capitulo 1

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La máquina de café no funcionaba. Naruto introdujo otra moneda. Pulsó el botón, pero la máquina no le devolvió el dinero. Dio varios golpes con la mano.

-¿Otra vez? ¡Mierda! -dijo y desistió.

La sala de profesores estaba vacía. Faltaba más de una hora para que empezaran las clases. A Naruto le gustaba llegar antes y trabajar en su ordenador la novela que estaba escribiendo. Era profesor de Lengua y Literatura española en una escuela femenina privada. El Hihg School Konoha era uno de los centros educativos más exclusivos de Japón. Los altos cargos llevaban a sus hijas siempre bajo la discreción, privacidad y silencio que la institución daba a los familiares.

Naruto estaba contento con la trayectoria que labraba. Le proporcionaba estabilidad económica, prestigio profesional y libertad para desarrollar los asuntos propios que en otras escuelas no tenía. En pocos años, había logrado convertirse en alguien. La carencia de ser ese alguien fue una de las razones por las que Shion lo dejó. Para entonces, el verano había terminado y se encontraba recién instalado en un piso de soltero, volviendo a la vida que nunca echó en falta, a las noches de caza y enfrentar el miedo a la soledad con varias copas de más. Una vieja cama de IKEA, dos maletas y algunas cajas con trastos. Era todo lo que había acumulado durante dos años en Kyoto. El apartamento 24 del número15 de la Calle Marutamachi. Un pequeño piso con una habitación y un salón situado en el corazón de la capital en una torre de viviendas. La propia génesis de una capital, donde miles de rostros cruzaban a diario sin gloria alguna. Le fascinaba el anonimato como forma de vida, siempre sin elección. No importaba cuánto ruido hiciera. Nadie le reconocería. Personas y vidas ajenas que cada día entraban y salían del ascensor, saludándose por primera vez.

Naruto era joven, de Inglaterra, de pelo rubio, ojos azules zafiro, y se acercaba con remordimientos a los treinta. Clásico en su forma de vestir, completaba su armario con una americana azul marino, varias camisas de corte inglés y zapatos marrones. Estilo atemporal que jugaba a su favor cuando ejercía como profesor. Con porte de atleta, ni muy grueso ni delgado, de espalda ancha estatura de 1.85 metros. Las alumnas encontraban cierto morbo a la imagen de un chico de mirada oscura con cierta autoridad, tres marcas en cada mejillas, acento exótico y jerséis de punto.

A pesar del rebaño de hormonas que cada día se dejaba ver por los pasillos del edificio, para él terminaba todo ahí, en puro erotismo imaginario. Las adolescentes se habían convertido en seres intocables y peligrosos, en ocasiones, con muy malas intenciones.

Pensó que era mejor mantenerse alejado de los problemas gratuitos.

No tenía muchos amigos, por no decir ninguno. Las personas que conocía no eran más que conocidos o relativos a su ex pareja. Los mismos que una vez terminada la relación no dudaron en ignorar sus llamadas. El resto de docentes eran japoneses y cada uno tenía su vida, no menos complicada. De todos, destacaba Sasuke Uchiha, profesor de Física y el único con el que había compartido alguna cerveza y se volvieron cercanos. Uchiha estaba soltero y tenía una hermano que trabajaba en la Universidad de Kioto. Tenía curiosidad por saber qué razones le mantenían aún allí, en la escuela. Preguntaba sobre el idioma, chapurreaba algunas frases en español y tenía interés en el comportamiento de los mediterráneos. Era fervientemente católico.

-Buenos días -dijo Tsunade, la profesora de Matemáticas. Un físico envidiable para tener casi cincuenta. Su piel aún estaba tersa, los pechos mantenían la gravedad y la forma sin parecer dos lechugas colgantes y presumía de unas piernas largas que frecuentemente ocultaba bajo la falda. Estaba encantada con la presencia de Naruto. Ambos sentían una tensión sexual difícil de resolver. Tsunade fantaseaba con la idea de tener al joven a su alrededor, pero era lo suficientemente reprimida y clasista como para acercarse a él.

-Buenos días, Tsunade -dijo Naruto-. ¿Cómo estás hoy?

-¿De verdad me lo preguntas? -dijo ella.

-Sí, claro -dijo Naruto.

-Me alegra que te preocupes por mí, Naruto.

-Trabajamos juntos.

-No funciona la máquina de café -dijo Naruto.

-Eres el único que bebe café aquí -contestó ella.

Naruto dio un vistazo a la prensa del día. Los partidos políticos preparaban nuevas elecciones. La crisis japonesa, el yen, formar parte de él o no, el aborto, la inmigración o las cuestiones religiosas. Amarillismo y titulares sobre estrellas de cine. Puso el ojo en un hombre de pelo castaño, ojos blancos como perlas, alto y corpulento. Tendría unos cincuenta años, pensó. Era el secretario general de uno de los partidos opositores, la parte más conservadora del país.

«Ugh.» se dijo a sí mismo y dejó el diario.

La puerta se abrió. Entró un señor de pelo blanco por las canas, barba de chivo blanca y corpulento.

Vestía chaqueta de tweed y zapatos negros y tenía la cara alargada y arrugada como una uva pasa 'por la edad. El señor Hiruzen Sarutobi era director del centro y era habitual reconocer su voz de ultratumba afónica por los cigarrillos y salivada como un perro enfadado.

-Señor Uzumaki, ¿puede venir a mi oficina un momento?

-Buenos días señor Sarutobi-dijo Tsunade.

-¿Llevará mucho tiempo?

-Sólo un momento, señor Uzumaki -dijo sujetando la puerta. Naruto acompañó al viejo Sarutobi hasta el otro edificio.

Una habitación amplia de techo alto y un ventanal a la izquierda alargado por el que podía observar los jardines y a las estudiantes que esperaban en el patio el momento de entrar a clase. Tras un escritorio de roble, el señor Sarutobi se sentó y abrió un ordenador portátil.

-Verá, señor Uzumaki, me gustaría hablarle de algo relacionado con su trabajo.

-Usted dirá.

Naruto estaba desconcertado. No había recibido ninguna amonestación por parte de alumnos, familiares u otros docentes. Las encuestas siempre habían sido positivas. Se apoyó sobre la barbilla y sopesó mientras escuchaba atentamente.

-Tras los resultados obtenidos en los cursos anteriores, la directiva ha creído conveniente promocionarlo. Nos encantaría darle otra subida de sueldo. Sin embargo, el centro no se puede permitir tal cosa, así que hemos decidido ofrecerle un traslado como docente en la Universidad de Kioto.

Naruto no esperaba tal oferta y cuando el señor Sarutobi terminó de hablar, sólo pudo escuchar el latir de su corazón golpear contra las paredes de su cuerpo.

-Gracias por su consideración. No lo esperaba -dijo aturdido-. No sé qué decirle, la verdad.

-No diga nada -dijo -. Piénselo detenidamente y si accede, haremos los trámites necesarios para el próximo semestre.

-Valoro mucho su apoyo.

-Pero espere... -dijo el señor Sarutobi -. Aún no he terminado

-¿Hay más? -contestó Naruto sonrojado.

-Mi intención, hoy... era otra.

-¿Cómo dice?

Gakkō ai ( amor escolar) NaruHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora