Cap.3 (Taichi Y. / Catherine D.)

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"Lo peor de la pasión es cuando pasa. Cuando al final de los punto final de los finales, no le siguen dos puntos suspensivos." –Joaquín S.

Mi móvil vibro, y lo saque a prisa pensando en que era la rubia, y que me decía que ya había llegado a Japón, que me estaba esperando en el lugar de siempre. Por lo que apresure el paso devolviendo el móvil al bolsillo trasero de mi pantalón de mezclilla sin ver de qué se trataba aquel mensaje y esperando que ella no llevara tanto tiempo en el parque y que tampoco estuviera molesta. Prácticamente volé hacia el lugar donde acordamos vernos, que fue donde nos habíamos visto por primera vez, hace cuatro meses. Siempre nos veíamos en ese punto, en parte porque era especial para ambos el recordar aquel día, aunque también porque ya nos era una costumbre la brisa del lugar, la calidez, las personas y el mismo asiento.

Cuando llegue, ya estaba preparando una gran disculpa para que no se volviera a molestar por mi falta de puntualidad, pero no fue necesario que terminara de formularla, porque no había nadie en el parque. Estaba extrañamente solitario, ni siquiera la señora que siempre paseaba sus perros a estas horas estaba a la vista. Y sobre todo, no lograba ver sus cabellos dorados por ningún lado. A lo que tome el celular, preocupado de que su mensaje dijera otra cosa, que no fuera que estuviera aquí, esperando. En cuanto desbloquee la pantalla no vi su nombre brillando junto a un signo de mensaje, sino el de Ken. Me di una palmada en la frente con la mano que no sujetaba el móvil, sintiéndome absurdamente tonto, a la vez que abría le mensaje.

'Tenías razón, Tai. Dijo que sí. Te debo una.- Ken I.'

Eleve las comisuras de mis labios en una sonrisa. No hubo necesidad de responder el mensaje. Por la hora que era, de seguro ese par seguía en la cena, y Ken sólo había notificado como una manera de agradecimiento y de presumir que estaba con su chica. Además yo no necesitaba que me agradeciera, eran mis amigos, estaban felices y bien, cosas que siempre procure en el Digimundo, cosas que procuraba también aquí en Odaiba. Mire la hora, eran las nueve con treinta y ocho minutos. Sólo llegue ocho minutos tarde. No era nada en comparación a mi tardío habitual. De hecho, había sido puntual, porque ni siquiera Cath se veía por ningún lado. Bien, Yagami. Dos buenas en una noche. Me felicite a mí mismo, para luego tomar asiento en una de las bancas, en la más cercana al árbol que en esta época estaba rebosando de flores blancas.

Eleve mi vista hacia aquel árbol y una sonrisa apagada apareció en mi rostro. Misma banca. Mismo árbol. Me sorprendió escuchar como mi voz había reproducido aquel pensamiento. No fue con alegría, o cariño, sino con monotonía.

Sacudí la cabeza, apartando mi mirada del árbol para llevarla hacia el frente. Una silueta apareció ante mi vista, aún estaba lejos, pero reconocería aquel andar y aquellas curvas en cualquier lugar. Sonreí ampliamente poniéndome de pie y dando unos cuantos pasos hacia ella. Su melena dorada se movía con el viento, a veces pegándose en su rostro y otras volando libremente cerca de su cabeza. Sus piernas se colocaban una delante de la otra con suma gracia, haciendo sonar sus tacos. Sus labios tenían aquel tono carmesí que tanto le encantaba y que manchaba mis camisas, mientras que sus ojos brillaban siendo mejor cualquier sonrisa que pudiera brindarme. Sin decir una palabra, rodeo mi cuello en cuanto me tuvo en frente y beso mis labios con fuerza y urgencia. Rodee su cintura al mismo tiempo que eso sucedía, y que mis labios le correspondían con la misma intensidad.

Misma Catherine. Misma bienvenida.

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Entre la espada y el deseo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora