Murmuró, habiéndose acercado a Dean lo suficiente como para tocarlo por el brazo.
— Mierda, Cas, estás congelándote —Se volteó al sentir el frío toque, quedando frente a Castiel, más cerca de lo que había esperado, demasiado cerca—. Tengo una...manta por aquí.
Una sonrisa apareció en el rostro de Castiel cuando el menor comenzó a buscar la manta entre algunos cajones, Dean aún se preocupaba por él, Dean había evitado su mirada, Dean se había puesto nervioso, o algo así.
Cuando regresó con la manta en brazos, se la colocó sobre los hombros, Castiel le agradeció con una sonrisa, logrando que esa sonrisa se plasmará también en Dean.
— Supongo que...puedes quedarte esta noche.
Unos rápidos pasos descendieron por las escaleras, los rostros de los jóvenes estaban llenos de asombro y sus corazones palpitando rápido cuando vieron al pequeño Sam con una sonrisa amplia al ver a Castiel.
— ¡Cas! —Exclamó, poniéndose en puntitas para abrazar al mayor—. ¿Qué haces aquí? —Ambos muchachos se miraron, pero no hubo respuesta, así que prosiguió.— ¡Es noche de videojuegos y palomitas de maíz!
----
Sam se encontraba roncando en un puf con varias mantas encima cuando la película donde aparecía Val Kilmer terminó. Castiel miró a Dean, que se encontraba adormilado sobre su hombro, no quería moverse para no despertarlo, pero aquella posición ya se le hacía incómoda.
— ¿Cas? —Murmuró cuando se movió, pero aún no abría los ojos.
— Descansa —Le respondió, tratando de poner una manta sobre él.
— Cas...te quiero.
Castiel lo observó por unos minutos hasta que también se quedó dormido.