Capítulo 29

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Ángel

–Terminamos de acomodar los suministros –informa Lucero y Vicky no tarda en agradeceremos.

–Pueden tomarse un descanso –Hace una seña con la mano para que nos retiremos de su cocina–. Por el momento no hay clientes que deseen probar mi maravilloso café así que, adiós, mi galán espera recibir mi llamada.

Me río y jalo a Lucero, antes que se le dé por chismosa.

–Ey, arrugas mi blusa –se queja. Inevitablemente le sale esa voz chillona como siempre que cada vez que le molesta algo–. Necesito aprender sus tácticas para conquistar. No puedo creer que todos sus galanes sean todos unos bombones.

–Tienes muchos pretendientes, ¿para qué quieres copiar sus tácticas?

–Aún no te reconquisto así que no basta –Sus palabras son directas; sin embargo, no causa el mismo efecto en mi que antes.

Nuestra relación se acabó cuando lo vi besando a otro chico. Me dolió, sí, pero no lloré. Creo que se debía a que solo me gustaba.

Llevábamos unos pocos meses saliendo así que no nos afectaría mucho este rompimiento; sin embargo, Lucero se encaprichó con la idea de volver a retomar nuestra relación. Se la pasó meses pidiéndome disculpas y me preocupó que hubiera generado un lazo de dependencia, por lo que me cambié de institución.

Luego de un tiempo, decidí volver y, con ello, Lucero se empezó a acercar nuevamente a mi. Esta vez no es insistente, pero sí es más directa con lo que siente. Ella asegura que está enamorada de mi y quiere que empecemos una relación en la que ella pueda enseñarme que ha aprendido de su error.

Suspiro.

–Lucero, ya hablamos de eso –Busco su mirada, pero la evita. Tomo sus manos para que no lo haga–. No podemos regresar, ya no me gustas, lo siento enserio.

–Si lo sintieras, me darías una oportunidad –retrocede, casi tropezandose con sus grandes tacones.

–¿Te parece justo entregar cariño y no recibirlo? –inquiero

Ella se detiene y niega.

Bota un gran suspiro y tantea el bolsillo de su falda para sacar un pequeño espejo.

–Quédate aquí –Sus palabras suenan a una demanda y petición a la vez.

Se pasea por las mesas hasta dar con la caja de paños húmedos. Saca uno y, con sumo cuidado, se limpia lo poco que se ha corrido su delineado. Sonríe ante su reflejo y se vuelve hacia mi.

Tarda varios minutos en lograr que las palabras salgan de su boca. No la presiono, sé que es díficil para ella abrirse ante cualquiera. Sus amigas son falsas y sus padres no se preocupan más que por ellos mismos. Tom y yo somos sus únicos verdaderos amigos, según me ha dicho.

Puede ser popular, pero lleva una vida solitaria en la que no confía en alguien.

–Lo siento por ser tan insistente. De verdad que estoy enamorada de ti –asegura–, y sé que no sientes lo mismo que yo.

Toma un mechón de su cabello rubio y lo tira hacía atrás. Es una manía que descubrí que hacía cuando actuaba con decisión.

–Dame tres citas –pide sorprendiendome–, solo tres y si siento que realmente no hay posibilidad entre nosotros, me rendiré.

Me lo pienso mucho.

Sé que mi reputación es de un egocéntrico y casanova sin límites, pero solo llego a ser un bromista coqueto. Me desagrada la idea de ilusionar y tener aventuras.

Un secreto hecho collarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora