Objetos Malditos

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Existen objetos que tienen tras de sí infranqueables maldiciones. Tal es el caso del Diamante de la Esperanza, del Zafiro Púrpura de Delhi y del coche de James Dean. Pero también hay otros objetos que son malditos en el sentido de traer malas energías: muñecos vudú, cráneos, símbolos satánicos, etc...

Un objeto maldito es algo que puede comprenderse de las siguientes formas: o bien como un objeto que simplemente atrae mala energía; o ya, en sentido estricto, como un objeto que atrae mala energía y está ligado a una maldición concreta. Un aspecto muy importante es si el objeto ha sido o no infestado, pudiendo esa infestación ser ejercida por un ente astral sin conciencia (una larva astral, por ejemplo), o por un espectro consciente, o inclusive por un demonio... En todo caso, la intensidad de la mala energía atraída por el objeto, puede ir desde manifestarse en la simple "mala suerte", hasta manifestarse en la muerte de quien posee el objeto, ocurriendo esto último prácticamente siempre en objetos que han recibido una maldición concreta.

Existen diversos criterios para clasificar a los objetos malditos. Uno de ellos es el carácter individual o el carácter genérico del objeto: de ese modo, el auto de James Dean pertenecería a la primera clase, mientras que las estatuillas de Satanás y los muñecos de vudú a la segunda clase. Otro criterio de clasificación, muy usado por los versados en el tema, es el de objetos que sufrieron una maldición por ser usados en magia negra, y el de aquellos que no participaron en forma alguna de magia pero están vinculados a un espíritu.

En el primer caso, el practicante de magia negra establece deliberadamente una maldición sobre el objeto. Aquí siempre la maldición busca perjudicar a una persona o a un grupo de personas. Generalmente ocurre lo primero, y en tal caso el practicante de magia negra suele buscar un objeto que, a partir de un vínculo con el blanco de la maldición, sea propicio para detentar la maldición. El ejemplo paradigmático es el muñeco de vudú, pues el hechicero busca siempre cabellos, restos de uñas, sangre, pelo o algún otro elemento que sirva como puente energético, tal y como puede ser un anillo (suponiendo que lo consiga) o algún otro objeto que la víctima pensada use con frecuencia. Teóricamente, el o los elementos usados como puente energético entre la representación (muñeco) y lo representado (persona), estarán ligados astralmente con la persona, por lo cual, en conjunción con el proceso a seguir (pasos del ritual, visualizaciones), permitirán que lo enviado al muñeco termine llegándole, en mayor o menor medida, a la persona destinataria de la maldición... Ahora bien: ¿de qué forma esto hará que el muñeco de vudú sea un objeto maldito en general y no solo para la persona destinataria de la maldición? La explicación está en que prácticamente siempre hay espíritus o demonios que ayudan al hechicero en el proceso, y que para tal propósito colocan sus energías en el muñeco, de modo que éste sigue representando un imán de calamidades para quienquiera que lo tenga cerca.

En el segundo caso, el de los objetos que no han participado en magia negra pero están ligados a una entidad espiritual negativa (un mal espíritu o un demonio), vemos que por lo general ese vínculo (entre el objeto y la entidad) se ha producido porque, antes de que existiese, el objeto ya tenía malas energías (energías de los bajos planos astrales), las cuales resultaban atractivas para la entidad. Esto suele darse cuando el objeto ha permanecido mucho tiempo en lugares repletos de vibraciones espirituales oscuras, tales como sitios de culto satánico, lugares donde se hacía magia negra, casas encantadas, etc. Pero también, aunque el objeto no haya permanecido en ese tipo de lugares, puede terminar siendo infestado por haber estado muy vinculado a alguien que fue poseído o perseguido por demonios o por espíritus malvados. Sin embargo, las anteriores no son las únicas posibilidades. Podríamos, por ejemplo, imaginar el caso de un asesino serial que mataba siempre con el mismo cuchillo, dejándolo tan impregnado con su energía que éste se vinculó con el asesino al punto de que luego de su muerte, el cuchillo se transformó en un potencial imán de su presencia, y de crímenes semejantes en quien deviniese en su nuevo dueño. En cuanto a casos reales, se sabe de familias que viajaron y trajeron figurillas que se usaban en cultos paganos donde se invocaban espíritus: así, al dejar las figurillas en sus hogares, éstas terminaron por desatar actividad paranormal vinculada a los espíritus con cuyas invocaciones estuvieron asociadas. Y es que, y es preciso aclararlo, no es necesario que la entidad representada por la figurilla sea real: basta con que se emplee la figurilla en actividades de invocación, pues esto funciona como un imán para espíritus malos o poco evolucionados.

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