Capítulo 40

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Ángel

–¿No deberías ya ir a la cafetería?

Elevo una ceja, haciendome el indignado–. ¿Me parece o me estás botando?

–Sabes que no es así –Rueda los ojos y se acurruca más en mi pecho– Solo que te recuerdo que eres su empleado estrella y la ayudarías supervisando a los nuevos.

Acaricio su cabello, sintiendome muy bien con la posición en la que estamos.

–Estoy a tiempo –aseguro–, dejame un ratito disfrutar de tu compañía.

–¿Debería pedirle a mi tía que me contrate oficialmente? –Apoya su mentón para mirarme y no puedo evitar perderme un rato en ella– Extraño un poquito el ajetreo. Desde que terminaron las capacitaciones del personal, mi tía ya no quiere molestarme más, pero me gusta pasar tiempo en su local, con ella y contigo.

Sonrío. Realmente es linda.

–Sabes que no solo puedes verla en la cafetería, ¿no? –Beso su mejilla. Se me ha hecho costumbre querer darle esas demostraciones de afecto–. Y a mi me puedes ver cuando gustes, así que si es por ello, no te preocupes.

Se lo piensa–. Tienes razón, entonces solo le diré que si me necesita, que me avise porque no tengo algún problema.

–Ahora, cariño, ¿podrías decirme si se hará costumbre esto de perder media hora de entrenamiento? –Curvo una sonrisa de complacencia al ver como se sonroja–. Porque yo no tengo ningún problema si eso significa tenerte entre mis brazos.

–No sé qué dices si tú eres el que me engatuza. 

Me río con fuerza y empiezo a dejar pequeños besos en todo su rostro. 

Mi enamorada es sumamente preciosa, en cada una de sus facetas asi que entiendo porque es dificil mantener mis labios alejada de ella. Si antes me era dificil controlar mis sentimientos hacia Medalyd, ahora es aún peor, aunque no me quejo, no quiero esconderlos. Realmente se siente bien tener a tu corazón bombeando alocadamente por cada acción o palabra que dice esa persona y más aún cuando ella te corresponde. Se siente muy bien. Tan bien que creo que podría ser el hombre más feliz del mundo.

–Solo porque realmente eres lindo, te confesaré que me dejo engatuzar a propósito –murmura.

–Solo porque eres preciosa, te dejaré pensar que no eres tú quién lo hace primero para librarte del entrenamiento.

Abre la boca y la cierra inmediatamente porque sabe que tengo un poco de razón.

–Definitivamente, lo tuyo es molestarme –Se despega de mi para arrodillarse en el césped–. Aunque ya me acostumbré.

–Porque así te gusto.

Se ve tan tierna cuando esconde su rostro. 

Me levanto para tomar su mentón–. Es mi encanto, aceptalo, tomatito. 

Achica los ojos– Si me das un beso.

–Pero si ya te di muchos –finjo no entender, pero por poco hago caso a su petición al ver que cruza sus brazos con una expresión realmente tierna.

–Pero no aquí –señala sus labios.

Amplio mi sonrisa.

–Todo sea porque reconozcas lo encantador que soy –Le doy un pequeño y rápido beso.

–¿Qué es eso? –Hace un puchero.

Bien, eso no es común de ella asi que, como alma frágil que soy, no intento resitirme y acerco mi cara a la suya. Me detengo; ella retiene su aliento cuando se da cuenta que la veo con tanta intensidad. Disfruto de cada rasgo suyo y cuando veo que ella también ha acabado de recorrer mi rostro, termino de apegar mis labios a los suyos. Los amoldo tanto como mis sentimientos se mueren por salir a la luz. Esa calidez que siento al besarla es algo que siempre me consume por dentro. Se siente tan bien que realmente estoy seguro que Medalyd es todo lo que necesitaba para completar mi corazón. 

Un secreto hecho collarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora