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—Mamá, ¿Podrías darte prisa? —Resueno la suela de mi zapato en el piso.

—Phoebe, ¿Podrías controlarte un poco? —Contraataca ella, suelta la camisa que tenía  en las manos. —Sé que estás muy emocionada, pero déjame terminar de empacar tranquila.

—Venga ya, que has pasado al menos diez minutos doblando la misma camisa. —La miro poner los ojos en blanco. —Uish, qué maleducada.

—Llevo un bonito regalo para el bebé de Mía, en la última foto que postearon para el restaurante se le ve una pancita bien desarrollada, el nene ya viene. Y pues, debo doblar todo a la perfección para que quepa en el equipaje. Deja de quejarte. — Me riñe. Tiene toda la razón, mi primo está a dos meses de venir al mundo. —Ve a dar un paseo por el hotel, o mejor dile a Sawyer que te acompañe a la tienda para que le lleves un obsequio a tu novio, o ve a disfrutar de Niza, sin la presión e ir de un lado a otro cumpliendo con compromisos.

—Ya entendí, mamá. Quieres que te deje tranquila, pero aunque me vaya, ten por seguro que el tiempo sigue avanzando, tic tac. —Camino a la puerta y me detengo cuando giro el pomo, antes de salir la miro—. Para qué te enteres, compré recuerdos para todos en Lyon, y encontré un reloj que le quedará precioso a Paul. Date prisa.

Cierro la puerta. Sawyer se encuentra con los ojos cerrados esperando afuera, los años no pasan en vano, merece un buen descanso al llegar a Seattle, para reponer el tiempo con su esposa. Me da una pena tremenda despertarle. Me niego a hacerlo, doy pasos cortos para no hacer ruido, sin embargo sus sentidos están despiertos y se pone en pié rápidamente.

—Señorita Grey.

— ¿Podríamos ir a dar un paseo por la ciudad? —Elevo mi mano a la altura del hombro. —Prometo que mi madre ha sido la de la idea.

—Perfectamente, solo debo organizar unas cosas y nos iremos.

—Estaré en mi habitación, cuando esté todo listo me avisas.

Sus pasos me hacen compañía hasta que mi puerta se cierra. Compruebo que mi pelo está seco y lo ato en una coleta alta, cambio mis sandalias por unos deportivos y busco la chaqueta para ponérmela. Dos toques en la puerta llama mi atención. Abro y me encuentro con Braulio.

— ¿Dormías?

—No, acabo de terminar de arreglarme, iré a dar un paseo antes de irnos, ¿Me acompañas?

—Claro, necesito hablar contigo. —Sawyer aparece con el otro hombre que no recuerdo su nombre.

—Entonces, vamos.

Los dos caminamos con Sawyer y compañía tras de nosotros. La relación con Braulio se ha vuelto un tanto incómoda cuando estamos solos, desde aquél día en que abrió la boca para decir lo que no debía. París marcó mi vida en diversas maneras, con Paul, con mi familia, en lo profesional y con él, en una de las cenas sus copas se salieron de control y acabamos hablando sobre temas demasiados personales, ¿Quién podría haber imaginado que me confesaría su enamoramiento? Somos amigos, y así lo prefiero, he tenido que decirle que estoy en una relación, le tengo un gran aprecio, pero no podemos ser nada más. Tres semanas en las que he evitado tenerle demasiado cerca.

Tras un paseo por la ciudad, emblemáticos lugares, y una que otra compra, he aceptado su invitación. Finalmente estamos en una cafetería, bebiendo té, lo que de inmediato me recuerda a un guapo alemán y su intento de primera cita. Con las tazas sobre la mesa, sentados y en un silencio incómodo, tamborileo los dedos antes de dar un sorbo al té.

— ¿De qué querías hablar? —Rompo el silencio. —Es el momento.

—Dejaré la editorial. —Suelta sin más, frunzo el entrecejo.

LA HIJA DE GREY (ONE)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora