Capítulo 8: Juventud

34 6 3
                                    

~~~~~Punto de vista de Yuri~~~~~

------------Flashback------------

Hoy es mi cumpleaños número 16 y por primera vez en mi vida, traeré un amigo a casa de mi abuelo. Hace dos días que llegué a Moscú y aunque, los entrenamientos para la siguiente temporada empiezan está semana, Yakov me ha permitido descansar una semana más como premio por haber ganado el oro.

Mientras tanto, aquí estoy yo, Yuri Plisetsky en la primer mañana de mis dieciséis años de edad, en la que fue mi habitación durante la infancia, dando vueltas por todo el lugar, como colegiala nerviosa esperando la llegada de su primera cita.

Si, dije cita.
Y es que no lo puedo evitar, desde aquella noche en Barcelona cuando Otabek y yo preparábamos mi nuevo programa de gala; las cosas con él se han puesto... Complicadas, o al menos para mi.

-Yuratchka, deja de dar tantas vueltas que sí sigues así harás un hoyo y caerás al primer piso. - ese es mi abuelo burlándose de mi actitud como siempre.

-Que gracioso abuelo, pero ¿y si no logra encontrar la casa? Tal vez hice mal en decirle que estaba bien que llegará por su cuenta; tal vez lo mejor sea que me arregle y vaya por él al aeropuerto.- no puedo evitarlo, está será la primera vez que lo vea desde que descubrí lo que siento por él.

- ¿Por qué mejor no admites que te mueres por verlo?- mi abuelo y su maldita costumbre de saber siempre lo que pienso.

-¿Qué carajos dices? Sólo estoy preocupado por mi mejor amigo, eso es todo.-

- ¡Oh, vamos! Estás enamorado de Otabek Altin ¿y eso qué? No es como sí el mundo se fuera ha acabar, mejor arréglate y espera a que él llegue. A menos que quieras recibirlo en esas fachas.- Y sin más que mencionar, mi abuelo salió de la habitación riéndose a carcajadas y dejándome a mi con un nuevo dilema. ¿Qué diablos me pongo?
.
.
.

Tres horas después y una larga prueba de vestuario con ayuda de Yuko, terminé con una chaqueta de cuero roja, la camiseta con el estampado de león que compré en Japón, unos jeans negros rasgados de las rodillas y mis tenis con animal print; lo sé, demasiado casual pero no quiero dar la impresión de ansioso.
Media hora después, estoy recostado boca a bajo sobre la cama con el teléfono en la mano, esperando alguna señal de vida de Otabek.

¿Cómo estará? ¿Se habrá retrasado su vuelo? ¿Recordará la dirección de la casa? ¿Estará perdido? ¿Será que su teléfono se descargó y por eso no me ha llamado? Casi es hora de comer ¿tendrá hambre? ¿Habrá tenido problemas con el equipaje? ¿Se habrá arrepentido de venir?
Demonios sí tan solo el maldito teléfono sonará y supiera que Otabek está bien.
Agghhh... ¿Por qué hay tanto ruido? No me dejan pensar.

-¡Con un demonio alguien responda ése maldito teléfono!-

Teléfono, teléfono... Espera, ¿teléfono?

-¡Mi teléfono!.. ¿Dónde? ¿dónde?.. ¿Dónde diablos está?-

Con un demonio, tal vez debería hacer mi cama. No logró encontrar mi teléfono entre tanta mierda.

Silencio.
Debo encontrarlo antes de que vuelva a sonar.
En las almohadas... No.
En el piso... No.
Bajo la cama... No.
En la mesita de noche... No.
¿En qué momento se quedo Potya dormido en mi cama?
Mi teléfono...
Recuerdo que estaba en mi cama pero no puedo encontrarlo. He movido todo, todo...
¿Todo?
De pronto el teléfono vuelve a sonar y me quedó quieto para saber de donde ha venido el sonido.
Si definitivamente está en ésta cama. ¿Pero dónde?
.
.
.
-¡Potya!- ¿cómo no me dí cuenta antes?- Potya, vamos. Muévete y dejame tomar mi teléfono.- y por más que intentó despertarle, Potya solo me mira de reojo y se tapa el rostro con una pata. -Vamos Potya, te compraré el mejor pescado que pueda pagar; pero ¡muévete!- y Potya ni se inmuta.
El teléfono suena y suena. Casi esta a punto de terminar la llamada, Potya solo me mira antes de darse la vuelta para darme la espalda y mis nervios no lo soportan más.

IroníasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora