nueve

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El corazón de Kol golpea en su ocho mientras sube las escaleras lentamente, agradeciendo al cielo tener una excelente visión, ya que de no ser así ambos hubieran terminado rodando escaleras abajo por la falta de luz.


— ¿Esto es legal? —inquirió con falso aburrimiento.


— ¿No crees que es tonto preguntar eso cuando forzamos la entrada e hipnotizaste a los guardias? —canturreó Amitzil en su pido, provocando que le recorriera un escalofrió.


—Buen punto.


Amitzil rio. —No, Kol, esto no es legal. ¿Contento?


—Absolutamente —murmuró con sarcasmo.


—En todo caso, ¿desde cuándo te preocupas por hacer las cosas como son? —aferró las manos a su cuello—. ¿Dónde quedo el Kol que me hacía romper las reglas y profanaba mi alma pura con la suya pecadora?


Una sonrisa tiritó de sus labios al mismo tiempo que con su mano derecha acariciaba una de las piernas que abrazaban su cintura. —Tu alma no es lo único que puedo profanar, cariño.


—Ugh, eres tan desagradable –le pegó en la cabeza, su voz sonando en apenas un susurro–. Como sea, eres Kol Mikaelson, el irresponsable, irracional e impulsivo Kol Mikaelson, mi hermano del alma, el rebelde que le vale mierda todo.


Estoy siendo hermanozoneado, pensó con una mueca.


— Vaya, me alagas —soltó con sarcasmo.


— Lo hago porque me llevas en tu espalda y faltan como cien escalones que subir.


Rodó los ojos. — Lo supuse.


— Sabes que te quiero —besó su mejilla fugazmente.


No le respondió y sonriendo de lado apresura a sus pies más rápido para llegar al final de las escaleras con rapidez, hasta llegar a un pequeño lugar donde había una puerta de metal cerrada completamente.


Le dio un golpecito en la pierna derecha a Amitzil, ayudándola a deslizarse hasta el piso con cuidado, sin embargo, cuando sus pies llegan abajo, se tambalea un poco, agarrándose de los hombros del original mientras sus ojos se cierran.


—Hey, ¿estás bien? –preguntó preocupado, repasando su rostro con rapidez.


—Sí, solo... eso fue cansado.


Alzó una ceja. —Tú no hiciste nada, yo te traje. En mi espalda.


Amitzil abrió los ojos, mirándolo de una forma que puso todos sus bellos de punta a la par que lo soltaba y daba un paso atrás, la estúpida corbata verde atada en su cabeza.


—La altura me mareo –dijo, sonriendo de lado–. Y deja alardear, Kol. Bien que te gustó tenerme montada en tu espalda.

Heaven ➳ [Kol Mikaelson, Efímero]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora