ocho

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El lugar estaba en completo silencio mientras recorrían los pasillos mirando los estantes. No había nadie más a excepción de ellos dos y la cajera al final del lugar y era comprensible teniendo en cuenta la hora y el día que era.


Se quitó el saco dejándolo en uno de los estantes y desabrochó dos botones de su camisa después de tirar de la fea y asfixiante corbata color verde que llevaba esa noche. Si no fuera porque él iba como acompañante de Amitzil a aquella fiesta de fin de año y el vestido de esta era del mismo color, él, por nada en el bendito mundo, hubiera utilizado tan horrorosa corbata. Habían dado a parar a una tienda de convivencia en algún lugar de Londres a plena nevada después de recorrer algunos lugares de la ciudad mientras ambos jugaban como dos par de idiotas, eso hasta que a Amitzil le dio hambre y tuvieron que caminar hacia la tienda que estaba abierta las veinticuatro horas aun siendo plena víspera de año nuevo.


— ¿Cuáles te gustan más? —la morena le preguntó cuándo llegó a su lado, señalando dos bolsas de comida chatarra mientras le miraba.


—Cualquiera –respondió–, de todos modos son iguales.


Kol se percató que lo que había dicho no fue del agrado de la contraria puesto a como le cambió la mirada en el momento que terminó de pronunciar las palabras.


— ¿Me estas jodiendo, verdad? —se llevó las manos a la cintura, las zapatillas amarradas en cada una de sus muñecas.


Kol alzó las cejas, —No, pero me gustaría, cariño.


Amitzil boqueó un par de veces, sintiendo sus mejillas arder levemente. —Eres asqueroso, ¿sabes?


—Y así me amas.


—Si, como sea, pervertido –chasqueó la lengua—. ¿Que tienen de iguales unas cheetos con queso y unas doritos con nachos?


—A ver deja que lo piense —hizo una mueca pensativa—. Ya sé; que a ambas te las vas a terminar comiendo para luego desecharlas por el escusado —se encogió de hombros inclinándose un poco para tomar una caja de chicles—. Elige cualquiera.


—Voy a ignorar lo que dijiste, sí, eso haré —murmuró—. Haré como si no escuché eso para que mis oídos no se sientan deshonrados.


Alzó una ceja cuando la ve tomar dos bolsas distintas de cheetos. —Exagerada.


—No te escucho y tú pagas —se dio media vuelta caminando hasta la caja.


Kol sonrió de lado mientras negaba con la cabeza, para después seguirla.


Ambos salieron de la tienda con sus respectivos productos diez minutos después y a Kol le es imposible no rodar los ojos cuando la morena abre la bolsa de chips y se lleva una a la boca. Sí, había tratado más porque Amitzil no estaba tan segura de llevar las cheetos, así que se pasó hablando con el cajero preguntándole cual era mejor, si las cheetos con queso o las de bolita. Para finalmente, después de ocho minutos hablando de la diferencia de sabores, texturas y olores, tomar una bolsa de chips con jalapeño, porqué; no voy a llevar las cheetos, pero si estás chips porque la bolsa es verde y yo amo el verde.


Estúpido y jodido verde.


Si no supiera el porqué de su gusto al color, diría que es lindo, pero vamos, a la doppelganger le gustaba el verde por los ojos de Klaus.


¿Por qué tuvo que nacer con ojos color mierda? ¿Acaso su madre no pudo hacerlo con tantito más de amor? Él tenía unos ojos muy comunes, pero eran bonitos, mucho a decir verdad, porque vamos, todo de él es hermoso o eso es lo que se decía constantemente frente al espejo. Sin embargo; no deja de molestarle ese hecho. Maldita Ester, maldito Mikael y malditas todas las personas con ojos verdes.


—Hace un frio de infierno –Amitzil habló dando pequeños saltitos en su lugar.


—Ponte los zapatos, Amitzil –regañó al verla saltar.


Esta resopló. —Me los quite por algo. Odio esas malditas cosas.


—Te vas a enfermar, mocosa. Ni siquiera sacamos los abrigos y estuvimos jugando un bien tiempo fuera.


Estaba a punto de volver a quitarse el saco para dárselo cuando la morena lo detuvo, conjurando un hechizo rápidamente y gimiendo de satisfacción segundos después. Él sintió todo su cuerpo tibio y no le hizo falta preguntar de que iba el hechizo, pues era más que obvio que fue uno para mantenerlos calientes e inmunes contra el frio.


—Nada que la magia no pueda arreglar –canturreó.


—Eres lista.


—Lo sé, no tienes que decírmelo.


Kol rio. —Damon seguramente ya está dando el grito en el cielo.


—Damon seguramente está metiéndole la lengua hasta la garganta a Elena en este momento, Kol. No creo que noten que nos hemos ido hace más de media hora —dijo como si nada, el comentario no le toma por sorpresa, ya suficiente está acostumbrado a ellos—. Si no, tu teléfono o el mío estuvieran hasta la mierda de llamadas.


—Supongo que tienes razón —se metió uno de los chicles que compró a la boca, observando como pequeños copos de nieve caigan.


—No supongas; tengo razón —se detuvo cuando llegaron a la esquina de la calle, donde a lo lejos se divisaba la orilla del río Támesis.


—Las calles están demasiado vacías —murmuró mirando a todos lados.


— ¿Sera por qué es víspera de años nuevo y faltan? —dijo lo obvio—. ¿Qué hora son?


—No sé, pero si miras a tu izquierda podrías a ver el maldito Big Ben.


Amitzil volteó la cabeza con lentitud e hizo una mueca cuando vio el reloj imponerse a unos cien metros de ellos.


—Faltan diez minutos para que sea año nuevo —chistó botando la bolsa de chips a medio comer en el bote de basura que había a un par de metros—. Tenemos que apurarnos.


Kol frunció el ceño cuando la blonda se lanza a sus brazos para que la cargue. — ¿A dónde vamos?


—Al Tower Bridge, chofer.


— ¿Qué demonios vamos a hacer ahí? –inquirió.


Amitzil gruñó. —No preguntes y apúrate que tenemos poco tiempo.


Él no protestó, simplemente tomo con fuera el delgado cuerpo de la doppelganger y desapareció de ahí a velocidad vampírica.


Heaven ➳ [Kol Mikaelson, Efímero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora