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Miroku no paraba de verlo confundido. ¿Es que acaso Inuyasha se había vuelto loco? Estaba jugando un terreno muy peligroso, y eso sin duda que traería problemas a su carrera.

Él era el típico guaperas norteamericano que le gusta el sexo y las cervezas. Odiaba que una mujer lo negara, se creeía todo menos un deficiente sexual. ¡Lo amaban! Él era el mejor en la cama.

Pero era ahí donde erradicaba el problema. Nunca se había sentido tan atraído por una mujer, como para iniciar un compromiso serio aparte de todo, su carrera lo consumía la mayor parte del tiempo. Estaba jodido en cuestiones del amor. Miroku sabía que Kagome no era una mujer fácil, e Inuyasha la iba a cagar con toda sus letras.

Sango. Ella sí era un problema.

¿Por qué tenía que buscar a Inuyasha, por qué no a él? Simple. Lo creía el pervertido estrella del año, y contra eso no competiría. Lo aceptaba.

¡Pero joder! La amaba más que a su alma, si ella le pidiese dejarlo todo. Lo haría.

- Miroku, ¿en qué tanto piensas hombre? Nunca te he visto tan callado, odio decir que empieza a molestarme tanto silencio. - Inuyasha le habló preocupado desde el asiento de al lado.

- No es nada. ¿Qué harás con Kagome? - sacudió levemente la cabeza y lo miró atento.

- Que te importa - bufó semi molesto. - Es una tonta -

- Sabes que no lo es Inuyasha, y eso es lo que te aterra. - una risilla se asomó por sus labios - Es tan guapa e inteligente que te dejó jodidamente atraído. - posó un brazo en la ventanilla abierta y jugó un poco con su cabello. - Te gusta. -

- ¡Si sigues diciendo estúpideces te bajas ahora mismo! - sintió las mejillas arder.

- Sí así va a ser tu carácter cada vez que hablemos de ella, no me imagino como lo tendrás al cumplirse los 30 días. - retuvo el aire, para luego soltarlo bruscamente - Gracias a Dios que todo acabará pronto, en lo que Sango se desilusione de ti. -

El corazón de Inuyasha bombeó con fuerza, puso una pequeña mueca de enfado y luego se jaló un pequeño mechón de su pelo negro. Miroku tenía siempre la maldita razón, ¿pero es que acaso él no quiere dejar de verla?

Idiota la hora en la que se la encontró en el camino. ¡Estúpido él, por haberle hecho aceptar tal trato!

- ¿Es ella no? - quiso hacerse el desentendido pero Miroku como siempre, lo volvió a joder.

- ¿La chica que te gusta? Me temo que sí, Inuyasha. -

- ¡Eres molesto! -

Kagome e Inuyasha se habían quedado en ver, dentro del CC, nunca esperó que Miroku lo acompañara pero si no lo hacía, seguro desataría el viejo holocausto griego. La observó a lo lejos con unos jeans y una blusa sencilla blanca, el pelo suelto y unos grandes lentes negros. Esa mujer sin duda que era hermosa, y también calmaría sus noches de calentura.

O al menos eso pensaba.

- Pensé que nunca llegaría señor Taisho. - zapateó el suelo con un poco de fuerza mientras que se cruzaba de brazos.

- Llámame Inuyasha, no estoy tan viejo - bajó algo cansado del auto y Miroku le siguió.

- ¿Como estas Kagome? Estas hermosa. - la abrazó y luego miró de reojo a su compañero - ¿No es cierto Inuyasha? -

- Si como sea - una mueca de desagrado apareció en su boca y Kagome infló sus mejillas severamente molesta.

- ¿Le importaría no ser tan grosero? - el viento ondeó sus cabellos e Inuyasha no pudo evitar mirarla, pero en unos segundos volvió a la realidad.

Esposo PerfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora