Capítulo 35. Water night (2ª parte). Más adicta de lo normal.

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Capítulo 35. Water night (2ª parte). Más adicta de lo normal.

De pie, frente al espejo del baño, no puedo dejar de seguir, los armónicos movimientos de Oscar, en el reflejo, que prepara la bañera con seguridad, a la vez que con sutileza. Su escultural cuerpo, sus movimientos definidos y la confianza que demuestra, me hacen sentirme la invitada en mi propia casa.

A todo ello contribuye, sin duda, también la delicada luz de velas, que genera titilantes sombras y confiere a todo un halo especial, como si estuviera en otro sitio... Oscar enciende unas cuantas más, que muy por el contrario de dar más cantidad de luz, aportan esa particular atmósfera, cálida y relajada, a la vez que seductora y fascinante, se podría decir casi mágica.

La luz ambarina nos baña en bronce, elevando nuestros cuerpos mortales, al estadío de auténticos “dioses del Olimpo”, como diría mi buena amiga Eme, no puedo evitar sonreír al pensar en ello.

Oscar, con su pasmosa seguridad, se acerca a la estantería que hay junto al espejo y pone su índice sobre los labios, intentando decidir que gel poner en el agua. Por primera vez lo veo dudar momentáneamente, pero enseguida coge uno y lo dirige hacía el reflejo de mi mirada, que no lo ha seguido en todo momento, y veo que es el de flor de azahar. Asiento con una sonrisa, mirándolo abrumada, a través de mis pestañas. Como no podía ser de otra forma, ha elegido mi favorito… “no sé de qué me extraño, si fuéramos más parecidos, seríamos familia…” Un latido se escapa desacompasado de mi pecho, no creo que eso sea posible.

Como casi siempre que estoy desnuda frente al espejo, observo mi cuerpo, con sus “perfectas imperfecciones”, las cuales, siempre he pensado que lo hacen único y auténtico. Para seguidamente escudriñar con mi mirada hacía la espléndida desnudez de Oscar. “¿Será realmente tan perfecto cómo lo ven mis ojos o todo será un maravilloso sueño?”

Acaba de colocar un par de toallas en la pequeña repisa que descansa en ambos bordes de la bañera que comienza a estar rebosante de espuma y se gira decidido hacía mí.

Se acerca por detrás y me abraza rodeando mi cintura. Sus labios buscan anhelantes el hueco de mi cuello y respondo apoyando la cabeza sobre su fuerte hombro para dejarle total acceso. Bajo la suavidad de sus besos me siento estallar, un escalofrío infinito recorre mi sobreestimulada piel. No puedo dejar de mirar nuestro reflejo en el espejo. “Es una sensación tan erótica…”

Puedo ver cómo se dilatan mis propias pupilas, a la vez que mi interior se contrae con esa tensión tan característica que se adueña de todo elevando al máximo las sensaciones.  Mi ser se vuelve voluble y moldeable bajo su poder.

Elevo mi brazo sobre nuestras cabezas y me agarro a su nuca, a la vez que giro la cara buscando sus dulces y apasionados labios. Nos fundimos en un beso eterno, al mismo tiempo que siento sus manos subir y bajar por mi abdomen al ritmo de nuestros latidos que irremediablemente se aceleran. Una mano encuentra morada en mi pecho mientras que la otra lo hace en mi entrepierna. Su masculinidad juega a llamar a la puerta, mientras yo juego a frotarme sensualmente contra él. Mi curiosidad deshace el beso, disfruto y me enciendo al ver la lucha de los animales en celo en los que nos hemos convertido. Su boca anhelante prodiga atenciones a mi nuca y mi cuello mientras que me retuerzo presa de la más voraz lujuria.

La desesperación se transforma en urgencia. Cada caricia se convierte en humedad. La necesidad hierve en nuestro interior. Necesito tenerlo de nuevo en mí. Hacerlo mío y que él me haga suya. En este preciso instante sé que esta dependencia me va a costar muy cara el día de mañana, pero es algo instintivo y animal, que no puedo, ni quiero, racionalizar. Las barreras de contención de mi ansiedad se ha roto en mil pedazos y el único consuelo posible es él.

Soy adicta al sexo Wattys 2014Donde viven las historias. Descúbrelo ahora