Capítulo 32

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Un jueves encerrados en una habitación y rompiendonos la cabeza. Quién lo diría.

–Siento que la única productiva acá es Lenny –suelta Keith, tirándose en mi cama.

Resoplo y me desplomo junto a él. Le doy toda la razón. Si no fuera por ella, no hubiéramos avanzado ni un poco en la investigación de Adaliz.

–Me halagan, pero no es así... –Se detiene, dudando en lo que iba decir, y dibuja una sonrisa ladina, asintiendo a algo en su mente–. Ok, sí soy una pro en esto.

Tracy le tira una almohada–. Se supone que tenías que decir «Ustedes son realmente de ayuda, chicos».

Me carcajeo junto a Lenny, mientras que Keith besa la mejilla de su enamorada.

Tracy tiene un lindo puchero para mostrar lo indignada que está.

–No se dan cuenta, pero lo son –afirma Lenny y señala a Keith–. Tú que tienes una excelente memoria, ¿cómo se llama esa cosa que registra a las personas que entran y salen del país?

Keith bota una pequeña risa y se acomoda en mi cama, desordenandola–. ¿Esa cosa?

Entrecierro los ojos hacia él. No sólo porque me da flojera volver a tender mi cama, también porque Lenny quiere mostrarnos que realmente ayudamos en esto y la cara de carambola está que la molesta.

Sí, acabo de llamarlo cara de carambola, pero con cariño.

–Un poco más y te salen lásers –me bromea, logrando que deje de hacerlo.

El pelimarrón se sienta con cuidado y le sonríe a Lenny, como quien le dice «gracias por incluirme»–. La institución se llama Superintendencia Nacional de Migraciones.

Una vez dándole la respuesta que quería, la mira como si tratara de meterse en su mente y extraer lo que piensa–. ¿Qué planeas, pelirroja?

Sé que no andará con rodeos y dirá lo que planea, por lo que debo tratar de escucharla mejor. Me levanto tan rápido que, en el proceso, escucho como cruje mi espalda.

Auch.

Keith es el único que ha escuchado el sonido así que se ríe y me da pequeños golpecitos en mi espalda para aliviar. Ello sin dejar de estar atento a lo que dirá Lenny.

–Ya que no hay ese tipo de control entre ciudades, podemos al menos utilizar el registro de las migraciones a nivel del país –Se encoge de hombros y abre el Excel que había creado la otra vez–. Solo debemos eliminar a quienes no han estado acá en el mes que apareció esa cosa extraña.

–¿No hay un registro diario de las migraciones?

Keith asiente, respondiendo a mi pregunta.

Tracy dibuja una sonrisa entusiasta que borra pronto y palmea mi hombro–. Tampoco creo que te acuerdes el día exacto, ¿o sí?

Niego y me tiro nuevamente a mi cama. A este punto ya estará completamente desarreglada.

–Solo recuerdo que fue el día siguiente a la fiesta de Jake.

Antes de que nos deprimamos, Lenny salta del escritorio emocionada–: Ya sé la fecha exacta entonces.

–¿Recuerdas su cumpleaños? –corean Tracy y Keith, en una mezcla de curiosidad e insinuación.

Un secreto hecho collarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora