El Poder De Las Maldiciones

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  Las maldiciones han estado desde siglos presentes en diferentes culturas. Desde sus orígenes, las tradiciones mágicas e incluso religiosas han concebido a la palabra como algo dotado de cierto poder inherente, que puede ser empleado tanto para crear como para destruir. 

No en vano, los cabalistas hablaban de los poderosos y variados nombres de Dios, el Evangelio de Juan nos dijo que "en el principio era el Verbo" y que por él "todas las cosas fueron hechas" y, los antiguos griegos y los habitantes de muchas culturas asiáticas, guardaban un profundo temor a las maldiciones proferidas por las madres. Y es que la palabra vehiculiza energías y, en el contexto de las maldiciones, si a más de ésta hay un vínculo fuerte entre emisor y receptor o si el emisor tiene una mente psíquicamente dotada o emplea ayuda de entidades o de elementos cargados de energías negativas, la maldición podría tener suficiente poder como para ocasionar la muerte del maldecido, o como para sumir gran parte de su vida en las sombras de la penuria y la desdicha...

El concepto ‹‹entrelazando palabras›› muestra el proceso mediante el cual las maldiciones y los hechizos son formulados. Las palabras habladas son dirigidas hacia alguien determinado; o bien a una base material que las potencia y hace que después el hechizo, al ser activado, sea más efectivo. Ahora, y aunque tanto en las maldiciones como en los hechizos suele estar presente la palabra hablada, ambas cosas son diferentes.

Para otorgar fuerza a una maldición, los hechiceros suelen solicitar la colaboración de espíritus o entidades malévolas. Por ejemplo, en el contexto del vudú, un bokor podría invocar al Djab (equivalente al Diablo) tras conseguir el beneplácito de Baron Samedi, para que el Djab le ayude a lanzar una maldición de muerte hacia alguien determinado.

Por su parte los hechizos, a diferencia de las maldiciones, son recitados o escritos para ser incluidos en un marco operativo junto a una gama de elementos materiales. El hechicero no necesariamente convocará a una entidad para potenciar el hechizo, pues bien puede usar el "poder verbal" de lo recitado para que la energía mágica ascienda y, en esta etapa, es justamente cuando emplea una base material para dirigir el hechizo hacia el blanco seleccionado. Sin embargo, es evidente que también en los hechizos puede solicitarse la ayuda de entidades. Al fin y al cabo, el hechizo es un conjunto de pasos orientados al direccionamiento y manejo de energías psíquicas y astrales para conseguir un fin determinado, mientras que la maldición es una fórmula verbal concebida para ser recitada generalmente de manera hablada, a fin de ocasionar, en virtud de determinados elementos que la dotan de poder, un mal contenido en las palabras que la articulan, que la constituyen. Naturalmente, este mal tiene la finalidad de dañar a una o más personas, por lo general determinadas; aunque, desde un punto de vista estructural, el mal recae sobre el blanco, y el blanco puede ser un lugar o un objeto, y no necesariamente un sujeto.

INCREMENTANDO EL POTENCIAL DE LAS MALDICIONES

En Asia se creía (y aún suele creerse) que las madres son las más poderosas emisoras de maldiciones. Aquel poder para maldecir, supuestamente aparecía tras el parto del primer hijo. Pese a que en la cultura asíatica se creía que la mayoría de las maldiciones podían ser rechazadas, las maldiciones efectuadas por madres constituían una excepción; esto, claro está, cuando el blanco de la maldición era un hijo o una hija. Entretanto, los antiguos griegos temían tanto esta clase de maldición que le otorgaban un nombre específico: Miasma.

En distintas culturas, la sangre menstrual ha sido empleada para potenciar hechizos y maldiciones, y aún hoy en día es así. En la antiguedad contituía una forma que la mujer tenía de ofrecer sacrificio, ya que la sangre menstrual tiene restos de óvulo no fecundado. Volviendo a los rituales, este tipo de sangre es parte de los fluidos corporales que se meten en las "botella de brujas" o se embadurnan sobre un hechizo escrito para cargarlo.

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