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Inuyasha entró sigilosamente al apartamento de Kagome al día siguiente, ésta era tan descuidada que había dejado la puerta sin seguro. Abrió con cuidado cada puerta hasta llegar a la correcta. Efectivamente Kagome estaba enrrollada de pies a cabeza.

Buscó con la mirada a los lados y vio un pequeño puf, se dejó caer y luego la vio divertido. Sacó su móvil del bosillo de su pantalón azul oscuro y abriéndolo tecleó con sumo silencio. A los minutos el ambiente se inundó de música mientras se le escuchaba vibrar en la mesita de noche, del lado de su cama.

¿Acaso era Rata Inmunda de Paquita la del Barrio? ¡Maldita perra!

Pensó.

Le había puesto esa horrenda canción como identificador y ésta se la cobraría. Observó como deslizó el brazo entre las sábanas y sacando un poco la cabeza, leyó el mensaje. El móvil cayó al piso abriéndose en pedazos, Kagome giró bruscamente aún entre las sábanas.

Una vez que estuvo boca arriba, con las manos agarrando fuerte el edredón lo bajó lentamente hasta la altura de la nariz, lo miró de reojo con miedo. Inuyasha alzó la mano derecha y con una sonrisa burlona la saludó, ella subió el edredón lo más rápido que pudo y con la voz ahogada le reclamó.

- ¡Qué hace aquí! - sonaba furiosa.

- Mi cocinera renunció y necesito que me prepares el desayuno -

- ¡Y todavía cree que le voy a cocinar! -

- Si -

- ¡Atrevido! - se enrrolló aún más - ¡Váyase de aquí! -

- Vine por mi desayuno, ¿me lo harás si o no? - empezaba a levantarse.

- ¡NO! -

- Tu lo has buscado - una vez que estuvo más cerca, le susurró roncamente - Gatita -

La agarró sin delicadeza mientras que aún estaba enrrollada por el edredón, y la cargó al hombro mientras ella se quejaba dando patadas y lanzando maldiciones. La dejó en el sofá de la sala mientras que el edredón le bajaba hasta el cuello.

Levantó una mano y se frotó los ojos con sueño. Inuyasha no paró de verla, se veía inocente y un pequeño revoloteo nació en su estómago, sentía bien en ese pequeño apartamento peleando con ella y ésta rascandose los ojos como niña. Era un pensamiento que nunca había tenido, y una palabra inundó su mente.

Amor.

¿Era capaz de sentirlo? Quizás sí. Pero ahora no estaba seguro.

- Váyase por favor, nadie le dio derecho a entrar así a mi apartamento - lo miró con el ceño fruncido.

- Da gracias a Dios que fui yo y no un ladrón. Has dejado la puerta sin seguro, deja de ser tan descuidada - se cruzó de brazos alzando una ceja.

- ¡Qué le importa! - enojada giró la cabeza a un lado.

- Ahora, quiero un buen desayuno -

- ¡No le voy a hacer nada! ¿Qué le pasa? -

- Entonces no me iré - se sentó a un lado con altanería.

- No sé cocinar - Inuyasha se le acercó mirándola a los ojos con el ceño fruncido, y ella sintió arder las mejillas.

- Mientes -

- ¡Aléjese! - se paró molesta caminando al cuarto de baño.

- ¡Hey Kagome! - pero ella no volteó - Te ves linda ésta mañana - sonrió pícaramente, pero la única respuesta que recibió fue un fuerte portazo de parte de ella.

Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora