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Desde mi lugar, mentalmente le lanzo a este chico mil y una palabras, que dicen de todo menos que te vaya bonito en la vida. Ha hablado durante casi media hora sobre mi horario para los próximos tres días; en tanto, yo devoraba de mala gana la comida.
¿Por qué no luce cansado? ¿No han sido suficientes horas viajando para agotarle? Me explica que hay cambios en los planes por algo de seguridad y no sé qué más, la jornada empezará desde muy temprano, así que, a dar el madrugadón. Nos ponemos a trabajar en las breves palabras que diré ante la prensa, puesto que no puedo hablar de más. El hombre se extiende como enredadera en la pared, yo solo quiero que se calle para poder quedarme sola y dormir. ¡Dormir!

Mi móvil suena dos veces, pero no puedo atenderlo porque lo que menos quiero es interrumpir a Braulio, si hay pausas, más tiempo estará aquí. Dos chicos que trabajan para el hotel dejan dos cajas considerablemente grandes en la habitación. Al abrirlas veo mis libros apilados en su interior, mi trabajo empieza. Esto va a ocurrir en todos lados, los organizadores los quieren autografiados para luego aumentar el precio de venta, lo hago con gusto al saber que lo recaudado va a la beneficencia. Al final, he firmado unos cuarenta libros, mi mano acaba palpitando, le he dejado una bonita dedicatoria a cada uno.

—Este ha sido el último. —Dice guardándolo en la caja. —Vendrán a retirarlos por la mañana, es mejor que se queden aquí para evitar una pérdida misteriosa.

—Entiendo.

—Bueno, yo me voy a continuar con el trabajo, tú descansa.

—Descansar, ¿En dónde escuché eso antes? —Murmuro con ironía.

—En el avión, y si no mal recuerdo lo dije yo. Pero en mi defensa, también tenía ese mismo plan, descanso para todos. Mira tú, que por aquí nos tenían una hermosa sorpresa, más trabajo—. Los imprevistos siempre están a la hora del día. —Y bueno, ¿Te gustaría cenar luego? Cuando ya hayas descansado, claro.

—Claro.

Vaya mala actitud, Phoebe.

—Por cierto, la señora Grey ha salido. No como mamá, sino como dueña de la editorial. En estas cosas siempre existen las genialidades de última hora, y nadie mejor para arreglarlo.

—Oye, mi madre ha venido para acompañarme, no para hacerles el trabajo.

—En realidad, es su trabajo. Todo aquello que afecte directamente a la editorial, ella debe resolverlo, con naturalidad debería hacerlo desde Seattle, pero estando aquí, se quiso encargar de que se solucionara personalmente. Los chicos le informaron sobre el problema y se ofrecieron a resolverlo ellos, pero se ha opuesto. Ya sabes lo que dicen, donde manda capitán no gobierna marinero.

—Y así es mi mamá, ¿Estará aquí para la cena?

—Está reunida con los dueños de las librerías que debes visitar, lo más seguro es que se extienda y acabe en una comida de negocios. —Ruedo los ojos. —Ah, y antes de que se me olvide, tenemos el desayuno de bienvenida a las 7:39, así que, desde ese instante empieza tu momento de brillar, la Marca Zara ha dispuesto una línea completa para tí, que como me puedo dar cuenta, no has visto —Señala mis maletas aún hechas. —En el vestidor las puedes encontrar, no habrá estilistas ni nada de eso, todo queda en tus manos.

—Está bien, nos veremos en el restaurante del hotel. A las ocho.

—Nos vemos a esa hora.

Cierro la puerta al verlo cruzar el umbral. Me lanzo a la cama, pero mido mal rebotando en la misma y cayendo al suelo.

—Mierda. —Gruño al levantarme. Me he llevado un fuerte golpe en la rodilla, definitivamente, un vestido, no usaré mañana.

El móvil vibra por tercera vez, así que lo tomo para revisar, las notificaciones son del correo. Abro uno por uno para leerlos.

LA HIJA DE GREY (ONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora