Prólogo.

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Prólogo.

Solo son las nueve de la mañana y ya me he masturbado dos veces. No puedo dejar de pensar en el “paquete” del chico de brazos tatuados y sonrisa tímida, que subía el armario de la Señora Aigner al quito piso y con paquete, no me refiero, precisamente al armario… “Si se llega a parar el ascensor ¡no habría habido armario en este mundo que lo hubiera librado de una buena felación!”.

Me habría divertido bastante ver cómo le hubieran temblado las rodillas. “¡Maldita compañía de electricidad!” He de reconocer que en este barrio funciona demasiado bien, ni un mísero apagón en los tres años que llevo viviendo en esta urbanización de viejos adinerados y pijos repeinados… Aunque me ha divertido bastante verle los ojos fuera de las órbitas cuando le he susurrado al oído que cuando quiera venga a echar un vistazo a los armarios de mi casa. Casi se cae de culo del susto, aunque el muy idiota, asustado y todo no dejaba de mirarme las tetas... “¡Cómo me gusta provocar esa reacción!” Me río mucho cuando los tíos quieren ver pero no se atreven a mirar y pasean sus ojos de un lado al otro haciendo sutiles poses de visión en el escote, pobres… “Si supieran lo que a mí me enciende eso…”

Ha salido atropellándose, cargado como un mulo, del  ascensor, y entre tropezón y tropezón, volvía su cabeza atrás, soplando y quitándose el sudor de la frente, mirándome como si fuera irreal, como si hubiera tenido una alucinación o un sueño, mientras tanto yo apoyada en la barra del fondo, le decía adiós con la mano y sonriéndole le tiraba apasionados besos y sacudía mi escote a carcajada limpia. Hoy ha salido indemne del encuentro conmigo, pero seguro que le he proporcionado bellas visiones para cuando se haga la próxima paja o le esté echando un polvo a su barriobajera novieta de fin de semana. O lo mismo le echa huevos y se presenta esta noche a “arreglarme los armarios”, aunque no creo que caiga la breva, era demasiado crío.

La gente por puro pasado religioso-represivo y, me atrevería a añadir, obsesivo, se empeña en etiquetar a las chicas como yo de frescas, putones, ligeras de cascos, calientapollas, zorrones y un largo y variado etcétera “cuánta riqueza lingüística en cuanto a tacos se refiere…” Aunque todas esas etiquetas de mierda, son mucho mejor que la hoguera, como ocurría en la Edad Media…

Por lo que a mí respecta, ¿qué tiene de malo hacer lo que se quiere cuando a cada cual le apetece (sin perdujicar a nadie, eh!) con protección y consentido” Además, es muy sano, tanto para la salud física como la mental… A más de un@ y a más de dos, les sentaría mucho mejor que tanta terapia de grupo y tanta mala leche en los embotellamientos… “No solo de Activia y All-Bram, vive el hombre” digo yo, ¿no? Además, basta y sobra que alguna revista, mal llamada científica, saque un artículo sobre los beneficios de hacer el amor, para que más de la mitad de los muros de Facebook se saturen con la noticia compartida por todos aquellos y aquellas que tienen la necesidad, casi patológica, en algunos casos, de echar más de un polvo a la semana…

En fin, el caso es que yo decidí, hace ya algún tiempo, no reprimir mis sentimientos en ningún sentido y aquí estoy para contar mi historia.

Hola, soy Eri, y soy adicta al sexo.

Continuará…

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Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora