Estaba de camino del aeropuerto. Por fin era el momento.
Había esperado esto dos años. Dos jodidos años para volver a ver a Hobi.
Estaba deseándolo desde mi corazón, pero por otra parte estaba nerviosa.
Los mismos pensamientos rondaban mi cabeza una y otra vez: "¿Y si a cambiado? ¿Y si ya no es el mismo? ¿Y si ya te deja de querer?"
Anya interrumpió mis pensamientos, acariciándome el pelo:
-No te preocupes. Grabaré todo sin falta.- y al acabar la frase me sonrió. Anya había cambiado muchísimo. Ahora era una mujer, bueno lo era antes pero ahora esta más desarrollada.
Fijé la mirada en el tablón de los vuelos y busqué el vuelo de Hoseok.
Lo encontré, pero ponía que lo habían retrasado.
Maldecía todo lo que se movía en ese momento.
-¿Cómo me pueden hace esto?- dije en voz baja para que nadie me prestara atención.
***
Esperamos mínimo media hora para que en el tablón de los vuelos pusiera que ya habían aterrizado.
Los nervios se apoderaron de mí otra vez, y no tenía otra opción que caminar de un lado a otro con toda la gente mirándome raro.
La verdad, es que en ese momento me dio exactamente igual. Solo quería ver a Hobi.
Anya me intentó calmar en varias ocasiones, sin éxito alguno.
Unos quince minutos pasaron y la gente de su avión empezó a salir. Yo le estaba esperando debajo de las escaleras mecanizadas para darle una sorpresa.
Y ahí es cuando por fin lo vi. Como si lo viese por primera vez. Su cara estaba medio tapada por la mascara, pero lo pude reconocer igual.
Mis ojos se iluminaron de la emoción, alegría y también de las lágrimas traicioneras, que ya estaban recorriendo mis mejillas.
Nuestros ojos coincidieron y todo parecía a cámara lenta, y me encantó.
(Vale imaginaos que el chico tiene una mascara y que la chica es rubia)
Se acercó corriendo hacia mi a la velocidad de la luz y en unas milésimas de segundos, ya estábamos compartiendo un cálido abrazo.
Estaba llorando de la felicidad, al igual que él. No me sorprendí por sus lágrimas. No nos habíamos visto en dos años.
Mis dos cumpleaños, sus dos cumpleaños, dos Navidades...
Y pensar en todos los momentos que podríamos haber compartido juntos...
Su angelical voz interrumpió mis pensamientos.
-¿Polina?- dijo desde mi hombro.
-¿Si?- dije entre sollozos.
Hizo una larga pausa. Se arrodilló frente a mi, sacó algo del bolsillo y me dijo, mirando a los ojos:
-¿T-te casarias c-conmigo?
