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Lo miro, lo miro y lo miro.
Estoy sorprendida, no puedo creer él haya abandonado la comodidad de su asiento para venir por mí. Le sonrío agradeciendo su acto de caballerosidad, tomo su mano para bajar del auto.

—Si no mal de recuerdo, creo que te debo una coca cola. Aunque no se me pasa que en este lugar nos sirvan algo tan simple. Buenas noches, Phoebe. —Antes de entregar me detiene en la puerta. — ¿Planeabas dejarme tocando el violín toda la noche? —Señala con gestos de sorna a la parte interior.

—Me enojé con Ava, su actitud me tenía molesta y decidí tranquilizarme antes de entrar, no quería desquitar mi enojo haciéndoles mala cara a ustedes. —Miento. Porque la verdad, mi plan era esperar en el auto a que ella saliese para irnos.

—Ah. —Ambos entramos, extiende su brazo con un gesto para que caminar delante de él. —Te comprendo, hay veces en que quisiese ahorcar a mi hermana, pero luego recuerdo que es la única chica y me tranquilizo, contar del uno al diez en alemán, suele ser un muy buen relajante.

—Lo haría, créeme. Sólo tengo un ligero problema. —Muevo mi índice para que se acerque, y él lo hace. —No sé alemán.
Suelta una risita burlesca.

—Te los enseño, siempre y cuando aceptes mi invitación al café.

—No vas a darte por vencido, ¿Verdad? —Él niega divertido. —Siendo así, mejor cuento en francés, et je ne fais du jogging pas la tête avec elle. —Menciono con una perfecta pronunciación. —Esos si me lo sé.

— ¿Estudiaste francés?

—Sí.

— ¿Y por qué no alemán?

—Lo que sea de cada quien, no se me daba demasiado bien el idioma, entonces lo postergué mientras terminaba mi carrera, pero luego ya no quise continuar. —Doy pequeños toques en su hombro. —El acento y la pronunciación fueron mi muerte. He de admitir que soy terrible, pero, en ocasiones suelo hacer un esfuerzo por hablarle.

—Y fue más fácil darse por vencida, comprendo. —Hace una mala cara con gesto desaprobatorio a la mesa. —Esos dos van a provocarme diabetes.

Miro a la mesa, Eric y Ava están demasiado ocupados como para darse cuenta de que no están solos en él lugar. Paul me escolta hasta la mesa y remueve la silla para que tome asiento. Hoy terminaré vomitando corazones, ya está dicho.

—Debo confesarte un pequeño secreto. —Toco el hombro de Paul. Me acerco a su oído. —Sé hablar alemán a la perfección, solo mentí, se me dan los idiomas a la perfección. Así que cuidado con lo que dices.

Me sonríe divertido.

El mozo se acerca a nuestra mesa para levantar nuestros pedidos, ellos piden pasta y yo un delicioso filete miñón con vegetales al vapor, acompañada de un vino que no capté demasiado bien el nombre. Los cuatros nos entretenemos con una leve plática sobre la comida italiana, yo no tengo ni la mínima idea sobre cocina, me dedico y asentir, tal y como lo hago cuando los Grey toman como tema de conversación de cena: los negocios. Esperamos durante unos diez minutos a que nos sirvan, empiezo a cortar mi deliciosa carne, muero por estas cosas.

—Ni lo pienses. —Palmeo los dedos de Paul cuando lleva su tenedor a mi plato. —Podrías morir si  haces eso.

—No sabes cuanto temo. —Ignorando mi advertencia, rápidamente saca una zanahoria de mi plato y se la come. Enchino los ojos, totalmente indignada. —Continúo vivo. —Se mofa.

—Vas arrepentirte. —Siseo entre dientes.

Mientras sigo deleitándome con mi cena, aprovecho un momento de distracción por su parte para mover mi pierna por debajo de la mesa y pisar con el tacón la punta de su zapato. Frunce el ceño modulando un «Auch».

LA HIJA DE GREY (ONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora