Un día más con la tímida claridez del amanecer oscuro bañando las calles, esas calles que voy surcando como velero perdido en el mar, esas calles tan silenciosas y discretas que parecen ser de un pueblo sin habitantes, esas calles que acogen fríamente a un cuerpo desgraciado como el mío. No se distingue bien la luz del sol, a penas son las seis de la mañana y todo es gris y sin color alguno, monótono y simple, pero me acostumbré ya a divagar a estas horas tempranas por los lugares más perdidos de Busan.
Con mis manos en los bolsillos y mis auriculares clavados en mis oídos para sumergirme en la pacífica y tranquila música para no escuchar el silencio de madrugada, con mis pies caminando sin rumbo alguno y mi nariz ya congelada por el helado clima del invierno, me escondo entre callejuelas desconocidas. Es un hábito para mí. Y como ayer y antes de ayer y cada día de estos miserables cinco años, cambio mi rumbo hacia un cartel con letras azules en neón y me introduzco en una de las pocas cafeterías de Busan que ofrecen su servicio las 24 horas del día. Subo ese pequeño escalón que da paso a la puerta de cristal y acabo en su interior. Es un brusco cambio de temperatura que me causa una sensación agradable. Me siento aliviada al poder deshacerme de la bufanda tan áspera que ahoga mi fino cuello y poder desabrochar todos y cada unos de los botones de mi viejo y estropeado abrigo azul marino. Me siento en unos de los taburetes añiles que se encuentran frente a la amplia barra de madera pulida y deposito en ella la bufanda de color crema. Miro a todos lados impaciente por la llegada de algún camarero mientras froto mis manos y expulso mi suspiro caliente para calmar el frío de mi piel:
-Buenos días señorita, ¿qué desea?
- Buenos días, mmmm... un café caliente, por favor.
-¿Cómo le gusta el café? - preguntó el joven de un vistoso pelo rojizo.
-Con unas gotas de leche.
-Marchando.
Se dio la vuelta y puso sus manos sobre la máquina que allí estaba. Giré mi rostro hacia el establecimiento y me percaté en que yo era la única cliente de todo el local:
-Dígame, ¿por qué está tan temprano por aquí? A estas horas debería de estar en su cama durmiendo plácidamente - preguntó sin voltear su cabeza para mirarme, sólo centrándose en su trabajo.
-Bueno... no soy de dormir hasta tarde, tal vez sea porque me cuesta mucho conciliar el sueño. Sea como sea, ya tengo esta costumbre desde hace tiempo.
-Pues agradezco tu costumbre, me sentía algo solo en esta cafetería tan vacía. Me estaba comenzando a arrepentir de haber abierto un local de 24 horas, no viene nadie - contestó con una pequeña risa.
-Soy tu primera cliente de hoy, ¿eh?
-Sí, agradezco tu compañía.
-¿Desde hace cuanto que tienes esta cafetería? -pregunté curiosa.
-Desde hace solo tres años.
Hubo un silencio cuando me entregó mi taza de café. La tomé entre mis manos y la aproximé a mi nariz para percibir el dulce aroma de esa pizca de vainilla que él me había echado en la bebida por sorpresa:
-¿Vainilla? - dije sonriendo ladinamente.
-¿Te gusta?
-Sí, gracias - respondí.
Me mojé los labios con el café caliente y me inundó su maravilloso sabor. Al mirar al camarero, me fijé en su mirada tan fija en mi:
-Dime, ¿cuál es tu nombre?
-Me llamo Tn, ¿y tú?
-Hoseok.
Tras una alegre conversación con el joven de la cafetería, tuve que marcharme:
-Espero que vuelvas por mi cafetería. Me siento solo de madrugada.
-Volveré... - contesté saliendo del local a la vez que volvía a enrollar la bufanda por mi cuello.
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Soulless (Jimin y Tn)
FanfictionEn ocasiones, cuando mantienes el arma apuntando al pecho del contrario, se detienen esos segundos en los que dudas en si apretar el gatillo de tu revólver o si asumir la verdad, asumir que esa persona es demasiado para ti como para acabar con su vi...