Al día siguiente regreso al colegio.
David ignora mis protestas y me espera en la parada del autobús. El momento en que cruzo las rejas, los chicos no apartan los ojos de mí, con las bocas abiertas
como carpas. Ahora sé bien cómo se sienten los animales en el zoo. A la hora del almuerzo Essie le chilla a cualquier chico que mira hacia nosotros «¡cómprate una
vida!», lo cual no creo que ayude mucho, pero aprecio su gesto.
El martes tengo inglés. Alicia no está en clase porque están ensayando la obra de teatro ¡Oh, qué guerra tan bonita! El ver su silla vacía es suficiente para que se
me remuevan las tripas.
El miércoles almuerzo con David, Essie y Felix en el comedor. Harry se acerca a nuestra mesa y nos llama «la mutante, el empollón y los dos superfrikis», y nos
pregunta si hemos pensado en montar nuestro propio circo. Essie le dice que «se haga un ovillo y se muera». Hago un amago de levantarme. David me agarra por la
muñeca y me hace sentarme. Harry se va a paso tranquilo, con una sonrisa burlona.
El jueves Becky insiste en llamarme Megan cuando están pasando lista. No entro al trapo y mantengo la vista fija delante de mí hasta que suena el timbre y puedo
escaparme.
Más tarde esa misma mañana, voy caminando por el pasillo solo cuando un chico de primaria me para y me pregunta si estaría interesado en unirme al equipo de
Desafío de Matemáticas. Primero supongo que es un truco raro y que enseguida me va a soltar algún insulto, pero no lo hace, y en vez de eso me pasa una hoja
informativa.
—Necesitamos sangre nueva —dice—, y el señor Steele me dio tu nombre. ¿Te lo piensas?
Prometo que lo pensaré.
El viernes camino por el pasillo sin que nadie diga nada desagradable. Es solo un pequeño triunfo, pero lo asumo.
El balance final es que sobrevivo la semana. Y si puedo sobrevivir una semana, puedo sobrevivir otras.
Cuando llego a casa del colegio, mamá nos llama a Amber y a mí al salón. Primero no dice nada, fuma un pitillo tras otro mientras toquetea sus pendientes de aro
sin mirarnos a los ojos. Finalmente, deja el tabaco y el mechero, respira hondo y se pone a hablar.
Y por fin escuchamos todo, desde el comienzo, sin lagunas: la historia de mamá en sus propias palabras.✴✴✴Capitulo42✴✴✴
Cuatro semanas más tarde
Es el último viernes del trimestre antes de las vacaciones de Navidad, y Essie y Felix han estado actuando de manera extraña toda la
semana; un montón de susurros urgentes cuando piensan que no los veo y sonrisas inamovibles cuando creen que sí. Primero pienso que
son cosas de novio/novia, pero algo me dice que es más que eso.
Hoy definitivamente es la cúspide de su rareza. En historia, Essie se comporta como una maníaca total, hablando hasta por los codos.
Incluso Felix parece nervioso.
—¿Qué pasa, tíos? —pregunto, por lo menos por centésima vez esta semana.
—Nada —contestan al unísono.
—¿Todavía sigue en pie lo de quedar esta noche? —pregunto.
—Por supuesto —contesta Essie—. ¿Por qué no íbamos a quedar?
—Solo lo confirmo —murmuro.
Por primera vez hemos decidido que vamos a boicotear el baile de Navidad. En vez de asistir vamos a reunirnos en mi casa,
atiborrarnos de pizza (por lo menos Essie y yo, Felix se traerá su propia alternativa de corteza de coliflor) y veremos películas navideñas.
Y aunque sé que nos divertiremos, y que el baile de Navidad ha demostrado ser la noche más decepcionante año tras año durante los
últimos tres, no puedo dejar de sentir una pequeña sensación de arrepentimiento de que esta noche va a suceder sin mí.
La última clase antes del almuerzo es matemáticas. El señor Steele hace un concurso. Estoy bastante seguro de que «concurso» es
solo una palabra más agradable para decir examen, pero me sorprendo al ver que me está yendo bien, no lo suficiente como para ganar
un premio, pero bien. Después de clase me dirijo al comedor. Estoy sacando las cosas de la bandeja cuando percibo que alguien está a
mi lado. Levanto la vista. Es Leo.
Después de volver al colegio tras el fin de semana en Tripton, los profesores enseguida se dieron cuenta de lo que estaba pasando y
se organizaron varias asambleas especiales que explicaban la situación de Leo y lo que significaba ser transgénero, y dejaron claro que
cualquier persona que fuera culpable de acoso se enfrentaría a un duro castigo. Aunque los insultos y los susurros crueles no han
desaparecido del todo, sí han amainado.
Leo y yo quedamos de forma más constante. Hemos ido al cine un par de veces, y al McDonald’s o a Nando’s después. También ha
venido a mi casa, y se ha metido a mamá en el bolsillo y, para mi sorpresa, también a Livvy. Un par de veces por semana almuerza con
Essie, con Felix y conmigo. Nunca habla mucho; solo escucha y de vez en cuando interrumpe con algún comentario sarcástico. Al
comienzo de la semana, los cuatro fuimos a ver la producción del club de teatro de ¡Oh, qué guerra tan bonita! en el teatro del colegio.
Alicia participaba en ella. Estaba muy guapa y cantó dos canciones en solitario. Mientras cantaba, los ojos de Leo se veían soñadores y
tristes.
Le envió un correo electrónico a su terapeuta, Jenny, sobre mí, y ella le dio los detalles de algunos grupos de apoyo para que me los
pasara y que pueden servirme mientras espero a que me acepten en alguna clínica especializada a las que me han derivado en Londres.
Leo me promete que irá conmigo el año que viene, aunque no estoy seguro de si lo hará cuando llegue el momento. Evita el tema de su
género siempre que es posible, incluso conmigo.
—Eh —digo, abriendo mi lata de Coca-Cola.
Me fijo en la falta de comida de Leo.
—No me digas que no te ha tentado el pavo más seco de la tierra —replico, presentando mi plato como si se tratara del primer
premio en un concurso televisivo.
—No puedo quedarme —me contesta—. Solo vine para darte esto.
Me entrega una nota.
Frunzo el ceño y la abro, inmediatamente reconozco la letra delgaducha de Essie.
Si alguien pregunta, no sabes dónde estamos. Te vemos en tu casa esta noche. E & F x.
Levanto la vista para mirar a Leo.
—¿Sabes de qué va esto? —pregunto.
—Ni idea. Solo me pidieron que me asegurara de que la recibías. ¿Por qué, qué dice?
—Que están haciendo novillos —contesto—. Pero nunca hacen novillos.
Aunque Essie presume de rebelde, nunca falta al colegio, a menos que se esté muriendo.
Leo se encoge de hombros.
—No lo sé. Como te he dicho, no me comentaron nada.
Se levanta y se vuelve para marcharse.
—Eh —lo llamo—. ¿Vas a ir al baile esta noche?