Capítulo. 2 Ken I. Y Miyako I.

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'Escucha bien amor lo que te digo, pues creo no habrá otra ocasión para decirte que no me arrepiento de haberte conocido.'

Volvió a asentir sin borrar aquella sonrisa de sus labios, para luego inclinar un poco su cabeza hacia la derecha. Él no sabía que tanto parloteaba ella, solo veía sus labios moverse una y otra vez, articulando palabras y más palabras, aunque cualquiera que lo viera, diría que si le estaba prestando atención a la peli morada frente a él, que charlaba sobre algo que Koushiro le había enseñado; eso, porque su vista estaba pegada al rostro de la chica, observándola como si fuera lo más interesante del mundo, y tenía una capacidad de hacer gestos o pronunciar monosílabos en el momento indicado que ella lo requería, haciéndole creer que estaba interesado en la conversación, cuando realmente, el solo había captado las palabras: Koushiro. Enseñar. Software. Mejor. Emocionada. 

Todas esas palabras con un gran énfasis de alegría, era por eso que el concordaba lo que Miyako decía sin siquiera saber que le estaba diciendo realmente. Pero no es que estuviera fingiendo aquello, que no le gustara estar con ella, o que estuviera simplemente 'dándole el avionazo'*. No, nada de eso. Pero simplemente él se distraía lo suficiente con la manera en que ella se expresaba, con aquella soltura, regocijo y dulzura, que terminaba por escuchar solamente el sonido de su hermosa voz, sin retener nada de lo que escuchaba. Más de una vez había hecho esto, y cabía decir que en el fondo se sentía un tanto culpable, pero el sentimiento no duraba mucho, el admirarla, valía la pena.

 Además, ella no se sentía incomoda siento la parte comunicativa de la conversación, de hecho, antes, cuando él podía mantener una conversación normal y adecuada con ella, la chica hablaba hasta por los codos, dejándole solo el tiempo justo para pronunciar frases cortas, o algunas largas a la mitad, porque le interrumpía constantemente. Así que, eso funcionaba para los dos. Ella hablaba, y el la miraba.

-Y lo mejor de todo es que, ¡Es muchísimo más rápido!- chillo con emoción, Miyako, para luego golpear la mesa de metal que estaba entre ella y Ken, sin sobresaltar al otro. Ella estaba tan absorta en aquel tema desde que Koushiro le llamo para mostrarle el programa, que no se dio cuenta de que el chico había dejado de dar señales de estarle prestando atención, y había pasado a simplemente observarla. –Es simplemente, ¡Magnifico!- exclamo de nueva cuenta, y se acomodó en su asiento, dejando caer sus brazos en los reposabrazos.

Ella quería contarle a alguien esto desde el momento en que salió del apartamento que el pelirrojo compartía con el líder de los elegidos. En cuanto saco su teléfono para escribirle a alguien para salir, ese alguien se le antojo como Ken. A decir verdad, así era siempre. Porque cada que ella tenía un mal día, buscaba a Ken. Cuando tenía un buen día, cuando aprendía algo nuevo, compraba algo que le encantaba, quería ir a un lugar nuevo, salir a pasear, estaba enferma, para celebrar, ahogar penas por una calificación que ella no encontraba lo suficientemente satisfactoria, o simplemente porque quería verlo. Esas situaciones habían comenzado a despertar los celos de Hikari y Davis, quienes se quejaban de que habían sido remplazados de su puesto como mejores amigos, de Miyako y Ken, respectivamente, por su parte este par les repetía constantemente que no habían sido remplazados, pero tampoco podían expresar con palabras la razón por la que se veían tanto. 

Las ideas en su mente respecto a lo que ellos eran no estaban del todo claras. Menos para el chico, porque ella ya tenía una imagen más clara de su relación por los sentimientos que había tenido hacia el tiempo atrás. Habían pasado ya varios minutos. Ambos estaban en silencio, ella mirando hacia la nada, pensando en porqué de nueva cuenta era a Ken a quien había recurrido sin siquiera pensarlo, mientras inconscientemente hacia pucheros, que cambiaban con cada hilo de pensamiento. Unos centímetros más allá, Ken había colocado una mano bajo su mentón, para apoyar su cabeza, y tener un ángulo distinto de la peli morada, que le hacía sonreír con ternura con aquellos gestos dulces de su parte. 

Entre la espada y el deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora