Múnich, Alemania.
Lauren Jauregui despertaba por tercera vez en la misma noche de aquel sueño que parecía continuar luego de volver a cerrar los ojos. Tenía ya esa sensación de molestia que le hacía experimentar algunos mechones pegados a su frente y a su cuello debido a la sudoración excesiva, propia de quien tiene generalmente pesadillas...y ya este era el quinto día de la semana en el que las imágenes al dormir no variaban, tratándose de lo mismo: un pasillo casi infinito con paredes blancas y baldosas como tablero de ajedrez, ¿Qué hacía ahí? al intentar relacionar el lugar en su mente, solo se le ocurría algo muy parecido a un hospital, sí, el pasillo de un posible hospital... Internada en el nombrado corredor, una angustia inexplicable le aplastaba el pecho, haciéndole lucir bastante nerviosa, pero al dar otra vista al corredor sin fin, no veía a nadie, no había nadie además de su figura, una figura sin sombra que hacía regresar la angustia. "¡Maldición!" Escuchaba una voz femenina blasfemando que la obligaba a recorrer una vez más el lugar con sus avivados ojos sin tener éxito en encontrar a su dueña, entonces, la angustia se agudizaba a tal punto que que empezaba a sollozar, mientras que un miedo absurdo la consumía lentamente. Por reflejo, pasó rápidamente una mano por sus cabellos mientras la desesperación se sumaba a sus sensaciones, "Rápido" se escuchaba de nuevo la misma aterciopelada voz, que de una u otra manera lograba apaciguar su ansiedad "Ayúdame, Lauren"... Lauren estrujó sus ojos con intensidad y justo antes de abrirlos vinieron hacia ella las mismas pupilas oscuras.-¿Qué me está sucediendo? – Despertó en pleno filo de la noche, retirándose las sábanas para ponerse en pie y caminar hasta el baño. – Tal vez necesito unas vacaciones. – Murmuró para sí misma al verse al espejo y observa su nervioso aspecto. Lauren es de cabello castaño oscuro, casi negro, que exaltan sus verdes pupilas. Se detiene una vez más para detallar el color de su piel, que para ser extremadamente blanca, esa noche lucía más pálida que de costumbre. Levantó la vista y observó las paredes albar de su cuarto de baño que automáticamente le hicieron recordar ese sueño perturbador de los últimos días. – Que irónico, la doctora que se siente a punto de perder la razón. – Suspiró en medio de una risa socarrona. – Tiene que ser producto del estrés. – Dijo resoplando para después arrojarse un poco de agua en la cara, la noche estaba helada, sin embargo, ella se sentía como en pleno verano.
"¿Me esperas?" Escuchó la voz de sus sueños, sólo que esta vez estando despierta, lo cual le provocó un susto endemoniado.
-¿Qué demonios fue eso? – Pensó en voz alta y con cautela inició una revisión palmo a palmo de todo su apartamento, pero al no encontrar nada regresó a la habitación más intranquila, era como si la misma horrenda sensación de sus sueños ahora se trasladara a su realidad. – Esto se está poniendo extraño. – Sacudió la cabeza. - No es real – Dio un golpe a la pared y nuevamente escuchó la aterciopelada voz "Yo te espero". En un arrebato se aproximó hacia el minicomponente y lo encendió a todo volumen, parada en medio de la habitación, cruzó los brazos y cerró los ojos. – Si la voz está en mi cabeza, entonces la escucharé a pesar de la música del estéreo. – Continuó hablando para sí misma. - ¡No es real! – Exclamó abriendo los ojos de par en par al contemplar la esquizofrenia como una posibilidad porque en su familia paterna existían casos de esta enfermedad y para entonces ya se encontraba dentro del rango de edad en el que empieza a manifestarse el trastorno. – No, es una idea muy descabellada. – guardó silencio y volvió a bloquear la vista, concentrándose esperando escuchar la misma voz, Lauren esperó durante diez minutos, pero al final nada. Finalmente, se dio por vencida y desconectó el minicomponente al ver que todo estaba en orden. – Bien, sólo debe ser consecuencia del deterioro del patrón del sueño normal, no hay por qué entrar en pánico. – Sonrió satisfecha tratando de justificar sus episodios de la manera más razonable y dejando de lado su patético intento de autoengaño, entonces regresó a la cama sin sospechar que volvería a soñar con las repetidas imágenes.
El despertador chilló a las seis como todos los días, se levantó con pesadez, arrastrando los pies para asearse, alistarse y atender las responsabilidades de su trabajo. Particularmente se sentía cansada, debido a que una vez más no había tenido la noche que merecía, gracias a las extrañas pesadillas que desde la noche anterior las había dejado de considerar como simples "sueños".
Su automóvil la esperaba en el parqueadero de la unidad, condujo con lentitud sin dejar de detallar las calles, los andenes y por supuesto el resto de medios de transporte que le acompañan en el relativo corto viaje que implicaba movilizarse desde su casa hasta el consultorio, no debía exagerar, media hora no era tanto tiempo. El edificio estaba situado en una esquina, su consultorio no era muy grande y mucho menos ostentoso, pero sí confortable, lo había adquirido después de vender dos autos que habían sido regalo de su padre en dos cumpleaños distintos, recordó que haberlos puesto en venta significó herir los sentimientos de su progenitor, pero la realidad era que ella no tenía la necesidad de tener más de un auto, así que decidió usar el dinero en algo que fuese provechoso, como lo era para ella poseer un consultorio propio.
En el piso doceavo, se abría ante ella la puerta del ascensor para después ingresar a la habitación conocida, donde detrás del escritorio ubicado en el recibidor, ya la esperaba su secretaria. Una mujer de cabello oscuro y fisonomía delgada, la "señorita" Webber como se hacía llamar, una soltera, de cuarenta años, sin hijos y sospechosamente enamorada de su joven jefa.
-Buenos días, doctora. – La saludó con su sonrisa incompleta al tiempo que sostenía un café en su mano derecha para ofrecérselo de inmediato.
-¿Cómo está, señorita Webber? – Devolvió la sonrisa pero sin tanta emoción recibiendo la taza de café humeante. - ¿Cómo está la agenda hoy?
-Oh, pues lo normal... ya sabe, ni muchos, ni pocos. – Contestó y volvió a sonreír, Lauren contemplaba en su mente la posibilidad de despedirla sólo por ese "defecto" de no poder decir una frase sin evitar sonreír o evitar verse como si le estuviera coqueteando descaradamente.
-Bien. – Masculló aproximándose a la otra puerta donde estaba su sitio de trabajo, una habitación bien amoblada y amplia, un escritorio de muy buena madera y esa cómoda silla detrás de él.

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Otro Plano (Camren)
FanfictionLauren Jauregui lleva una semana teniendo sueños extraños acerca de una voz y unos ojos oscuros que la persiguen hasta su realidad cuando atropella a una chica amnésica con los mismos atributos de la persona de sus pesadillas. Intrigada por descubr...