En una esquina apartada del salón Stephen observaba a Rose, a pesar de todas sus esfuerzos por mantenerse en su casa lejos de Londres había subido a su carruaje y ahora se encontraba acechando a la mujer de ojos verdes que lo tenía hechizado. Ella se encontraba junto a la mesa de los refrescos de espaldas a él, se imaginaba susurrándole al oído y llevándosela a un lugar apartado donde podría besarla a conciencia ...y otras cosas. Luego llegaban sus remordimientos se trataba de la hermana de su amigo una dama que a sus veinte años no conocía de placeres a los que él estaba acostumbrado y se odió por pensar en esos términos de una mujer tan delicada. Ella se merecía un cortejo formal, besos castos y llegado el momento un encuentro con luces apagadas, caricias lentas y terminar lo más rápido posible para no dañar su sensibilidad. De ninguna manera él podría actuar así.
Para aumentar su tortura un jovenzuelo se acercó a Lady Rose y al parecer ella estaba encantada con él, los había visto bailar y parecía que él también estaba interesado.
-Si Hamilton llega a darse cuenta de tu interés por su hermana, tendrán un encuentro al amanecer, me ofrezco como tú padrino.
Se vio obligado a apartar la mirada de los enamorados, dolía verla con otro pero no iba a mostrar sus sentimientos ante un granuja como William Beaufort.
- No te preocupes ese francés se va mañana, lo escuché despedirse de otra señorita hace unos minutos.
Es que acaso ese francés estaba jugando con los sentimientos de Lady Rose?
Beaufort lo miraba interrogante y con una sonrisa burlona. Debería negar todo y salir con él rumbo a un burdel, ya era hora de poner fin a esa sequía de mujeres que se había auto impuesto.
- Ese francés acaba de llevar a la terraza a la dama. Dijo Beaufort muy serio - a tu izquierda, segunda puerta.
Sin más se encaminó dispuesto a declarar la guerra a Francia si le hacía algún daño a su Rose.
Con todo el cuidado que pudo para no llamar la atención de los congregados a la fiesta se deslizó a la terraza y lo que se encontró lo dejó como si hubiera recibido un golpe certero en la boca del estómago, a pesar de la poca iluminación pudo ver el beso que compartían el francés y su Rose. Internamente no pudo dejar de reprocharse pues justamente en ese momento ella no era su Rose. Acaso ella no se daba cuenta a lo que se exponía citándose con ese tipo en ese lugar, si los encontraban sería su ruina. Terminó cuidando la puerta definitivamente el destino estaba siendo cruel con él. Desde su lugar pudo escuchar la despedida amable del maldito francés, no le prometía volver ni nada, pero sus palabras eran calculadas para no ser odiado, clásico de todo canalla. Se ocultó entre las plantas que albergaba la terraza y vio partir a su rival, aunque si lo pensaba bien ni se le podía considerar uno si él no había dado pelea.
- Oh Dios que nadie se de cuenta. Escuchó decir. Al parecer Lady Rose se había dado cuenta de la situación en la que se encontraba y a pesar de todo como un tonto él quería ser su salvador.
-Quizá yo pueda ayudarla, le dijo.
Al verlo Lady Rose se puso pálida, acaso creía que la iba a delatar?
Dio un paso adelante para explicarle y ella retrocedió... Asustada? Acaso pensaba que se quería aprovechar de ella? Bien ella acababa de ser dejada en una terraza oscura por alguien en el que al parecer confiaba y ahora él aparecía, su reputación no era la mejor pero él pensó que se habían despedido como... amigos... la última vez que se vieron.
- No tenga miedo de mí Lady Rose, esperaba poder ayudarla a llegar a la habitación para el descanso de las damas que está del otro lado, sólo tendríamos que rodear la casa bajando por aquellas escaleras.
Lady Rose siguió su mirada y pareció debatirse entre sí creerle o no. A pesar de las sombras pudo verla tomar un respiro, juntar las manos, bajar la vista y aceptar su destino.
-Siento mucho haberle dado la impresión que le tenía miedo Su Excelencia, sé bien que su amistad con mi hermano es antigua y usted jamás se atrevería a hacerme daño. Puntualizó. Parecía querer convencerse a sí misma y recordarle a él que su propio honor estaba en juego. No se podía negar que tenía agallas y la apretada situación en la que se encontraba no le había sobrepasado.
Le ofreció el brazo, ella lo tomó y se encaminaron al otro lado de la mansión.
-Y cómo conoce este camino Su Excelencia, es amigo del barón?
Se notaba en su voz que estaba burlándose de él.
- No quiere usted saberlo, Lady Rose. Le dijo en el mismo tono. Y continuaron el camino en un agradable silencio.
Atravesando puertas y recorriendo pasillos pronto llegaron a si destino.
-Excelencia, por favor...
Puso uno de sus dedos enguantados en sus labios para silenciarla.
- No se preocupe, no diré nada. Quiero confiar en usted y creer que está situación no se volverá a repetir. Le dijo suavemente. No esperaba sentir su aliento con tanta intensidad a pesar de los guantes que llevaba. Se moría por besarla.
- Gracias, por su comprensión ...y ayuda. No sé si hubiera salido bien librada si usted no hubiera estado allí. Dijo avergonzada. Sus mejillas estaban ruborizadas y él la encontró bellísima. Definitivamente era un maldito canalla, ella estaba recuperándose de lo que parecía ser su primer beso y despedida de un pretendiente y él quería conersela a besos. Dando un paso atrás, con un movimiento de cabeza se despidió y se alejó por donde habían venido dispuesto a buscar a Beaufort y largarse a buscar mujeres.
En su camino de regreso por supuesto el camino estaba plagado de parejas que buscando la oscuridad se besaban apasionadamente. Pero fue una voz la que hizo que parara abruptamente.
- Debo marcharme asuntos urgentes me esperan en casa, pero no podía partir sin antes besar esos tentadores labios. Perdóneme seré siempre su eterno admirador.
-Te vas? Escucho preguntar a una jovencita.
Pero si era casi lo mismo que le dijo a su Rose, se pensaba que podía ir por ahí embaucando señoritas para luego largarse a su país?
- Creo que debería subir esas escaleras y volver al baile señorita, el joven y yo tenemos asuntos que atender. Dijo desde las sombras. La pobre chica no espero y salió corriendo esperando no ser reconocida. Sólo esperó a que el francés volteara y pudiera distinguirlo y le estampó un derechazo casi estaba seguro de haberle escuchado romperse un hueso. Si no era así esperaba haberle dejado un buen moretón que le obligaran a irse del baile inmediatamente. Desde el suelo lo escuchó quejarse.
-La próxima vez que intente aprovecharse de los sentimientos de una señorita puede que se encuentre con alguien menos indulgente. Le dijo y se marchó.
Pobre Rose había caído en las garras de un sinvergüenza. Cómo no se habían dado cuenta de la clase de canalla que estaba frecuentando? Donde diablos estaba Robert? Al parecer sería el mismo quien tendría que cuidarla
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Casi perfecta
Fiksi SejarahLord Stephen Rickford duque de Sunderland ha regresado a Londres después de dos años viajando en el continente, al llegar se da con la sorpresa que de sus dos grandes amigos uno esta felizmente casado y el otro a punto de hacerlo,aunque este último...