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Apretó con furia el volante de colores dorado y negro, deslizó sin ninguna delicadeza la mano por la palanca y casi desgarrandola hizo el cambio de velocidades, miró al frente molesto mientras con el pie hundía el acelerador. El fuerte freno de su rival le cegó la vista, al tiempo que el grito exagerado de la multitud estalló en toda la pista de carreras.

Inuyasha bajó del Ferrary maldiciendo por lo bajo y empuñando las manos. ¡Otra vez su medio hermano le ganaba la puta carrera!

- Para la próxima vez que volvamos a competir, mantén una velocidad estable. Sabes que aún no eres rival para mí. -

- ¡Cállate Sesshomaru, vete al demonio! -

Siguió caminando enojado, Kagome trató de hablarle pero la ignoró, Miroku suspiró cansado. Siempre era lo mismo.

- ¿Qué le pasa? - preguntó ella extrañada por su actitud.

- Odia que su hermano burle su ego. -

- Debo hablarle, no permitiré que un pequeño colapso emocional dañe mi trabajo. - comenzó a caminar pero Miroku la detuvo por un hombro.

- No es buen momento - respiró pesadamente - Te insultará y luego lo mandarás al demonio -

- Gracias por el consejo, adiós - se zafó de su agarre y elegantemente caminó a la salida.

Miroku negó con la cabeza, metió las manos en los bolsillos de su pantalón y solo le quedó rezar por la 3ra guerra mundial.

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Tal vez Miroku tenía razón y éste no era un buen momento, pero debía hablarle, no arriesgaría su carrera por nadie. Lo vio a lo lejos con los brazos recostados en el techo de la camioneta y mordiéndose el pulgar derecho, se acercó y luego apoyó su espalda contra la puerta a un lado.

- Vete - le susurró él sin mirarla a la cara.

- No permitiré que un cambio a tus emociones dañen mi carrera -

- ¡A la mierda tu estúpido artículo! - apoyó la frente del marco de la puerta mientras cerraba los ojos con molestia.

- Esto no se trata de mi artículo nada más, sino de la futura felicidad de una mujer - lo miró de reojo.

- Vete por favor, luego hablaremos -

- Tengo un hermano mayor, se llama Bankotsu. Siempre era él, mejor estudiante, mejor promedio, mejor atleta, mejor hijo. - respiró pesadamente - Una hermana mayor, Kikyou, mejor cabello, mejor estilo, mejores ojos, mejor hija - Inuyasha alzó la vista y la vio interesado - Y aquí estoy, Kagome Higurashi, peor en matemáticas, bromista estrella de la clase, mala nadadora, una decepción en la familia. -

- ¿Por qué me dices esto? -

- Quiero que estés conciente de que mi trabajo es lo único que me hace olvidar lo idiota que soy, y que no quiero perderlo por una simple pelea tonta entre hermanos -

- No puedo Kagome - se alejó de la camioneta mientras posaba sus orbes dorada en ella. - No puedo casarme, lo siento -

- ¡Eres un maldito insensible! - lo empujó obstinada y empezó a correr.

- ¡Kagome regresa! - respiró pesadamente - ¡Maldición! - corrió tras ella.

Miroku recién salía de la pista de carreras no podía dejar de ver la escena, Inuyasha persiguiendo a Kagome en círculos. Una pequeña risa apareció en su rostro seguida de una estruendosa carcajada. Los dos pararon estáticos y lo miraron con el ceño fruncido.

- ¿De qué te ríes? - hablaron al unísono - ¡Tu! - se apuntaron con el dedo - ¡No me imites! - se cruzaron de brazos quedando de espaldas - Tarado/a -

Abrieron los ojos y de reojo soltaron una carcajada.

- Venga Kagome, vamos por el almuerzo - Inuyasha le pasó un brazo por sus hombros y ella se tocó el estómago.

- Si, tengo algo de hambre - caminaron hasta la camioneta y se adentraron en ella.

- ¡Ramen! - gritó emocionado.

- Oh no - Kagome lo miró aterrorizada - Quiero una hamburguesa -

- ¿Estas loca mujer? ¡Ramen es lo mejor! -

- ¡Que no! - lo miró molesta - ¡Quiero una hamburguesa! - golpeó un lado del asiento.

- ¡Bien, iremos por tu estúpida hamburguesa! - Kagome sonrió triunfal mientras se acomodaba mejor, Inuyasha arrancó la camioneta enojado dejando una nube de humo tas de sí.

Miroku alzó una ceja irritado, esos dos parecían una pareja de idiotas recién casados. Quizás Sango tenía razón, Kagome es la única capaz de domar al salvaje de Inuyasha. Solo deseaba que ésto no pasara a más, sabía que sus personalidades eran completamente retorcidas y que en cualquier momento se armaría una explosión auto-destructiva.

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Eran más de las 5 de la tarde, Inuyasha llegó a su apartamento exhausto. Kagome resultó una completa indecisa, una vez que llegaron no quiso hamburguesa sino pasta italiana, y así fue de puesto en puesto para solo terminar comiendo fresas con crema. Gracias a Dios en el camino encontró un puesto de ramen y pudo comprarlo.

Pero le gustaba esa forma tan extraña de ser de ella. La definía como única e irremplazable; recordó el compromiso que tenía con ella y Sango, una mueca surcó su boca, no quería tener que verla se la estaba pasando tan jodidamente bien con Kagome, que no había vuelto a ver una mujer para algo más.

Se sentía un estúpido adolescente...

- ¿Enamorado? - preguntó Miroku a su espalda comiendo de unas patatas.

- ¿De qué hablas? - se hizo el desentendido abriendo la puerta de la nevera.

- Pareces un estúpido, ¿enamorado es la palabra? Desde que llegaste no has parado de sonreír como idiota, incluso le cumpliste los caprichos a una mujer que para ti es...-

- ¡Una loca de remate, me hizo parar 7 veces para comer algo diferente! - se masajeó el cuello con la mano derecha.

- ¿Por qué lo hiciste entonces? Te gustan las tontas de una sola neurona color rosa, odias que te lleven la delantera y de pronto - chocó las manos - Kagome te hace cumplir todos sus caprichos sin una sola objeción de tu parte -

- ¿Estas celoso o qué? Me jode esta conversación -

- Creo que eres tú, él que esta celoso que hable tanto de ella. Inuyasha ya es hora de que tengas a una sola mujer en tu vida, ¿por qué no te arriesgas con Kagome? -

- ¡Vete al infierno! - se fue a su habitación y la cerró de un fuerte portazo.

Cogió su cabeza con las dos manos mientras se sentaba en la orilla de la cama, se sobó la cara cansado mientras que su mirada destilaba una seria confusión. Y la verdad es que no sabía qué responderle a Miroku, no sabía esto que nacía en su alma y acababa en su boca con esos deseos de besarla hasta que se le acabara el aire.

Se tiró de espaldas en la cama, cogió la almohada y se tapó la cara.

- ¡Estúpido amor! - dijo ahogado.

El teléfono le vibró en uno de sus bolsillos del pantalón, lo sacó aburrido y luego leyó el remitente.

Kagome.

Abrió el mensaje con cierto interés. " Sango y tú, una cita mañana sin reproches"

Bugó molesto, tecleó lo más rápido que pudo y luego se echó boca abajo cerrando los ojos de golpe. El corazón le dolía sin saber la razón, pero se imaginaba esa cita y en vez de Sango, solo quería ver a Kagome. ¿Qué estaba pasando con él?

¿Desde cuándo se había vuelto un cursi gay? Lo sabía muy bien; desde que la había conocido a ella.

Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora